Más que singulares, las urgentes necesidades de una provincia como Aysén, siempre han dado motivos para ser analizadas y muy comentadas. Basta con recordar el terremoto del 60, las erupciones del Hudson, los trágicos accidentes aéreos, el terremoto blanco, la campana de Candelario Mansilla, la muerte del teniente Merino y varios etcéteras más.
En el caso de la agrupación de anécdotas que muestran la construcción de la Carretera Austral, éstas conforman un asombroso cúmulo de sucesos con nombre y apellido, del cual cada aysenino se siente orgullosísimo. Todos los que hemos venido siguiendo estos acontecimientos, no dudamos en señalar que la idea de la Carretera Austral es muy antigua, tanto que se puede afirmar que han sido seis los gobiernos que lentamente fueron conformando y estructurando su realización: González Videla, Ibáñez del Campo, Frei Montalva, Alessandri Rodríguez, Allende Gossens, Pinochet Ugarte.
Hoy echaremos una pequeña mirada a una situación producida en pleno gobierno de la Junta Militar, cuando se iniciaron las operaciones efectivas de la construcción de la Carretera, y en el momento en que le correspondía a un relacionador público llamado Carlos Fellenberg Führer viajar a Aysén a entregar un mobiliario solicitado por la Alcaldesa de Puerto Cisnes, señora Eugenia Pirzio-Biroli.
Fellenberg saluda al Intendente
Cuando Fellenberg visitó al Intendente no fue sólo para presentarse y saludarlo sino para resaltar su ignorancia al creer que existían caminos a Cisnes para entregar un mobiliario a la alcaldesa. El Intendente le comentó que hay un ingeniero haciendo caminos hacia allá y que pronto lo va a lograr. Este ingeniero era Antonio Horvath Kiss y Fellenberg rápidamente solicita conocerlo, conversan largas horas y el relacionador comienza a saber muchos datos sobre la provincia y a interesarse por su realidad. Incluso comenta al pasar: en Santiago es poco o nada lo que se sabe de Aysén. Y cuenta su propia experiencia como relacionador de Arica en Santiago, con oficina y todo en pleno centro. Y regresa donde el Intendente a decirle:
―Instalemos una oficina de relaciones Públicas en la capital. Me comprometo a manejarla bien. Fíjese cómo este ingeniero que usted me recomendó me ha dicho que el presupuesto no le alcanza para lo que recibe.
La instalación de la Oficina de RR.PP
Ya había un comité pro-Desarrollo de la Entidad Privada que presidía Andrés Zúñiga. Y en una reunión privada se acordó reunir unos cuantos privados, más una suma de la Intendencia y se contrató una oficina en los altos del Banco de Chile, un tercer piso de la calle Agustinas, con Fellenberg como relacionador. En pocos meses, un monumental cartel en el edificio mostraba el anuncio: OFICINA DE RELACIONES PUBLICAS DE LA PROVINCIA DE AYSEN. La atractiva campaña se echó a andar en un lugar que ostentaba más poder que una Intendencia. Pero estaba en Santiago.
Esta oficina fue tan importante, que las autoridades de la época la utilizaron para diversas instancias y tramitaciones. Se sabe por ejemplo que cuando el Intendente visitaba Santiago en reuniones oficiales, Fellenberg ya le tenía listo un dossier con sus actividades, sus contactos, sus entrevistas. Incluso Horvath, en sus planes de caminos, iba a apoderarse de los espacios de la oficina para analizar los planos y los avances y obtener importantísimos contactos telefónicos.
Sin embargo, esto duraría poco. El nuevo Intendente se quedó con la idea de que el Ministerio del Interior debía encargarse de eso y que a él no le servían las oficinas de relaciones públicas, por lo que la cerró para siempre.
La última estrategia del relacionador
Pero Fellenberg le sacaría partido por última vez, cuando una mañana se atrevió a proponerse la idea de entusiasmar al mismísimo presidente Pinochet para que se acelere la idea de la terminación de los tramos de la carretera en Aysén, obras que estaban muy vigentes en sus pensamientos. Se dirigió entonces a las oficinas de la COPEC en Santiago y les solicitó financiamiento para imprimir un folletito de la Carretera Austral.
—Pero señor ––le dicen––, la carretera Austral no existe.
—Pero por supuesto que existe ––replica Fellenberg. Aquí tengo los mapas de Vialidad.
Y ellos preguntan:
―¿Y para qué hacer el folleto?
Y entonces Fellenberg inventa una situación, diciendo:
—Es un sueño del presidente, una ambición oculta. Y a lo mejor si tenemos un stand en FISA, con los folletos ahí, podemos hacer algo.
Lo que Fellenberg no se habría imaginado jamás es que aquella osada idea le causaría un tremendo impacto al primer mandatario. Se van a la Exposición y piden presupuesto para un stand pequeño, sin mucho aspaviento, que sirva tan sólo para provocar el interés de Pinochet, quien tendría que avanzar por ese lugar mirando en detalles lo que se presentaba. Y entonces diseñaron un mapa de la carretera señalizado por luces rojas y azules que demarcaban las áreas que se habían hecho, las que se estaban haciendo y las que faltaban. Aquello constituía un gran impacto visual, pero lo que aumentó aún más el impacto era la frase que el relacionador ordenó colocar arriba del mapa luminoso: CARRETERA AUSTRAL AUGUSTO PINOCHET UGARTE DE AYSÉN, de lado a lado en la muralla.
Al centro del stand fue ubicada una modesta mesita con los miles de folletos impresos por Copec.
