Salud

¡Sin más culpas por favor!

2 de marzo de 2025 | 10:25
La culpa es un juez interno que nos critica constantemente, afectando nuestra autoestima y relaciones.

Nos despertamos y ahí está, como una compañera que nos acompaña durante todo el día. Abrimos los ojos, y la culpa nos saluda. Comenzamos el día y ella va de la mano nuestra, analizando lo que pensamos, juzgando lo que decimos, criticando lo que hacemos.

Aparece en todo momento. Quizás surge porque olvidamos llamar a un ser querido para su cumpleaños, o por comer más de la cuenta, o por decidir tomar un descanso en vez de seguir trabajando. 

La culpa es ese juez interno que nos condena sin piedad ni justicia. Y probablemente está tan arraigada en nosotros mismos que ni siquiera la percibimos. Pero afecta en nuestra forma de relacionarnos con las demás personas, con nuestra visión de nosotros mismos, y con nuestro bienestar general.

El costo invisible de la culpa

Por supuesto que la reflexión y autocrítica son necesarias para crecer como personas, sin esta capacidad de análisis, seríamos personas narcisistas sin posibilidad de cambio y crecimiento. Pero el autocastigo proveniente de la culpa nos hunde en un ciclo interminable de autodesprecio y rechazo.

Producto de la culpa constante nos tendemos a relacionar con las otras personas desde un lado muy ansioso y complaciente, como intentando compensar todos nuestros supuestos errores. Al relacionarnos con los otros desde ese lugar, dejamos de lado nuestras propias necesidades. Y simplemente nos enfocamos en lo que el otro o la otra persona puede necesitar. Nos olvidamos de nosotros mismos, y lentamente nos vamos abandonando.

Este abandono, afecta nuestro amor propio y autoestima, ya que constantemente estamos pensando en que deberíamos hacer las cosas de un modo diferente.

Cómo identificar la culpa destructiva

Para evitar que estos pensamientos intrusivos dañen nuestra autoimagen y capacidad de goce, debemos aprender a identificarlos. 

La principal señal de alerta es cuando la frase comienza con “debería…” como por ejemplo vamos en el auto, de regreso de un cumpleaños, y en vez de pensar en lo bien que lo hemos pasado, pensamos en “uy creo que comí mucho, debería haber comido menos”, o “siento que no estuve con el cumpleañero, debería haber hablado más con él”, o “creo que conversé mucho, debería haber bailado más”. 

Y este ejemplo se puede reproducir en cualquier situación cotidiana, y en todos los roles que desarrollamos en nuestras vidas. Como padres por ejemplo: “Debería jugar más con mis hijos, debería ser más paciente”, como pareja:  “debiera ponerle más límites a mi pareja, deberíamos salir más a solas, deberíamos conversar más”, como trabajador:  “debería trabajar más concertada, debería estudiar más, debería llegar más temprano a la oficina” y la lista es interminable.

En definitiva, la culpa nos hace sentir que lo que estamos haciendo, diciendo o pensando, no es suficientemente bueno, y que requiere de un cambio. Que hay algo que anda mal. Y como decíamos anteriormente, la señal de alerta es cuando la frase comienza con “debería”.

De la autocrítica destructiva a la compasión consciente

La autocrítica y el autoanálisis se diferencia fundamentalmente de la crítica, ya que su propósito es intentar ser mejor persona, busca aprender y es la vía para poder ir evolucionando como seres humanos. Es el camino para reconocer nuestros errores, pero aceptando que somos imperfectos.

Mientras que la culpa busca castigar, rechazar, y no ofrece un camino para mejorar, es solo destrucción. Es un círculo vicioso de crítica y autodesprecio. No hay manera de hacerlo bien. 

Ahora, el ejercicio es escuchar esa voz que nos critica, y preguntarnos: “¿nos recuerda a alguien? “¿Hubo una profesora o un ser querido que nos haya hablado del mismo modo?”

Luego de reconocer la voz, podemos intentar responder, “¿es tan terrible haber comido tanto en el cumpleños?”, “¿efectivamente tengo poca paciencia con mis hijos, o perder la paciencia es propio de criar?”, “podría llegar más temprano al trabajo, pero igual tiendo a quedarme más tiempo en la oficina para terminar mis labores”. 

En la medida que podamos contestarle a esa voz que nos culpa, podemos defendernos un poco y comenzar a vernos de mejor manera. Así nos relacionamos con nosotros de un modo más amoroso, más compasivo. 

¿Cómo cambiarían nuestras relaciones si sintiéramos menos culpa? ¿Cómo mejoraría nuestra auto imagen si nos felicitamos más, si seríamos más comprensivos y amorosos con nosotros mismos?.

Sin más culpas, por favor. Ya es hora de despedir a ese juez interno que critica nuestra forma de ser, y comenzar a tratarnos mejor, a felicitarnos más, a darnos cuenta de que estamos haciendo lo mejor que podemos con los recursos que tenemos. Aceptar que somos imperfectos pero que eso es la parte maravillosa de ser un humano.

Valentina Jofré Pfeil

Psicóloga y Magíster

Fundadora y coordinadora clínica de vayabien


 

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