Por Vasti Abarca González
“Uno siempre tiene alguna penita por ahí escondida, y en mi vida, esta es una de las penas más grandes que he tenido yo, que tuve que dejar mi tierra natal”, dice la medallista de oro, Eliana Busch, nadadora máster y oriunda de Valdivia.
Imparable a sus 87 años, volvió a ser noticia a raíz de los Juegos Panamericanos realizados en Medellín (Colombia) en julio de este año, donde arrasó: quebró el récord panamericano en los 200 metros pecho, con una marca de 6 minutos 36 segundos.
Su desempeño en el total de competencias se tradujo en 10 medallas de oro (5 sudamericanas y 5 panamericanas), logro que fue aplaudido en todo Chile y especialmente en su tierra natal, de la que solo tiene buenos recuerdos.
Se fue de Valdivia cuando era una niña y han pasado largas décadas desde aquello, pero recuerda con exactitud que con tan solo nueve años y siendo descendiente de alemanes, su vida cambió por completo debido a la Segunda Guerra Mundial, que tuvo a Chile y Alemania en bandos contrarios.
Eliana recuerda con nostalgia sus días en la perla del sur, como quien extraña un amor adolescente. “Mi vida era maravillosa, de Valdivia tengo los recuerdos más extraordinarios que podría tener de una ciudad”, relata en conversación con Diario de Valdivia.
Sus detalladas memorias se remontan a cuando tenía solo nueve años y la vida parecía una taza de leche en sus ojos de niña.
“Yo tenía toda mi vida en Valdivia, iba al Colegio Alemán cuando estaba en la calle Picarte, tenía mi profesora de piano que estaba a una cuadra de la casa y me iba de la casa al colegio a pie, mi vida era maravillosa”, cuenta en una mezcla de entusiasmo y gran nostalgia.
“Todo el mundo se conocía, yo nunca supe de ladrones, de robos ni de asaltos”, agrega.
Eliana comenta que la casa donde vivía con sus padres, aguantó el terremoto de 1960. “Es algo increíble, se vendió y creo que ahora le hicieron un agregado. Me da mucha pena verla si voy, porque me da mucha pena haber dejado Valdivia”, reconoce.
“Valdivia es la ciudad más maravillosa que existe para poder vivir, ojalá que se den cuenta todos los valdivianos del tesoro que tienen”, insiste la deportista que ha recorrido el mundo ganando medallas de oro en nombre de Chile.
“Mi familia se fue por razones que no nos tocaban absolutamente en nada, mi papá era de una familia valdiviana de toda la vida”, dice Eliana en tono de evidente molestia.
La Segunda Guerra Mundial se desarrolló entre 1939 y 1945, cuando Eliana vivía su niñez. Y aunque podría parecer un conflicto lejano a esta franja de tierra, la deportista cuenta que lo vivió en carne propia.
“En ese tiempo, se persiguió a todos los descendientes de alemanes, como si tuvieran algo que ver con la guerra, y entre ellos, persiguieron a mi papá”, relata en conversación con Diario de Valdivia.
Según el relato de Eliana, que tiene respaldo en diversa documentación de la época, existió una lista negra que era configurada por el Congreso nacional con directrices del Gobierno británico y que se publicaba en Chile oficialmente en El Mercurio de Valparaíso, donde figuraban los descendientes alemanes, entre ellos, el padre de Eliana.
“No tenían derechos, no tenían derecho a tener propiedad, a tener auto, a trabajar, a una cuenta bancaria. Eran unos apátridas en su propia patria, era tan ilógico lo que pasó”, reclama Eliana, quien defiende ser completamente chilena y valdiviana ante todo.
“Yo defendería mi país con el presidente que estuviera, porque uno antes que nada es chilena”, dice con énfasis.
Y continúa: "Esto le pasó a muchos alemanes, en ese tiempo Valdivia tenía 15 mil habitantes solamente, por lo tanto grandes posibilidades de trabajo no existían y mi papá trabajaba en una gran empresa internacional que aún existe, que se llama Duncan Fox".
Eliana relata que la empresa le pidió a su padre firmar un documento asegurando que estaba contra Alemania, pero Adolfo Busch Pascale no quería ser parte de conflictos bélicos y menos tomar posición, por lo que perdió su trabajo.
“Para más remate, mi papá se llamaba Adolfo, pero cuando él nació no existía Hitler, así que era una casualidad”, se ríe. “Tuvo que vender todo lo que tenía e irse a Santiago”, agrega.