Fellenberg incita a Pinochet
Lo que sucedió entonces es que llegó el gran día en que debía pasar por ahí el primer mandatario. Y cuando estaba llegando al lugar, Fellenberg se para en la puerta y a grandes voces se dirige a él:
―¡Presidente, presidente, venga a conocer su carretera!”
El Jefe de Estado se da vuelta hacia el stand, lo mira, y esboza una pequeña sonrisa. Y como que lo reconoció y avanzó hacia él. Y Fellenberg insistió:
—¡Pase, pase, presidente, esta carretera lo va a inmortalizar!
Fue cuando el presidente levantó la cabeza y miró hacia el interior del stand, visiblemente impresionado por lo que estaba viendo, que Fellenberg recién se convenció del éxito de su estrategia.
Distinto hubiera sido que Pinochet hubiera pasado de largo y sólo le hubiese sonreído.
Él se había detenido, había cambiado la dirección de sus pasos y más encima, había decidido entrar al stand, interpretado por el vistoso letrero con su nombre y el de la Carretera. Una señal potente de efectividad propagandística de Fellenberg, a quien sin duda se le había ocurrido una idea genial.
Entonces cuando el presidente y su delegación va entrando al pequeñísimo stand, Fellenberg le entrega un folleto a Pinochet, éste lo abre, lo mira y ve su retrato grande al centro del folleto y toda la explicación técnica de la construcción, su historia en varios otros gobiernos más atrás, los tramos que se habían construido y los que faltaban por construir, además del vistoso mapa que tenía al frente y cuyas luces titilaban indicando también los avances técnicos.
Cuando Fellenberg comienza incluso a describir a grandes voces el proyecto, acentuando la noción de integración con Chile desde Puerto Montt al Sur, el presidente se dirige al Ministro de Obras Públicas que se encuentra a su lado, don Hugo León Puelma, y le pregunta:
―Oiga señor Ministro, ¿qué hay de esto?
Y León Puelma le responde:
—Señor presidente, sí, efectivamente está estudiado esto, pero tiene una prioridad posterior porque estamos rehaciendo el camino longitudinal hasta Puerto Montt, que se encontraba bastante destruido por el tonelaje y los terremotos, y hay que hacerlo dotar porque económicamente es más rentable para la nación.
En fin, cuando Pinochet escucha la explicación del Ministro de Obras Públicas, mueve la cabeza afirmativamente, realiza el saludo militar de rigor a Fellenberg, se da media vuelta y se va. Y entonces se quedan solos el relacionador y algunos otros funcionarios de la provincia a los que había invitado. Solos y pensando en el efecto, bueno o malo que habrá tenido esto en el primer mandatario.
Tiempo después…
Llegó el mes de Febrero y el presidente Pinochet realizó una visita de rutina a Chaitén para inspeccionar el camino que se encontraba avanzando el Servicio Militar del trabajo para lograr unir por tierra las localidades de Chaitén y Futaleufú, a fin de evitar el transbordo por el lago Yelcho. Y este camino que se estaba haciendo, bajaba por el río Frías y daba la vuelta por donde ahora está la Villa Santa Lucía y luego iba hasta el lado sur del lago Yelcho hasta unir Palena y Futaleufú.
Eso se estaba trabajando, y entonces él bajó ahí y don Carlos Fellenberg ––que lo había seguido para que en ningún momento se olvidara del stand de FISA y además para reforzar el sentido de la consigna––, junto a muchas otras autoridades como el Jefe de Vialidad, los suboficiales del Servicio Militar del Trabajo y otros del alto mando castrense.
En ese momento pregunta cómo va esta obra.
Y de pronto quedó mirando fijamente el plano por unos buenos ocho o diez segundos y entonces le hace una pregunta al jefe de los ingenieros:
―Oiga, coronel ––le dice. ¿Qué piensa usted de unir este lugar con Coyhaique?
Y el coronel se dio vuelta con gran rapidez y le responde:
—Fácil, mi general, fácil. Si usted me da equipos, nosotros con equipos lo unimos todo y no a un costo muy elevado.
Y esto fue lo que se quedó en el pensamiento de Pinochet. Contaría después don Carlos que aquella sería la banderilla que recibió el general medio a medio en la cabeza.
Llegó el mes de Marzo y se produjo un cambio en el gabinete del gobierno. Salió el Ministro de Obras Públicas Hugo León Puelma y le sucedió el mismo hombre que a Pinochet le había señalado la frase: me da maquinarias y unimos los tramos... Se llamaba Bruno Siebert. Y entonces la carretera austral comenzó a ser eminentemente construida con toda la fuerza requerida y necesaria hasta culminar en la obra que hoy es.
Singular resulta unir los aconteceres. Y la idea de Fellenberg de acudir al Automóvil Club y no a otra institución para que le brinden la ayuda necesaria en el momento justo, tiene sus asidero razonable, ya que fue Ramón Fernández en su calidad de Presidente del ACCH provincial que golpeó las puertas del gabinete del Intendente Santelices en 1969 para solicitar llevar una buena idea a la convención nacional del Club que se realizaría en Arica, y pensó en un interesante proyecto de unión por tierra de Puerto Montt con Coyhaique para ser presentado como iniciativa.
Y Santelices llamó a Arturo Sanhueza, ingeniero jefe del gobierno de Frei Montalva para que le haga un esquema y entonces aquí le agregaron otras rutas necesarias como ideas para quebrar el aislamiento. En la convención lo encontraron tan interesante que fue publicado por la revista anual.
Esto era en 1968 y serviría de precedente para la acción posterior de Fellenberg.
La historia de la carretera austral presenta muchas de estas anécdotas que nos encontramos recopilando. Tal vez se pueda más adelante reunirlas y hacer una obra que esté al alcance de todos.
OBRAS DE ÓSCAR ALEUY
La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona).
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