Tras el desastre de río Bueno de 1654 sobrevino un cierto tiempo de paz en el Futawillimapu, pero los españoles seguían mirando al sur con el deseo de cruzar dicha frontera natural para refundar Osorno y acceder hacia Chiloé desde Valdivia, sin tener que pedirle permiso a los lonkos huilliches.
Si bien las relaciones entre huilliches y españoles era cordial, eso cambió para 1758. Asimismo, las relaciones de los huilliches con sus antiguos aliados, los cuncos, ya no eran las mejores.
Según el historiador Diego Barros Arana, en abril de 1758 el lonko Huarán de los llanos del río Bueno, en la banda norte, acudió a Valdivia acompañados de sus gülmenes a entrevistarse con el gobernador de Valdivia, Ambrosio Sáez de Bustamante, para pedirle "auxilio de españoles que los sostuviesen contra las incursiones de sus enemigos los juncos (cuncos), ofreciendo tierras en que poblarse y demandando misioneros que los doctrinasen".
A consecuencia de esta solicitud, el gobernador de Valdivia logró la autorización del gobernador de Chile, Manuel de Amat, para despachar a fines de 1758 una expedición de 120 soldados y milicianos, comandada por el capitán Juan Antonio Garretón con la finalidad de construir fortificaciones en las márgenes del río Bueno.
El objetivo era, según Barros Arana, "contener las avenidas de los indios juncos y por este intermedio solicitar la apertura del camino para la comunicación de esta provincia [de Chiloé] con Valdivia".
El historiador señala que los innumerables materiales de construcción y su traslado, los agasajos para los indios, como el gasto en los milicianos fue cubierto con cargo a la plaza de Valdivia, dando cuenta de que la expedición involucraba negociaciones e intercambios permanentes.
Junto con todos los pertrechos, se anotan como ítemes cuchillos, cintas, añil, tabaco, sal y aguardiente; tela para banderas para la entrega al cacique Marimán, terneras y vacas.
Los fuertes se instalaron, al menos en su porción meridional, en las tierras del cacique Inayao que apoyó a los españoles, algo que no vieron con buenos ojos los lonkos Paidil y Catrillanca que pronto comenzaron a reunir sus lanzas para ir a la lucha.
Tras 105 años, la paz se rompió el 27 de enero de 1759 cuando el cacique lnayao es atacado por por los lonkos Paidil y Catrillanca.
La fuerza huilliche, proveniente de los llanos de Valdivia y Osorno, más los cuncos del margen norte de las confluencias de los ríos Rahue y Bueno hacia la costa, compuesta por más de cuatro mil lanzas, hizo retroceder a los hispanos y asolaron los caseríos de Inayao y las fortificaciones que los españoles llamaban de San Fernando.
Tras el triunfo huilliche y el fracaso hispano, nuevamente fue necesario el establecimiento de acuerdos y negociaciones con antelación, asunto que no se logra vislumbrar en las fuentes documentales consultadas.
Según el historiador valdiviano Gabriel Guarda, el gobernador Sáez de Bustamante ordenó el abandono del fuerte y el repliegue de la tropa ante la inminencia que los huilliches rebelados tuvieran el apoyo de los pehuenches y puelches que durante estos meses solían descender desde el piemonte cordillerano.
Aunque la expedición fracasó, en las décadas siguientes permitiría la apertura del camino real entre Valdivia y el río Bueno, en conjunto con la instalación a fines de la década de 1780 de la misión de Cudico sobre las ruinas del fuerte de Nuestra Señora del Pilar, la de Daglipulli, así como el fuerte y misión de río Bueno.
A la postre se definiría como un evento clave para la articulación de las plazas hispanas hasta Chiloé, señala Guarda.
Lo cierto es que el territorio siempre estuvo asolado por tropas españolas, destacando la expedición exploratoria del militar Ignacio Pinuer, en 1777, que salió desde Valdivia con el objetivo de encontrar la fantástica Ciudad de los Césares que según las leyendas fue fundada por los “osornenses” que escaparon de la destrucción de su ciudad en 1603.
Algunos señalaron que la historia del mito no fue más que un pretexto de los españoles para adentrarse al Futawillimapu, al mismo tiempo que el cacique Antillanca incrementó la historia para su propio beneficio y alejar a los españoles de sus tierras, en detrimento de otras tribus que no le eran leales.
El 23 de septiembre de 1792 ocurrió otro alzamiento huilliche, liderado por los toquis Queipul y Futañirre, pero esta vez el triunfo fue hispano, gracias a un ardid del coronel Tomás de Figueroa, quien se presentó como amigo en un parlamento y terminó apresando al lonko Manquepán para terminar ejecutándolo a él a y sus hijos.
A su vez la ciudad de Osorno fue refundada el 22 de noviembre de 1792 por orden del gobernador Ambrosio O’Higgins y gracias a la expedición punitiva de Figueroa al Futawillimapu.
La paz llegaría con la realización del Tratado de Paz de las Canoas se adoptaron tres grandes acuerdos.
Primero se cedió el espacio territorial comprendido desde la confluencia de los ríos Rahue -llamado entonces de Las Canoas- y Damas hasta la cordillera andina para la refundación de Osorno y el asentamiento de colonos españoles.
Segundo los huilliches se someten política y judicialmente a la autoridad colonial española y a la colaboración armada ante cualquier amenaza de los enemigos de la corona y en requerimientos de necesidades de subsistencia de los militares y colonos españoles destinados.
El tercer punto es la integración de todo el pueblo huilliche como fieles católicos mediante la aceptación del establecimiento de misiones, obediencia a los misioneros y cumplimiento de los sacramentos de bautismo y matrimonio, así como de la instrucción cristiana.
En 1793 comienza a construirse el fuerte de San José de Alcudia en un margen del río Bueno, fuerte que fue terminado en 1795, asentamiento que da origen al pueblo de Río Bueno y que en el siglo XIX logra auge a nivel comercial y social.
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