Así, por el año 1942, Eliana y su familia tuvieron que partir en búsqueda de nuevas posibilidades ante el difícil escenario desatado en Valdivia. “Yo me daba cuenta de lo que pasaba”, asegura.
“Aunque no hay mal que por bien no venga, si yo me hubiera quedado en Valdivia jamás habría sido nadadora ni equitadora, aunque talvez habría sido mucho más feliz, porque Valdivia es la ciudad más maravillosa que existe para poder vivir”, opina siempre con su eterno amor por la perla del sur.
Con nostalgia, dice que solo era una niña que debía seguir a sus padres. “Imagina cómo fue para una pequeña dejar a su perro y a su gato por algo que no le incumbe, mi papá nunca salió de Chile, pero decían que todos los alemanes eran espías, ¡mira la tontera!”, enfatiza.
“Una familia chilena, descendiente de alemán, claro, como muchos en Valdivia, quedaba en el aire, tenían que vivir de la caridad, y en ese tiempo, las leyes laborales no eran las que hay ahora, que se ha ido avanzando gracias a Dios, que hay cierto respaldo cuando a una persona la despiden”, puntualiza.
“Fue algo insólito lo que le pasó a mi papá, y por eso me vine de Valdivia, nunca lo había contado con tanto detalle, pero fue así, como lo cuento”, asegura.
La deportista dice que las repercusiones de la guerra a nivel institucional, no se reflejaron en el trato entre el común de las personas. “La gente en Valdivia trataba muy bien a todo el mundo, además que muchos estaban en el mismo problema”, comenta.
Eliana no ha vuelto a vivir en Valdivia y está radicada en Viña del Mar, pero después de muchos años sí lo hizo su padre y estuvo a cargo de los buses Vía Azul.
“Yo no pensé en volver porque antes de que mi papá volviera, me casé con un oficial de caballería. Desgraciadamente así es la vida, no podía volver, estaba casada, tuve hijos, pasas a ser harina de otro costal”, lamenta.
Abandonar Valdivia marcó la vida de Eliana. Su nuevo destino, Santiago, era una locura de un millón de habitantes que le costó aceptar. “Para una niña es un golpe que nunca se te olvida, ojalá a nadie le pasara”, comenta.
Un año después, ya instalados, Eliana comenzó a nadar en el Club Alemán. Según relata, en ese entonces la capital todavía no sancionaba a los descendientes alemanes al nivel que ocurría en el sur del país, por lo que durante al menos un año, tuvo una vida tranquila.
“Empecé a nadar, pero nunca me acostumbré a Santiago. A veces nos íbamos en bicicleta hacia el club, y los hombres me decían groserías, cosas que en Valdivia no escuchabas, realmente no sabías de esas cosas”, dice con énfasis.
“Después de un año, mi papá se había logrado levantar y teníamos una vida similar a Valdivia, pero nunca tan feliz (se ríe), es que mirar el río no más te da calma”, opina.
Ya estaba tomando ritmo, cuando las repercusiones de la guerra llegaron a Santiago y cerró el Club Alemán.
Los caminos la llevaron a nadar por la Universidad Católica, que apoyó a los deportistas del clausurado club y comenzó a entrenar en adversas condiciones.
“Andábamos como muchos deportistas hoy en día, que andan pidiendo por favor que le presten una piscinita porque no hay las necesarias”, reclama.
Eliana recuerda una anécdota de la que todavía se ríe.
“Me acuerdo que en ese tiempo me molestó -yo era una niña chica y ya había pasado otro año- que el señor rector, que era un sacerdote, dijera que 'cómo nos sacábamos fotos en los diarios en traje de baño'”, cuenta.
“¿Qué me dice usted cómo la vida ha cambiado? Yo dije, pero cómo voy a salir de la piscina vestida, en esa época no existía la farándula, entonces se hacía un poco de farándula con todo tipo de deportistas”, se acuerda.
“En ese tiempo el deporte tenía más publicación popular, entonces yo aunque era una cabra chica, le dije a mi mamá que esta cuestión era el colmo”, enfatiza.
Y continúa: “Me iban a tener que tirar una toalla a la piscina y salir envuelta para que el cura no dijera que es pecado salir en traje de baño, que además era de una pieza de arriba hasta abajo. Lo encuentro tan ridículo y sigo encontrando a la iglesia ridícula, qué quiere que le diga”.
Tras su paso por la Universidad Católica, llegó a la Universidad de Chile, donde entró a estudiar leyes, pero no se tituló.
“Estaba en otra, como dicen los lolos de ahora”, se ríe Eliana, que por esos tiempos estaba sumergida en la natación y las competencias.
