Jeannette Araya y Madilina Toledo no se conocen, pero comparten el mismo dolor: ambas extrañan a un hijo que les fue arrebatado al momento de nacer.
Ambas han sentido la soledad del dolor de una madre que no encuentra respuestas tras una presunta adopción forzada, tristeza que arrastran desde hace décadas, sin que nada avance ni nada cambie.
Ante la ausencia de un nombre, un rut, algo que puedan identificar, caminan a ciegas buscando rastros que confirmen que su hijo sigue vivo.
“No hay un patrón que nos permita seguir al recién nacido porque no fue inscrito en el registro civil”, explica Roberto Gaete, subprefecto de la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI).
Las denuncias por adopciones forzadas a nivel nacional son cientos y datan desde hace décadas, sin embargo, solo en 2019 la PDI recibió la instrucción desde la Corte Suprema para involucrarse en la investigación que lideraba el ministro Mario Carroza, y que luego fue derivada al ministro Jaime Balmaceda.
Actualmente, la Policía de Investigaciones sigue la pista de 800 casos de posibles adopciones forzadas en todo el país, en lo que profundizará esta última edición de la serie de reportajes de Grupo DiarioSur, “Madres-niñas, las otras víctimas de la dictadura”.
“El tiempo juega muy en contra de poder establecer qué ocurrió con esos niños”, lamenta el subprefecto Gaete.
En 1986, Madilina Toledo tenía 20 años y vivía en Hornopirén, zona que en esos tiempos estaba profundamente aislada del resto del país.
Según recuerda, el 20 de agosto de ese año nació su hijo, aunque prematuro de siete meses, razón por la cual el auxiliar que atendió el parto, Enzo Almonacid, pidió trasladarlo a Puerto Montt para ingresarlo a una incubadora.
Madilina se acuerda que a las 11 de la mañana comenzaron sus contracciones y a las 14:00 su hijo ya había nacido. A eso de las cinco de la tarde, llegó un avión ambulancia a buscar al menor para el traslado.
“Lo llevaron a Puerto Montt y yo quedé esperando a que se cumpliera un mes para poder ir a buscarlo. Yo esperaba volver a tener a mi hijo a fines de octubre”, explica.
“A mí no me llevaron porque dijeron que no había espacio debido a la incubadora, pero yo nunca la vi”, desliza.
Madilina quedó con el corazón en la mano y en total incertidumbre. Además, contrajo sarampión, por lo que estuvo en cuarentena y no pudo ir prontamente a Puerto Montt para ver el estado de su hijo.
“En ese tiempo la única comunicación que existía era la Radio de Reloncaví. Todos los días escuchaba el programa La Fiesta Chilena para ver si escuchaba algún mensaje de mi hijo, pero nunca sucedió”, lamenta.
“Por un periodo asumí que mi hijo había fallecido, pero después fue pasando el tiempo y me di cuenta de que no era así”, asegura.
Madilina dice que su percepción cambió cuando una de sus primas tuvo una hija que realmente murió y a ella sí le entregaron el cuerpo para poder hacer un velatorio.
“Ahí empecé a pensar en qué habrá pasado con mi hijo”, sostiene.
Joven y de muy escasos recursos, se aventuró hacia el Hospital de Puerto Montt para saber qué había sucedido con su guagua.
“Me trataron prácticamente de loca buscando a una guagua que no existía”, dice tristemente.
Madilina recuerda que fue a pediatría y a neonatología, pero asegura que en ambos departamentos se desentendieron de sus consultas. No había guagua.
Desolada, recuerda que lloró amargamente afuera de pediatría, donde una joven enfermera la vio y tras escuchar la situación, le dijo que conocía a alguien que la podría ayudar.
Así, llegaron donde un doctor, a quien le explicó lo que sucedía.
“Buscó entre muchos libros hasta que encontró un libro grande y me dice aquí está: tu hijo ingresó a las 17:20 de la tarde el día 20 de agosto”, relata.
“Salía como NN, hijo de Madilina Toledo”, detalla. “También aparecía un egreso que no se entiende bien en el libro si es tres o 13 de septiembre, y de ahí no supe más”, lamenta.
“El doctor me dijo: más no te puedo ayudar chiquilla”, explica con resignación.
Madilina relata que la misma joven que la guió al doctor la llevó a una bodega.
“Me dijo ‘espérame un poquito’, fue a buscar una bolsa de basura, y me pregunta ¿por casualidad esta es la ropa de su guaguita? y yo le dije que sí”, detalla Madilina, quien sospecha que esa mujer sabía más de lo que le contó.
