Karen Andersen Cirera es académica del Instituto de Arquitectura y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Artes de la Universidad Austral de Chile, Doctora y Máster en Urbanismo en la Université Paris Est, Francia y Arquitecta de la Universidad de Chile. Durante este año se ha dedicado a estudiar la accesibilidad a la ribera de la ciudad de Valdivia. Detrás de este estudio, existen ítems de análisis que buscan que la equidad e inclusión de acceso a espacios sea parte de las políticas públicas y la planificación de los mismos.
La investigación titulada “Equidad espacial en el acceso fluvial. Medición del potencial del espacio público de las riberas urbanas en Valdivia, Chile (2022) publicada en la revista “International Journal of Sustainable Development and Planning” se dedicó a establecer nociones de equidad social a través del análisis caso tipo.
En ella postulan la idea que el crecimiento urbano y la falta de planificación en la ciudad ha generado espacios ribereños fragmentados y poco diversos, debido al bajo índice de accesibilidad y a las nuevas formas urbanas de la ciudad, impactando la sostenibilidad ambiental, social y económica a lo largo de las riberas urbanas.
Este artículo se enfocó en la ribera urbana de Valdivia y en las características de sus accesos desde la trama urbana hacia el río. Para ello, se consideró la evaluación de criterios de equidad espacial en el acceso de los habitantes a los beneficios y recursos del río en su vida cotidiana.
A través de diferentes metodologías cuantitativas y análisis de datos, se exploraron las relaciones entre las características socioeconómicas de los sectores de borde y las características actuales de accesibilidad al borde río.
Se eligió la ciudad de Valdivia ya que, en palabras de la investigadora, su crecimiento fragmentado y disperso en el territorio, hacia áreas peri céntrales y periféricas ha ido definiendo una relación conflictiva y desigual con su entorno natural. Además, durante los últimos años las riberas de los ríos de Valdivia se han vuelto atractivas para proyectos inmobiliarios, con la consiguiente privatización de los bordes.
Por ello, se hace indispensable pensar en la equidad ante este tipo de intervenciones. Considerando que, durante la última década, la inversión pública ha crecido en espacios públicos a lo largo de las riberas de los ríos, así como en la regeneración de barrios ribereños en deterioro.
¿En qué lugares hay más accesibilidad? ¿Cómo esto impacta a la ciudadanía? ¿Cuáles son los factores cruciales? Los resultados de dicha investigación buscaban responder qué dimensiones y condiciones urbanas inciden en el disfrute equitativo de los recursos del agua.
Para la investigadora, los espacios públicos urbanos van a definir la calidad de accesos a los ríos, como así también, las posibilidades de disfrute y uso de estos. En ese sentido, hay que pensar en ellos cómo un espacio público, que implica ir más allá de solo su concepción patrimonial. Así, se entiende también como un espacio político.
“Bajo esta lógica, la equidad en el acceso y uso de estos espacios se transforma en un objetivo de planificación y diseño. El potencial de uso público de borde río además de promover la sociabilidad y el bienestar, abre una oportunidad para la educación ambiental. El borde del río es un espacio público de encuentro social y ecológico”, enfatiza Andersen.
En efecto, promover la accesibilidad al río para las personas es una forma de integrar la vida urbana con el río, fomentando la protección del medio ambiente, la conectividad urbana fluvial y su vitalidad.
El cruce de datos de distribución socioeconómica de las zonas urbanas de los bordes, junto con metodologías cuantitativas de medición de índices de espacios públicos del borde y acceso al agua -considerando playas, muelles- arrojó interesantes resultados.
“Esta información nos caracteriza como es la relación pública y privada con el río, que va a definir a su vez el tipo de usos y de usuarios” comenta Andersen.
Se descubrió que existe una concentración del espacio público en el centro, asociado a una tipología predominante que es la de costanera, asociada a la actividad de paseo peatonal y deportes como running y ciclismo.
