La tarde del viernes 7 de noviembre de 2003 quedó marcada a fuego en la memoria de la comunidad valdiviana.
Tras siete días sin rastros de la estudiante de Arquitectura de la Universidad Austral, Cynthia Cortez, y en medio de una frenética búsqueda, su cuerpo fue hallado entre matorrales en el campus Isla Teja.
La universitaria de 26 años, había sido vista por última vez en la fiesta de Halloween que se realizó en su casa de estudios, el viernes 31 de octubre de ese año.
Esa noche, Cynthia se juntó con varios amigos y amigas, con los que compartió hasta la madrugada, pero en un momento la perdieron de vista y no la volvieron a encontrar. Desde ese momento, durante una semana no se supo nada sobre su paradero.
La desaparición de la mayor de tres hermanas, movilizó a la familia valdiviana Cortez Pérez. Olivia, su madre, se percató la mañana siguiente de que algo extraño había ocurrido, cuando se dio cuenta de que su hija no había llegado de la fiesta, lo cual era inusual en ella.
Con el corazón apretado, se fue a trabajar a la feria, donde la familia tenía un puesto, pero la preocupación fue mayor y al medio día se devolvió a la casa para verificar si su hija estaba de regreso.
Sin embargo, no había noticias de Cynthia.
La familia interpuso una denuncia por la desaparición y conversaron con los amigos que salieron con ella ese último día, quienes apuntaron al también estudiante de Arquitectura, Carlos Núñez, como la persona que estuvo con ella por última vez.
Según la carpeta investigativa y declaraciones que entregó el universitario, su primera versión defendía que después de bailar y estar largo rato con ella, la acompañó al baño, donde entró y no volvió a salir.
Incluso aseguró que pidió a unas chicas que gritaran su nombre adentro del baño, pero nadie contestó. Por lo que decidió irse, dijo en ese primer testimonio.
Así pasó una semana hasta que el 7 de noviembre, en uno de los tantos rastreos que se estaban realizando por la ciudad, dos estudiantes avisaron que encontraron un cuerpo entre matorrales ubicados en el sector del Jardín Botánico de la Universidad Austral.
Minutos después, y en primera instancia por la ropa, se confirmó que se trataba de Cynthia Cortez.
Con el hallazgo, se abrió un proceso judicial en búsqueda de una explicación y posibles culpables. El cuerpo de Cynthia presentaba lesiones en distintas partes del cuerpo, como cara, cráneo, y también golpes de puño.
Las pericias de la autopsia revelaron que la causa de muerte fue “asfixia por estrangulación de tipo homicida".
Durante la investigación, el principal sospechoso fue Carlos Núñez, apuntado como el último que vio con vida a Cynthia. Pese a que primero alegó inocencia, luego cambió su versión oficial y confesó el crimen.
Según la carpeta investigativa, el joven entregó una detallada declaración en la que reveló cómo terminó con la vida de Cynthia cuando se encontraban por la ribera norte del Calle Calle, a orillas del Jardín Botánico.
Declaró que allí, en un socavón, escondió el cuerpo tras asfixiar a la muchacha con sus manos.
El 26 de enero de 2004, Carlos Núñez fue sometido a proceso por homicidio simple, y cuando tuvo acceso a un abogado aseguró que él no era el culpable y cambió nuevamente su versión, acusando presiones por parte de la policía para que se declarara culpable.
Tres años después de la muerte de Cynthia, y tras una compleja investigación, en 2005, el Primer Juzgado del Crimen de Valdivia condenó a Carlos Núñez, de 22 años, como autor de homicidio simple de Cynthia Cortez, lo que le significó una sentencia de ocho años de cárcel.
Sin embargo, Carlos siguió defendiendo su inocencia, apoyado por su familia; una versión que los padres de Cynthia nunca creyeron y no dudan de la culpabilidad del condenado, ante lo cual una sentencia de ocho años no fue suficiente.
“En este país mientras no haya justicia verdadera estas cosas van a seguir pasando. Los jueces deberían estudiar para ser jueces, no debería pasar un abogado a juez, sino que un tiempo de perfeccionamiento", declaró Olivia Pérez en 2016 a la Revista Temporada.
“Se les crearía más conciencia a ellos. Toman un caso, como el de mi hija, y por más bulla que metí llegó a la mano del juez y le dieron ocho años, originalmente sin beneficio, pero en el camino las cosas se arreglan. Por la justicia me sentí defraudada, pero muy defraudada”, agregó.
Y concluyó: "Como mínimo debieron haber sido 15 años de condena. No así por la ayuda que se me brindó por parte del presidente Lagos, Carabineros, Investigaciones y por supuesto de toda la comunidad valdiviana, de ellos estoy muy agradecida”.
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