El presente artículo fue realizado por el periodista valdiviano Abel Manríquez y para su realización utilizó material biográfico de Camilo Henríquez González, desarrollado en 1994 por el investigador histórico Ricardo Bustos Castillo, más conversaciones de colaboración con dicho autor de ese mismo periodo aproximadamente.
El lugar común es que a este prócer de la emancipación chilena le conozcamos por ilustraciones, bustos y estatuas en que viste de fraile, resaltando su condición de religioso como superlativa. Pero eso no es rasgo biográfico exacto de su vida en la etapa de prócer y no le hace justicia a lo que él fue y desarrolló.
Lo grueso de su accionar en el proceso de la Independencia de Chile, lo realizó sin actuar como sacerdote y sin vestir hábito talar porque así lo solicitó expresamente.
Se convirtió en apóstata y “disoluto” –sin abandonar su fe en lo individual. Al morir se reconoce como católico en su testamento, pero firma como Dr. Henríquez y así se le identifica (no padre, ni reverendo, tampoco fraile o monje). Expiró en una casa, en Santiago, como un ciudadano y no como fraile en un convento, en el hogar que en sus últimos años compartió con la señora Trinidad Gana.
Fue considerado hereje, renegado, y apasionado revolucionario, por la Iglesia Católica de sus tiempos, porque varios asuntos religiosos los criticó como supersticiones, entre múltiples actos suyos laicistas y racionalistas. E impulsó poner límites a la participación eclesial dentro del Estado.
Protagonizó polémicas con teólogos, como sostener que los terremotos eran fenómenos naturales y no castigos emanados de la voluntad de Dios. Su mentalidad era científica, positivista.
Al llegar a Chile luego de los primeros acontecimientos rebeldes que siguieron al acto del 18 de septiembre de 1810, ya había tenido más de un episodio con la Inquisición Católica –castigos y prisión mediante-. Desde la autoridad religiosa seguía estando “entre ojos” por iluminista, enciclopedista, y leer libros prohibidos de Voltaire y Rousseau, entre otros autores herejes.
Se expuso como un sólido defensor de la libertad de pensamiento y un difusor de ideas revolucionarias, las de la Independencia, inspiradas en los pensadores que habían dado base doctrinaria e inspiración al iluminismo del siglo XVIIII y al proceso de la revolución francesa.
Sus principales afanes los concentró en la prensa y en la educación, en un contexto también político.
Su aporte al periodismo es más conocido. Pero sus preocupaciones educacionales fueron intensas en las formulaciones que hizo; y son menos sabidas.
LA EDUCACION, TANTO O MAS
Aseguraba que no era posible un estado independiente ni se podría construir una nación, sin la educación del pueblo; lo que también era un gran ideal masónico de su época de la mano con la Ilustración.
Su ataque a la ignorancia era frontal pues ella “era parte del plan de la opresión”. Planteó que la educación había sido abandonada, con lo cual por medio de la Iglesia se había impuesto la filosofía escolástica, “un nuevo y odioso yugo a la razón”.
Criticó la implantación de la enseñanza en latín como el mayor impedimento para la difusión de las ciencias y su mejoramiento.
Se lanzó y empeñó, consiguiéndolo, en que la educación fuera liberada de la enseñanza obligatoria del latín en las escuelas.
Del investigador histórico Ricardo Bustos Castillo, recopilamos, textualmente:
“Insistía en principios tales como:
“La educación es el gran principio de la prosperidad pública y garante de la libertad. No hay libertad sin luces, no hay aciertos, no hay leyes. La razón nacional, la opinión pública nace y se alimenta en la escuela, y son las opiniones las que dirigen a los pueblos”.
“Para prueba de esta verdad, no sea menester más que fundar en una ciudad tres o cuatro Colegios Asiáticos y educar en ellos a los hijos de los nobles y de los ciudadanos, y en menos de tres edades no se verían reinar en dicha ciudad otras opiniones que las de Asia”.
IMPULSOR DEL…ESTADO DOCENTE
“Consecuente con estos principios, y como la única manera de ‘formar y preservar el alma nacional’, libre de dogmatismos, de ideas fantásticas y supersticiones y del egoísmo de intereses particulares, Camilo Henríquez fue el más decidido defensor e impulsor del Estado Docente y de la enseñanza gratuita”.
Planteó que la ignorancia “no puede remediarse si no interviene el brazo poderoso del gobierno”. Como ente supremo de lo civil.
Por su gestión se estableció en el Instituto Nacional una enseñanza gratuita para jóvenes, junto con adoptarse en ese y otros establecimientos el sistema Lancaster, de una pedagogía activa y solidaria.
JUNTAS DE GOBIERNO: “INUTILES”
Acerca del poder divino de los reyes, expuso en contra argumentos sociológicos, filosóficos y morales.
Si fueran ideas exclusivamente políticas –dijo- no durarían mucho por su propia debilidad. En cambio, proyectadas con el apoyo de la religión, a quienes intentan descorrer el velo, los sacerdotes lo anatemizan de blasfemo e impío, y como el pueblo es supersticioso les perseguirá de modo terrible.
Lee preocuparon con intensidad las diversas formas de gobierno. Destacó a la democracia en sus preferencias.
En el Poder Ejecutivo le incomodaba el sistema de Juntas de Gobierno, porque si no es posible disponer de un hombre talentoso y de bien para gobernar, menos se puede esperar del conjunto de varios inútiles.(Remarcado nuestro).
Estimó que debían ser analizadas las normas del Poder Legislativo. Si en la Constitución es fundamental poner trabas al Poder Ejecutivo; interesa aún más establecer límites a la autoridad legislativa, la cual puede cometer toda clase de abusos con leyes absurdas y perniciosas.
En cuanto al Poder Judicial, era apasionado por el sistema de juicios por jurados.
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