Saber de antemano cuándo sucedería un eclipse total de sol similar al que viviremos en Chile este lunes, más las creencias locales de Centroamérica, salvaron de la muerte por inanición al navegante genovés Cristóbal Colón el 29 de febrero de 1504.
El fenómeno astronómico, que había sido consignado por los investigadores de la época, era de conocimiento de Colón, quien llevaba en sus viajes por América una copia de un calendario predictivo.
El 25 de junio de 1503 Colón y su tripulación embarcados en las dos carabelas que le quedaban, vararon en la playa Santa Gloria, en las costas de Jamaica. Las relaciones con los nativos no eran buenas. Considerados invasores, se vieron obligados a permanecer en la isla por meses.
Sin comida y bloqueados por los nativos, Colón en la desesperación se reunió con los jefes de las tribus locales y los amenazó: si no les acercaban provisiones, haría desaparecer el sol. Y les puso un ultimátum: el día 29 de febrero de 1504.
Los jefes de las tribus no le creyeron y le negaron la comida.
El día que sucedería el eclipse, Colón los volvió a reunir y les dijo que miraran al cielo. Entonces, cuando la Luna ocultó al Sol, los indígenas quedaron horrorizados. El resultado fue el esperado: Le dieron toda la comida que necesitara con tal de que el Sol volviera. El eclipse terminó y los indígenas se calmaron. Colón tomó con su gente todos los suministros que pudo cargar.
Colón llevaba consigo el “Almanach Perpetuum” de Abraham Zacuco. Por él sabía que el 29 de febrero de 1504 se produciría un eclipse total. Y supo sacarle provecho.
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