Los 24 años transcurridos desde que Carlos Silva mató y luego enterró el cuerpo de su mujer en una caballeriza en Osorno, explicarían que el delito no pueda ser perseguido, pese a la confesión que hizo a sus hijos y a la policía el pasado 5 de junio.
Así lo explicó a Diario de Osorno la abogada y asesora legislativa Bonnie Márquez Jerez, quien sostuvo que en este caso prevalece la figura jurídica de la prescripción de la acción penal, es decir, la imposibilidad de ejercer una acción judicial penal ante cierta persona, porque ya transcurrió el tiempo para hacerlo.
“Existe en el sistema procesal chileno lo que se denomina la prescripción, esto es, que los delitos, tras un determinado tiempo de ocurridos sin ser juzgados, se extinguen”, señala.
“Eso es lo que sucede en el caso de este homicidio, en que aún habiéndose hallado el cuerpo, y estando confesado el presunto autor, ya no puede perseguirse sanción porque han pasado más de los 10 a 15 años que establece la ley como plazo, dependiendo de la gravedad del delito”, agrega.
El 5 de junio la vida de Marisol, Ruth y José Silva cambió para siempre, luego que su padre de 65 años, les confesara haber matado y enterrado a su esposa, Marisol Abello Mancilla, desaparecida hace 24 años.
El 13 de julio de 1998, Carlos Silva, motivado por los celos y tras cuatro días de planearlo, terminó asesinando a su mujer. Pero no sólo eso. La enterró en una caballeriza del Club de Campo de Osorno, lugar donde trabajaba por aquel entonces. Mientras, a sus hijos les contó que la mujer los habría abandonado.
Pero todo cambió a inicios de este mes. Presumiblemente impulsado en parte por la culpa y en parte por una enfermedad que lo aqueja, Silva confesó la verdad a una de sus hijas.
De ahí, la seguidilla de indagatorias confirmaron la versión del padre. La Brigada de Homicidios (BH) de Osorno y peritos del Laboratorio de Criminalística de Puerto Montt, acudieron hasta el lugar indicado por el hombre y hallaron osamentas y vestimentas que pertenecerían a la mujer desaparecida.
Pese a haber confesado el asesinato de su esposa, Silva no podrá ser juzgado debido a la prescripción del delito. Pero no es eso lo que más aqueja a su familia, sino la presunta obligación que les habría impuesto el tribunal, de hacerse cargo del cuidado del asesino de su madre.
En declaraciones a un medio regional, los hijos cuestionaron la indicación del magistrado del Juzgado del Crimen durante un careo -la causa se ve en este tribunal debido a que el crimen fue cometido mientras regía el antiguo sistema procesal penal en Chile-.
“(El juez) nos señaló que por tratarse de una persona adulta mayor, no podemos dejarlo solo. Ninguno quiere volver a la casa”, cuenta Ruth, y recalca que su padre “no se dio cuenta del daño y dolor que nos causó; mató a nuestra madre como un animal”.
Expresó además que necesitan ayuda para resolver esta compleja situación, ya que él se niega a irse a un hogar porque quiere morir en su casa.
“Piensen en el daño que nos hizo, es un asesino. El juez nos cerró las puertas, (pero) esto no es un tema judicial, ahora es un tema social”, enfatiza por su parte Marisol.
Asimismo, relata el enorme sufrimiento que esta situación ha significado para sus hermanos menores y también para ella.
“La justicia está en deuda con nosotros y nos dejaron botados. Vivimos dos pérdidas, expresa la mayor de los hermanos Silva Abello.
José, en tanto, afirmó que están dando la cara por esta tragedia. “Vivimos una pesadilla de la cual queremos salir. Necesitamos ayuda para que se hagan cargo de él (…) Nos cuesta decirle papá por todo lo que hizo”.
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