“Lo reconocí, era un chal amarillo y unas camisetitas que llevó, eso me lo traje de vuelta, era ropa que me había prestado mi vecina para el bebé”, se acuerda.
“Y me vine con los brazos vacíos, con el corazón roto, hasta el día de hoy sigo esperando”, lamenta.
El subprefecto Gaete conoce a la perfección el caso de Madilina, de hecho, estas últimas semanas han estado realizando diligencias, aunque sin mayores resultados hasta el momento.
“Para nosotros estos casos son super complejos para poder establecer qué ocurrió realmente con el bebé si no le dieron ningún documento”, explica.
“No hay como rastrear a ese recién nacido, no hay una identidad que eventualmente podamos consultar en algún tribunal”, reconoce.
Gaete puntualiza que se han encontrado con casos en que a las mamás les dijeron que su hijo había fallecido y después descubren que lo habían dado en adopción.
“Es muy complejo porque no hay un patrón que nos permita efectivamente saber si la asistente social o persona encargada del hospital cometió algún tipo de ilícito”, asegura.
Jeannette Araya tenía 22 años cuando dio a luz a gemelas en el Hospital de Osorno, aunque según la información que le entregaron, solo una sobrevivió. A sus actuales 55 años, aún no cree que sea cierto.
“El 28 de septiembre del año 1988 nace mi primera hija, hasta ahí todo bien y llega una doctora a revisar y me dice: gordita, tienes que ayudar porque tenemos un parto gemelar”, recuerda Jeannette, quien llegó a vivir en Osorno cuando tenía ocho meses de embarazo.
“Estoy en eso y alguien, no sé quien, dice que me duerman y me anestesiaron. Me dormí. Salí como a las cuatro de la tarde, cuatro horas después”, recuerda. “Ahí llega un auxiliar y lo primero que hice fue reclamar mis dos guaguas”, agrega.
“Me decía ‘no gordita, cálmate’, pero yo estaba histérica y lo único que hacía era llorar porque me decían que había tenido solo una guagua”, lamenta entre lágrimas.
Jeannette recuerda que el equipo médico mantuvo que solo era una guagua y no dejaron entrar a su marido ese día, a modo de castigo porque no se calmó.
“Cuando llegó mi marido al día siguiente le pedí que me ayudara porque eran dos guaguas y no me la querían entregar”, explica.
Sin embargo, ese día Jeannette comenzó un largo camino en soledad.
“(Mi marido) habló con el médico y cuando volvió, me dijo que me quedara tranquila, que ya tenía mi guagua y que la otra había nacido muerta, por lo que la habían entregado para estudios”, lamenta con gran pesar.
“Dijeron que había muerto por falta de nutrición, que yo no comía suficiente y como estaban en la misma bolsita solo una se pudo alimentar, esa fue la explicación que me dieron”, asegura.
Estuvo diez días internada y nunca más supo de su segunda hija.
“Para mí fue complicado porque mi marido nunca quiso hacer nada y yo tenía mis pechos llenos de leche, amamantaba a mi hija y era un sufrimiento porque yo sabía que esa leche que me sobraba era de otra persona que no tenía al lado”, explica entre lágrimas.
Jeannette tiene total seguridad de que tuvo gemelas, así también dice lo recuerda su esposo, sin embargo, su hoja de parto señala que tuvo solo una hija y por parto normal.
Tanto Madilina como Jeannette han encontrado consuelo en la organización Hijos y Madres del Silencio (HMS), donde encontraron a otras mujeres que están atravesando por situaciones similares a raíz de adopciones forzadas, y estuvieron dispuestas a escuchar sus historias.
“Mi anhelo es saber qué pasó con mi hijo, dónde está, con la esperanza de que esté vivo, que esté en algún lugar del mundo”, dice Madilina.
A través de la agrupación ha podido ser testigo de muchos reencuentros entre madres e hijos, que llenan de lágrimas sus ojos. “Este dolor que llevo dentro de mi corazón no se borra”, lamenta.
“Yo no sabía que hubo tanto atropello a nuestros derechos como madres”, enfatiza Madilina y responsabiliza al “Estado a través del hospital, de las matronas, las asistentes sociales y muchos otros involucrados en estas atrocidades”.
Madilina y Jeannette han puesto denuncias ante la justicia, sin obtener resultados. Madilina recurrió hace más de 20 años al Segundo Juzgado del Crimen de Puerto Montt, pero su causa fue sobreseída.
Jeannette hace tres años puso una denuncia en la Fiscalía de Puente Alto, donde reside actualmente, pero el caso fue cerrado.
El subprefecto Roberto Gaete explica que las denuncias que se ingresaban en fiscalía o tribunales hasta 2019, eran archivadas porque se consideraban prescritas, dado que no aún no se había dimensionado la magnitud de las adopciones forzadas en Chile y no había un mecanismo especial para tratarlas.
