La voz de "la radio bien valdiviana", falleció el 14 de mayo del 2021. A dos años de su deceso, Carolina, hija periodista, desclasifica aspectos desconocidos de su biografía íntima.
De voz grave, firme y única. Augusto Enrique Olave Pavez Q.E.P.D, dedicó su vida como comunicador en una emisora, que fundó en 1972, junto a su padre, el periodista y diputado Hernán Olave. Muchos dicen que la vocación la sacó de él, pero la verdad es que nunca lo vio ejercer en este ámbito, pero como dicen por ahí “el que lo hereda no lo hurta”.
No obstante, esta pasión no fue explorada de inmediato, pues antes de dedicarse a la radiodifusión sintió el llamado de la Patria e ingresó a la Escuela de Aviación Capitán Manuel Ávalos Prado de la Fuerza Aérea de Chile, lugar donde no alcanzó a completar dos años tras darse cuenta que su veta profesional no iba por ahí. Hechos que datan de finales de la década del 60.
Posteriormente, regresó a su natal Valdivia para finalizar su enseñanza media e ingresar a la carrera de Agronomía en la Universidad Austral de Chile, donde estuvo tan sólo un par de semestres, pues tampoco eso era lo que realmente sentía era a lo que dedicaría su vida.
Corría el año 1971 cuando surgió la oportunidad de obtener la concesión de una radioemisora AM, que dio vida a la que conocemos hoy como Radio Austral, cuyo eslogan es “una emisora bien valdiviana”, la cual pasó décadas manteniéndose en la primera sintonía en una ciudad donde las cadenas nacionales no eran capaces de ocupar el puesto que Augusto Olave le dio por casi cinco décadas, hasta el día de su deceso.
En casa era el padre de tres hijos, fruto del matrimonio con Edurne Echenique.
“Cada día se levantaba muy temprano, nos daba desayuno, mientras nos levantábamos para ir a estudiar. Luego nos llevaba a clases y él se iba a la radio para transmitir las noticias de las 8 am. Recuerdo alguna vez que íbamos en camino y el auto falló en un semáforo. Un auditor que iba en su vehículo con sus hijos le dijo que llegaría tarde a dar las noticias y nos llevó a mi hermana y a mí a clases. Luego, al almuerzo le preguntamos quién era pero él no sabía. Algo arriesgado para estos tiempos, pero en el Valdivia de los años 90 no lo era”.
"La radio era sin pantallas, pero aún así las personas lo conocían y reconocían en la calle, cuando íbamos a la Muestra Costumbrista en Niebla, ferias libres, etc. Crecí viendo esta llegada y cercanía que sólo él tenía con la gente”.
La radio en sí es un mundo, una de carácter local también lo es, pero además es compañía y amistad, un integrante más en las familias de las personas. Te invita a conocer realidades, reconocer en detalle cuáles son las carencias que tienen las personas de una comunidad, saber lo que ocurre en su barrio, población, saber el cómo les afecta que la calle que pasa por fuera de su casa no esté pavimentada o que la feria libre se instale en la esquina de sus casas, para bien o para mal.
También es inmediatez. ¿Cuántas veces nos enteramos del inicio de un incendio por el anuncio en la radio? ¿O del choque vehicular en una avenida de alta afluencia? Rol social de gran importancia para el bienestar de las personas, o ¿cuántas veces llamamos por teléfono para pedir una canción? ¿entregar un mensaje en el programa de los “mexicanos” a alguien que se encontraba en una zona rural de escasa comunicación?.
Ahora claro, eso no es necesario, todo el mundo tiene celular y las compañías tienen señal en casi todos lados, pero remontémonos algunas décadas y recordaremos, los que tenemos sobre 30, que antiguamente no era así y la forma de comunicarse era por radio. La “radio amiga”.
Augusto Enrique Olave, mi padre, no sólo era un gran comunicador que por vocación ejerció un rol que por muchos fue amado y por algunos criticado. El ejercicio radial le abrió varios mundos vinculados a la comunicación, entre ellos, se desempeñó como comentarista y relator de básquetbol, fútbol, tenis y boxeo.
Se convirtió en socio fundador de la Asociación de Comunicadores Deportivos de Valdivia (Acodep) en el año 1986. También como integrante de la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi) durante décadas, fue además presidente regional de la misma entre el 2001 y 2015.
Al año siguiente, fue éste organismo el que le otorgó el premio a la trayectoria, lo cual es considerado “un hito en la radiofonía nacional”, según fue consignado en la página de Archi, cuando fue anunciado su fallecimiento.
Podría llenar páginas y páginas contando anécdotas, historias y otros aspectos más personales, pero si de algo estoy segura es que sus últimos años los disfrutó a concho. No había domingo en que no partieran con mi mamá en su viejo auto gris a destinos como Pucón, termas, Temuco, Villa La Angostura o Bariloche ¡por el día!, si, por el día, ¿una locura no? Pero le encantaba ir a almorzar y regresar.
A veces se sumaba alguno de los hijos, todos ya más grandes, fuera de casa y de la ciudad, todos muy cansados, pero él como si nada, con energía para seguir manejando más horas. Pero estaba feliz, ya con el peso de los años encima pero feliz, disfrutando de la vida, de sus cuatro nietas, de viajar y de hacer todas esas cosas que en honor a la economía generada por tener tres hijos en la universidad no les era posible efectuar antes.
Su sueño lo cumplió en 2019 cuando su hijo Andrés, ya trabajando como abogado lo llevó a recorrer Egipto, lugar al que desde que tengo uso de razón él decía desear conocer. Ese sueño se lo cumplió el “retoño”, con quien eran muy cercanos, amigos y confidentes, padre e hijo muy cercanos.
El desenlace ya lo conocemos, vivimos una pandemia, nos mantuvimos alejados de la radio, ahora la retomamos y la idea es que todo perdure, que lo que comenzó continúe y mientras exista la frecuencia AM sigamos existiendo con el mismo sello con el que fue iniciada en el año 1972, manteniendo vivo su recuerdo, aunque ya hayan pasado dos años desde su partida.
Por Carolina Olave Echenique
Periodista
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