“Yo en ese tiempo como nadadora era muy conocida porque los deportes antes salían en la primera página de El Mercurio, el Diario Ilustrado, La Nación, y no solo futbol como ahora. ¿Y por qué pasa eso? porque hay plata de por medio”, reclama la deportista.
Y agrega: “Yo no entiendo que en la televisión en los programas deportivos solo hablan de futbol”.
Tras casarse, se dedicó durante décadas a la equitación y en 1965 logró uno de sus sueños: salió campeona de salto en equitación y campeona de Chile en natación, todo en un mismo verano.
“Con eso quedé feliz, ambiciones deportivas que uno tiene, ambiciones sanas, tenía unas ganas tremendas. Ahí dejé de nadar, en ese tiempo en Chile no existía la natación máster (desde 25 años en adelante)”, explica.
Hasta el año 2016, estuvo dedicada a la equitación, compitiendo y luego haciendo clases, pero los años no pasan en vano y montar caballos es un deporte que a los 80 años deja huellas.
“La natación es el único deporte que no trae ninguna molestia física, no deja dolor de rodillas, talones ni cadera, es un deporte que ayuda que las personas sean útil en su vejez y no una carga para su familia”, comenta Eliana.
Reconoce que no fue fácil volver, pero no se iba a rendir. “Cuando retomé la natación, nadaba 25 metros y quedaba con la lengua afuera, igual que los perritos”, se ríe.
“A todas las personas les pasaría lo mismo, hay que empezar con mucha paciencia y ponerse metas, poco a poco, dicen que los músculos tienen memoria y eso parece que me sirvió”, opina.
Pero agrega una crítica sentida. “En Chile faltan piscinas temperadas y olímpicas, Valdivia no tiene piscina olímpica, tiene solo de 25 metros y eso se llama preolímpica, pero para que eso fuera así, tendría que tener 10 pistas y medio metro al final de las pistas, y no es así”, lamenta.
Cuando ya retomó el ritmo, cuenta que empezó a pensar en grande.
“Me entusiasmé porque había juntado una plata y quería ir nuevamente a Europa antes de morirme e invité a mi hija que vive en Coyhaique y que hace un tremendo esfuerzo para seguir nadando, porque allá hay solo una piscina municipal”, dice Eliana que aprovecha de mencionar a su hija Paulina, también nadadora.
Y sigue: “Se le ocurrió inscribirnos en el campeonato nacional de España y en un campeonato en Francia. Lo gané todo en España y en Francia también, y ella también lo ganó todo”.
“Me di cuenta de que en esos grandes países no había ninguna señora mayor que nadara como yo, entonces me di cuenta de que había posibilidades internacionales”, agrega.
Eliana encontró nuevas perspectivas en ese viaje. “La gente mayor se entrega a morir y yo no me entrego a morir. Yo estoy luchando para que la gente abra la mente y se de cuenta de que en Chile se necesitan piscinas olímpicas y temperadas porque no solamente es para los nadadores que compiten”, asegura.
La deportista enfatiza en que la natación no competitiva presenta grandes beneficios para la población en general, que debería ser promovido con mayor intensidad.
En ese sentido, insiste en que el país tampoco ha desarrollado la infraestructura que los nadadores necesitan para poder defender a Chile en las competencias internacionales y Juegos Olímpicos.
“Nosotros tenemos que viajar fuera del país a tratar de quebrar los récord sudamericanos, panamericanos y otros. He tenido que viajar a Brasil, a todos los países a tratar de dejar los récord y no he tenido tiempo para romper más”, asegura.
Eliana explica que durante la pandemia dejó de estar dentro de los ranking porque en Chile no se hicieron competencias, debido a la falta de infraestructura. Cuenta que logró instalarse en el ranking 2021 de la región porque viajó a Brasil a competir.
“Yo soy la número uno, pero en la piscina de 25 metros y en la de este año. Tengo que ir a otro país para poder entrar en el ranking de 50 metros”, puntualiza.
Eliana Busch está evaluando si asistirá a las competencias que se realizarán próximamente en Corea del Sur, pero 30 horas de viaje se imponen en su camino, debido a las dificultades y desventaja que implican para su rendimiento.
A sus 87 años, la deportista estrella figura lúcida e irradia energía, lo que atribuye a la natación, que la ha acompañado durante toda la vida en sus grandes ambiciones deportivas, que la mantienen vigente y rompiendo récords. “No me gusta que me ganen, me tienen que ganar en lo que no me interesa”, cierra.
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