La tarde del domingo 6 de agosto Abel Manríquez Machuca decidió salir de su casa a dar un paseo en su bicicleta, un pasatiempo habitual, recorriendo parte de la ruta T-202, Valdivia-San José de la Mariquina, cuando a la orilla del camino algo le llamó la atención.
Hecho un bultito se encontraba un perro. Como es amante de las mascotas, Abel se acercó a verlo. “Lo vi por casualidad y vi que no se movía. Pensé que se había acurrucado para dormir nada más”.
Pero pronto se dio cuenta que algo estaba realmente mal. “Pasa que el perrito estaba abandonado y simplemente lo atropellaron y quedó botado ahí”, comenta.
Ya eran más de las 17 horas, intentó comunicarse con rescatistas que pudieran acudir a ayudar al perrito pero por la hora no fue posible dar con alguien disponible.
“No pensé que era tan grave y nadie lo podía ir a rescatar", dice, así que decidió volver al día siguiente. Al otro día retornó para ayudar al perro.
“Llevé agua y alimento y tomó harta agua, estaba deshidratado el animalito, tomó cualquier cantidad de agua, pero alimento no comió nada”. A su vez llamó a su amigo Héctor Flández, quien pertenece a la Corporación Bienestar Animal de Valdivia, quien lo ayudó en la tarea del rescate.
Juntos tomaron al can, al que en el momento bautizaron como “Chamaquito”, y lo trasladaron hasta la consulta veterinaria de Daniel Boroschek, con quien ya habían pactado la atención.
Lamentablemente la evaluación médica fue totalmente adversa para Chamaquito. Tenía múltiples fracturas en sus caderas y sus patas traseras, por lo que la única opción que quedó fue la eutanasia.
“Tenía quebradas las cuatro extremidades, costillas, daño en sus pulmones, no se quejaba, solo se veía su mirada de sufrimiento. En esos casos uno sabe que no tiene nada que hacer, no queda más que terminar su sufrimiento con una muerte humanitaria”, aclara Daniel Boroschek.
Abel y su amigo Héctor corrieron con los gastos y tras haber dormido a Chamaquito lo sepultaron en un terreno que tiene la Corporación Bienestar Animal frente a Las Marías, al lado de Cabo Blanco.
A pesar del triste desenlace, Abel dice que se siente tranquilo, ya que pudo darle una muerte tranquila al perrito en manos de un profesional.
“No fue tan malo, porque al animalito lo pudimos hacer descansar y lo único que hice cuando le hicieron la eutanasia fue que lo acompañé para que no se sintiera solo”, comparte.
Esta historia muestra dos caras opuestas de nuestra relación como personas frente a las mascotas y animales de compañía. Por una parte, la triste realidad del abandono de los animalitos y por otra, la humanidad de quienes los rescatan, aunque no siempre el éxito esté asegurado.
De Chamaquito se supo que en algún momento tuvo dueño, pero terminó en la carretera. “Lo único que comprobamos que tenía un chip y verificamos el chip pero no aparece ningún nombre, ningún dueño”, indica Abel.
Así lo corrobora el veterinario Daniel Boroschek, indicando un vacío legal que permite implantar un chip de identificación a una mascota pero no necesariamente registrar el nombre de una familia responsable del animal.
“En otros países la gente está obligada a tener la mascota y cada año debe presentar los papeles de las vacunas, su número de identificación, acá tenemos este perrito que estaba identificado pero no es obligación asociar su número a una familia, es como tener un carnet de identidad sin tener un nombre”, critica el veterinario.
Chamaquito es un claro ejemplo del nivel de sufrimiento que puede llegar a afectar a una mascota abandonada.
“El perrito pudo haber muerto solo y a lo mejor cuántos días estuvo allí tendido”, dice Abel satisfecho que al menos llegó a tiempo para darle a Chamaquito un final sin sufrimiento, porque de no haberlo hallado su agonía hubiese sido terrible.
“En estos momentos, a esta fecha estaría sufriendo ahí, con lluvia, mojado, estaría muriendo poco a poco”, asegura.
Abel dice que actualmente no pertenece a ninguna organización animalista, aunque en el pasado fue más activo en ese tipo de espacios. Por esa razón, no es la primera vez que participa del rescate de un perro abandonado.
Incluso rememora que en la década de los 80 organismos públicos se encargaban de controlar la población de perros de la calle con métodos que hoy resultan a lo menos chocantes, como veneno, o los mataban con golpes eléctricos.
Esos crueles métodos ya no se usan, pero persiste la tendencia a deshacerse de las mascotas, a abandonarlos por viejos, enfermos o simplemente porque ya no se les quiere. Abel siempre los ve y los identifica, generalmente a la orilla de las carreteras y caminos rurales.
"Me impresiono de la cantidad de personas que abandonan animalitos, la mayoría de los que yo he encontrado son animales que se nota que han tenido dueño, porque cuando están recién botados están en forma, no son animales que puedas decir que nunca conocieron una buena comida”, asegura.