Asimismo, el sector del centro ofrece una variedad de actividades estacionales y permanentes, incluyendo usos comerciales, de restauración y de mercado. Además de la oferta de servicios turísticos de paseos en lancha y muelles de taxis fluviales.
Las formas de urbanización del resto de los bordes ríos, producto de extensión de la ciudad, se caracterizan por ser ramificaciones asociadas a la red vial de conexión intercomunal, sin un desarrollo de barrios, salvo el caso de los barrios históricos de la ciudad.
Por lo que se caracterizan por desarrollos exclusivamente habitacionales sin comercios ni servicios asociados o sin relación con el borde río. Entonces, el borde del río presenta una diversidad de usos públicos informales de mala calidad.
En ese punto, los tramos que se caracterizan por tener usos agrícolas, eriazos e industriales son incompatibles con el uso público de estos bordes ya que no generan vitalidad pública, ni promueven la sensación de seguridad del borde, además de ser usos asociados a grandes superficies prediales que disminuyen la conectividad lateral del borde río y promueven el deterioro ecológico.
Los resultados de densidad de accesos al río, de playas y muelles, así como de conectividad lateral (conexiones desde los barrios al rio) muestran que este acceso no es exclusivo de ciertos grupos socioeconómicos. Sin embargo, la diferencia radica en el análisis de la calidad de los entornos construidos y la compatibilidad de usos asociados. Para promover la vitalidad y seguridad es necesario una diversidad de usos que promueva la permanencia, la apropiación, el intercambio y la frecuentación tanto por residentes como por personas externas al barrio. Esto se da exclusivamente en el centro de la ciudad. Sin embargo este tipo de uso no es suficiente ya que es excluyente de otras formas de relacionarnos con el río y la naturaleza.
En ese sentido, para la investigadora, que las zonas no consideren una participación efectiva por parte de las comunidades, puede desembocar en una pérdida de identidad de quienes habitan el lugar junto al río. Para ello, comenta, el rol de las comunidades es clave ya que ellas transforman y dan sentido a los espacios.
“La participación debe, no solo recoger las opiniones con respecto al proyecto futuro de este espacio, sino también los valores de uso y la memoria asociada a esos usos e historias que, en el caso de los ríos valdivianos, es sin duda muy importante”, enfatiza.
En consecuencia, la equidad social tiene sus fundamentos en la justicia social, distributiva e igualdad de condiciones. Por lo que la equidad espacial tiene diversas escalas e indicadores, comenta la investigadora.
Es decir, cuando se mide equidad social, la accesibilidad es uno de sus indicadores. Sin embargo, la accesibilidad también tiene variadas formas de medirse en función del objetivo y escala del estudio. Este artículo se enfocó solo en un aspecto de la equidad espacial, estudiando las posibilidades físicas de accesos, en relación con la distribución socioeconómica y valor de suelo de los transectos de borde de rio.
Se considerará la equidad espacial como la posibilidad de que todos los habitantes accedan a los beneficios y recursos del río en su vida cotidiana. En relación con esto, una de las medidas de la planificación urbana para mejorar la equidad espacial seria promover los espacios públicos de calidad, conectados y diversos, evitando así la privatización de los accesos.
Para la investigadora, concluye, proyectar espacios de uso público en los bordes contribuye a cambiar la percepción negativa de varios usuarios sobre los espacios fronterizos indeterminados que muchas veces se ven como barreras. Así, se puede pensar en ellos como lugares de conectividad urbana e interacción social. La diversidad de personas y conectividad entre ellos, aporta a la equidad espacial.
“Si observamos los barrios ribereños, un alto índice de diversidad socioeconómica en viviendas con acceso transitable al río sería un criterio de equidad espacial, junto con espacios ribereños que brindan una diversa gama de actividades que pueden fomentar la participación de diversos usuarios”, concluye.
La falta de una planificación integral de la costa en los barrios costeros y de diversos espacios públicos impide el uso público de la ribera y el agua, y acelera los procesos de deterioro ecológico y la vulnerabilidad social asociada a los bordes.
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