Este 11 de abril se conmemora el Día Internacional del Parkinson, la fecha se definió en 1997 en homenaje al nacimiento del médico británico James Parkinson, que publicó en 1817 la obra “Un ensayo sobre la parálisis agitante”, el primer estudio sobre la enfermedad que, en la actualidad, lleva su nombre.
La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo y crónico, caracterizado, principalmente, por el desarrollo de temblores de reposo, bradicinesia o acinesia, rigidez muscular y complicaciones en la postura y la marcha.
Es por eso que su tratamiento incluye medicamentos y también un tratamiento neuroreabilitador que es realizado por profesionales del área de la kinesiología, fonologías y terapeutas ocupacionales.
La docente de la Universidad Santo Tomás de Osorno, Camila Palma, ha trabajado con pacientes con Parkinson y dice que tanto para el paciente como su entorno lo más complejo es aceptar los cambios corporales y emocionales de la enfermedad.
“Durante mi experiencia como terapeuta, una de las frases que más me ha impactado es ‘la enfermedad de Parkinson me hizo ver mi cuerpo’. Esto me llevó a reflexionar sobre el valor que hay en cada función y habilidad de éste, lo importante que son nuestras emociones, cómo nos sentimos y cómo nos relacionamos con el entorno”, relata Palma.
Por eso, su llamado es a valorar cada cuerpo y cuidarlo.
“No esperemos valorar nuestro cuerpo cuando aparece la enfermedad, valorémoslo ahora tomando la decisión de cuidarlo, alimentándonos de manera saludable, realizando deporte, evitando la exposición a tóxicos, teniendo tiempos de descanso y escuchando nuestro cuerpo”, dice la profesional.
Si bien el Parkinson está dentro del programa de Garantías Explicitas de la Salud (GES), aún existe mucho camino por recorrer, dado que especialmente durante la pandemia, muchos de los tratamientos integrales de neuroreabilitación quedaron postergados porque obligan al paciente a asistir al centro de salud y con la pandemia las asistencias se restringieron.
“Creo que uno de los desafíos para el sistema es que existan espacios especialmente destinados para las personas que padecen la EP, ya que es necesario que puedan sentir propio un lugar donde hayan elementos y espacios pensados en sus necesidades”, reflexiona la fonoaudióloga.
Además de los desafíos clínicos, también existen investigaciones que buscan lograr detectar de forma temprana esta enfermedad, ya que en general los síntomas comienzan a aparecer alrededor de los 50 años de edad y la EP está avanzada.
En ese sentido desde el año 2018, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile (UACH) y de cuatro instituciones internacionales se unieron para trabajar en un proyecto que busca detectar el Parkinson en forma temprana y además, generar tecnología para poder combatirlo.
Se trata de la Universidad Austral de Chile, el Centro de Trastornos del Movimiento (Cetram), la Fundación de Investigación HM Hospitales, de España y Hannover Medical School, de Alemania.
Actualmente, la UACH es la única institución chilena que cuenta con los mecanismos tecnológicos necesarios para generar sofisticadas herramientas moleculares que podrían permitir, por ejemplo, diagnosticar el Parkinson en forma temprana.
Y esto lo logran gracias a su Laboratorio de Biotecnología Médica y a su Laboratorio de Camélidos, ubicado en el ingreso norte a Valdivia, donde los investigadores trabajan con alpacas.
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