Ya con el pasar de los días esos perros comienzan a volverse lentos ante la falta de alimento. Así, en sus salidas en bicicleta, Abel encuentra el mismo cuadro deprimente una y otra vez, incluso a veces los perros además de haber sido abandonados los han golpeado salvajemente.
“La primera vez que encontré uno, fue un perrito que le habían pegado parece que con un hacha, tenía heridas en el lomo y estaba mojado, un día de julio lo encontré a la salida de Caucau, en la parte norte”, menciona.
Agrega que a ese perro mucha gente lo vio al pasar en sus vehículos, pero nadie tomó la iniciativa para ayudarlo.
"Era un perrito viejo y estaba ahí parado, como suplicando, estaba en la vereda a la salida del Caucau y un montón de gente pasaba en auto mirando al perro con las heridas en la espalda. Vi eso y llamé a mi amigo Héctor Flández que lo fue a buscar al tiro", explica.
También le dieron un nombre, “Caucau”, por el sector donde lo rescataron. Luego lo llevaron a una clínica veterinaria, curaron sus heridas, lo alimentaron y posteriormente fue entregado a una familia que lo adoptó.
“Nos mandaban fotos de Caucau adoptado y ahora viviendo bien, encantado”, comenta Abel Manríquez.
Alguien que conoce muy bien las consecuencias del abandono de mascotas es Daniel Boroschek, médico veterinario con más de 30 años de experiencia en el área y muy conocido por la comunidad valdiviana.
“He visto casos terribles de perros y gatos abandonados, es un problema bastante serio que afecta a toda la comunidad y a todo el país, no es lo habitual en otros países, en Chile tenemos el problema porque hay desregulación y falta de educación en el tema”, apunta el veterinario.
Con ello, manifiesta que el Estado también debe hacerse presente en mayor medida, ya que no hay buenos programas de educación en cuanto a tenencia responsable de mascotas, como tampoco control de perros vagos respecto a lugares donde se puedan llevar las mascotas para cuidarlos y darlos en adopción.
Pero los principales responsables son las personas que libremente deciden tener una mascota, pero luego se desentienden completamente de ellos y los desechan.
“Mucha gente compra o adopta perros y después los hijos crecen o se van y tienen tal desapego por las mascotas que simplemente los van a dejar lejos, de lo que ellos consideran lejos de su hogar, que normalmente es una carretera o un camino rural”, indica el veterinario.
Boroschek señala que este no es el único problema, sino que la irresponsable práctica de abandonar mascotas genera una serie de otras situaciones igual de complicadas.
“Se produce depredación de aves silvestres, los perros se comen sus huevos, también se comen las gallinas de la gente”, expresa detallando algunos problemas en los sectores donde se deja a los perros, pero enfatiza la crueldad de dejar abandonada a una mascota.
“Sufren muchísimo, a mí se me parte el corazón cuando los veo sentados en la carretera esperando que los vayan a buscar sus dueños o corren desesperados detrás de un vehículo pensando que los olvidaron, pero en realidad simplemente los abandonaron”, afirma.
Y el problema se traspasa de padres a hijos en el sentido que los adultos presentan el abandono de animales como algo normal. “Los hijos están viendo que los padres lo hacen y después repiten esta historia”, asegura Boroschek.
“La gente que los bota cree que van a vivir afuera, donde los botaron. No es así. No logran vivir o se transforman en manadas que causan daños. He visto perros que viven al lado de la carretera que hacen huecos para vivir ahí”, revela.
Abel Manríquez también apunta a la falta de responsabilidad de quienes desean tener un perro, pero no se hacen cargo de lo que ello conlleva, por eso muchas veces esas personas llegan a la “solución” de abandonar al animal.
“Hay personas que adoptan o compran un perro, adoptan una mascota y en realidad no se percatan o no tienen conocimiento de que eso va a implicar toda una serie de deberes, que después se les transforman en un cacho”, apunta.
Por su parte, Daniel Boroschek plantea: “No se dan cuenta que están eliminando una vida que sufre, que siente, botarlos no es la solución, si no los pueden tener deben buscarles una nueva familia”.
Actualmente en su clínica veterinaria ubicada en calle Huemul Nº596, mantiene dos perritos que fueron atropellados en la carretera, encontrados con sus patas fracturadas. Ahora se encuentran recuperados y en busca de familia. “Esto no se termina nunca, la gente es muy desconsiderada”, concluye Boroschek.
Y todo indica que estas palabras del veterinario valdiviano son una gran verdad, la práctica de desechar mascotas no se termina, y a diario hay personas que los abandonan.
¿Y dónde son abandonados? En la orilla de la carretera, donde se quedarán esperando el retorno de su familia, pero sabemos que en realidad los están dejando a un solo paso de una cruel muerte.
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