Sin embargo, actualmente la brigada que dirige Gaete está enfocada en este tipo de denuncias, por lo que el camino más adecuado para iniciar una investigación sobre una presunta adopción forzada es recurrir a la PDI.
“La Policía de Investigaciones conformó un grupo compuesto por seis funcionarios, del cual yo estoy a cargo, y empezamos a investigar las primeras denuncias que ya habían sido cursadas por el ministro Carroza y que después se delegaron al ministro Balmaceda”, explica.
El ministro Balmaceda es quien en la actualidad lidera la investigación sobre las adopciones forzadas ocurridas hasta 2004, dado que Carroza determinó que son cientos.
“Lo que hacemos es recepcionar la denuncia, remitir los antecedentes preliminares al tribunal, ahí se verifica si en primera instancia si el menor registra como adoptado, porque hay niños que igual quedaron en Chile, no se los llevaron al extranjero”, puntualiza Gaete.
En el caso de Jeannette, el subprefecto pone énfasis en que la PDI no cuenta con una denuncia, a diferencia del caso de Madilina.
“Si no ha hecho la denuncia nosotros no podemos investigar porque requerimos que las personas que tengan dudas razonables denuncien”, subraya.
Gaete explica que tienen muchos casos de mamás que han mantenido en reserva lo que les pasó en esa época cuando tenían 15 a 20 años.
“Nunca le contaron a nadie lo que les pasó con sus hijos, nosotros llegamos a entrevistarlas y a muchas de ellas les causa inconvenientes tener que contarles a su actual pareja o a sus hijos”, asegura.
“Es un tema no menor que muchas de ellas mantienen esto en secreto, solo para ellas”, agrega.
“Antes del 2019 no se hizo mucho, por lo que poder encontrar documentos que nos permitan llegar a resolver un caso ha sido muy complejo”, reconoce Gaete.
Explica que algunos de los inconvenientes que han tenido ha sido principalmente el poder encontrar documentación que respalde los partos, es decir, fichas clínicas.
“Lamentablemente por ley las fichas clínicas no permanecen más de 15 años si el paciente no se sigue atendiendo en el mismo establecimiento”, explica.
Además, se han topado con la alteración de las actas de nacimiento que sí han podido encontrar.
En aquella época y hasta el día de hoy existen dos modalidades para que los recién nacidos puedan ser inscritos como hijos biológicos de una madre, según detalla el subprefecto.
Uno es mediante el comprobante de parto que extiende una matrona o un médico que lo certifica. “Ese documento después se lleva al registro civil y se consigna la mamá biológica del recién nacido”, explica.
Pero existe otra modalidad que consiste en dos testigos que den fe de que la mujer es mamá biológica del recién nacido.
“Para todos los efectos legales tienen el mismo valor porque ambos confirman que la señora es la mamá biológica”, dice Gaete.
Sin embargo, en el caso de las adopciones forzadas, el subprefecto explica que “estos dos testigos en acuerdo con la madre adoptiva, mentían y confirmaban que era la mamá biológica”
“Y ahí no tenemos cómo determinar cuál es su mamá biológica, porque para efectos legales la mujer que fue inscrita con esos dos testigos, es la mamá biológica de ese menor”, puntualiza.
El subprefecto enfatiza que en muchos de estos casos los testigos “eran funcionarios de tribunales que estaban mandatados por alguna autoridad”.
“A esos niños nosotros los llamamos apropiados”, agrega.
Ante este complejo escenario, Gaete llama a denunciar y a tomar todas las medidas necesarias para hallar pistas sobre los menores que fueron arrebatados de los brazos de sus madres.
“Lo que nos queda es solicitarle a las personas que se hagan una muestra de ADN para tener un banco de datos genético que permita lograr los reencuentros, eso sería una gran ayuda”, sostiene.
“Si no hay un documento que nos permita establecer la identidad del menor, no hay cómo rastrearlo”, lamenta.
De todas maneras, Gaete enfatiza que también está la otra parte: los niños que buscan sus orígenes.
“Por lo general, cuando fueron dados en adopción a sus papás adoptivos les entregaron documentos, entonces ahí sí es más fácil poder llegar al origen porque hay algún proceso asociado, algún nombre que nos permite poder determinar si la madre accedió de manera voluntaria a entregar a ese menor o fue engañada”, sostiene.
El comisario Gaete detalla que las denuncias se pueden realizar tanto desde Chile como el extranjero vía correo electrónico en adopcionesirregulares@investigaciones.cl, completando el formulario que se puede descargar aquí.
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