Por Lorenzo Palma Morales
En la sombra de un plan vial, una carretera busca abrirse paso sobre el Parque Nacional Alerce Costero. Desafía la tranquilidad del bosque y amenaza el tesoro natural más preciado de la región: los alerces, esos árboles milenarios de una belleza imponente y un valor ecológico incalculable. Son endémicos del sur de Chile y han sido testigos silenciosos de siglos de historia natural.
El proyecto pretende integrar zonas rurales, mejorando principalmente la conectividad entre Corral y La Unión. A comienzos de este año, durante una visita a la región, el Presidente Gabriel Boric dijo:
– “He mandatado al Ministro de Obras Públicas para que avance en la concreción de la Ruta T-720 que pasará por el Parque Nacional Alerce Costero y que se haga en coordinación con el Ministerio de Agricultura, asegurando que se cumpla con los estándares de conservación del parque, que para nosotros es muy importante”.
Sus palabras no dejaron indiferente a ninguna persona. El 2 de junio de 2023, un grupo de investigadores publicó una carta en las páginas de la revista Science. Rocío Urrutia, Jonathan Barichivic, Álvaro G. Gutiérrez y Alejandro Miranda expresaron que “esta obra de ingeniería se está pensando realizar en una zona de importancia mundial para la conservación de la biodiversidad y el hogar de la fitzroya cupressoide (alerce)”.
La comunidad científica global se inquietó ante la posibilidad de perder ecosistemas que albergan secretos climáticos ancestrales. Y colectivos locales surgieron en las redes sociales y se manifestaron en las plazas de La Unión y Valdivia.
Según una nota publicada por el Movimiento por la Defensa del Alerce Costero en la que busca sumar firmas para detener este proyecto, “son 10 kilómetros de una ruta dentro del parque, con un ancho de 10 metros, sumando en total 17 hectáreas de parque nacional a destruir”.
Un Estudio de Impacto Ambiental también muestra preocupación acerca de las consecuencias que podría acarrear en el delicado entorno del parque.
“Sabemos que los caminos que se establecen a través de bosques tan únicos como los de alerce no son vías hacia el progreso, sino hacia su explotación, degradación y destrucción irreversible”, dicen los expertos en la carta en Science.
En el centro de las disputas entre grupos a favor y en contra está el bosque nativo. En silencio. Emana una calma palpable, como si sus raíces profundas estuvieran conectadas con la misma esencia de la tierra.
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El Parque Nacional Alerce Costero emerge como un santuario viviente. Creado en 2010, alguna vez fue un orgullo regional, un monumento a la riqueza natural de la Región de Los Ríos en Chile. Abarca casi 25 mil hectáreas a lo largo de la cordillera de la costa, entre las comunas de La Unión y Corral. La creación del Parque Nacional Alerce Costero representa un esfuerzo importante por preservar y proteger los valiosos recursos naturales de la Región de Los Ríos y contribuir al patrimonio natural del país.
Sus bosques nativos, hogar de los venerables alerces, se erigieron como un testimonio de la majestuosidad de la naturaleza y la importancia de conservarla.
Sus dominios resguardan árboles que han presenciado la ascensión y caída de imperios y civilizaciones. Estuvieron presentes en los albores de Valdivia y otras ciudades de Chile, incluso antes de que el propio país adoptara su nombre. Estos gigantes ya existían, anclados en la tierra, mucho antes de que se trazaran las líneas de la historia. Han resistido los estragos del tiempo y han mantenido su dignidad en medio de los vertiginosos cambios que han sacudido el mundo. Algunos alerces alcanzaron su madurez a lo largo de más de 5000 años, un testimonio profundamente conmovedor de la tenacidad de la vida y la resistencia inquebrantable de la naturaleza.
El Gran Abuelo o Alerce Milenario, que reside en el corazón del parque, fue sometido a un análisis exhaustivo en el año 2022 utilizando técnicas de dendrocronología y herramientas informáticas avanzadas. Los resultados obtenidos de esta investigación ratificaron de manera concluyente que este árbol representa el “ser vivo más antiguo en existencia en nuestro planeta”. La magnitud de este árbol es tan imponente que los científicos se vieron impedidos de alcanzar el núcleo con una perforación gradual para contar los anillos de crecimiento. Como solución, se recurrió a la implementación de modelos matemáticos con el propósito de estimar su edad, la cual se calcula en aproximadamente 5.484 años. Esta revelación provino de Jonathan Baricivic, quien desempeñó un papel primordial en esta medición.
A lo largo del tiempo, los anillos de crecimiento presentes en árboles, con especial énfasis en especies icónicas como alerces, araucarias o lengas, han sido una herramienta de inestimable valor en nuestra nación para recrear una diversidad de oscilaciones históricas. Ya desde 1994, la Revista Ambiente y Desarrollo, en un artículo del Dr. Antonio Lara Aguilar, delineaba cómo estos anillos han sido una herramienta esencial para reconstruir fluctuaciones históricas como glaciaciones pasadas, explosiones volcánicas que han marcado la tierra, alteraciones en las temperaturas y precipitaciones, y también para indagar en la oscilación del sur, descifrar el fenómeno del Niño y trazar la ubicación del Anticiclón del Pacífico.
En el año 1993, el investigador Lara realizó una meticulosa medición de los anillos de crecimiento de un alerce considerado “joven”, con una edad de 3.622 años. Los resultados obtenidos a raíz de esta investigación no solo le brindaron la oportunidad de publicar un estudio científico en la renombrada revista Science, sino que también desataron un fascinante despliegue de información. Su enfoque investigativo se centró en la minuciosa reconstrucción de las variaciones de temperatura en la región sur de Sudamérica, estableciendo así un valioso vínculo entre la historia de estos árboles y la historia climática de la región.
En una etapa posterior, en 2019, el mismo investigador, en colaboración con el Dr. Ricardo Villalba, logró un avance sobresaliente en la caracterización de las temperaturas de Chile. Este hito fue alcanzado a través de un método sorprendente: la utilización de una asombrosa colección de 388.000 anillos de alerces. Gracias a esta investigación, lograron llevar a cabo una tarea extraordinaria: la reconstrucción de la evolución de temperatura de Chile a lo largo de los últimos 5.680 años.
Estas construcciones climáticas trascienden para demostrar la vital relevancia que los alerces ostentan en la comprensión de los tiempos pasados. Sin embargo, su valor no se detiene allí, ya que también arrojan luces sobre las perspectivas que se pueden concebir en el contexto del cambio climático.
De los tres tramos trazados en el diseño de este camino, el segundo es el que penetra de manera incisiva en el corazón mismo del Parque Nacional. Las huellas del progreso humano amenazan este territorio. La construcción de una carretera, el rugir de los motores que vendrá después, el paso incansable de los vehículos, podría romper el delicado equilibrio, dejando cicatrices irreparables en la trama de la naturaleza.
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El inminente destino de parte del Parque y su eventual destrucción se perfilan como un desenlace paradójico de una región que, en su pasado reciente, luchó tenazmente por la aprobación y conservación del mismo.
El inicio de este proyecto vial se remonta al año 2008, cuando fue lanzado como parte del programa “Integración para la nueva región: ejes para la integración y el desarrollo turístico sustentable”. En 2015, siete años después de la creación de la Región de Los Ríos, una Declaración de Impacto Ambiental fue presentada al Sistema de Evaluación, pero fue desestimada. Cuatro años después volvió a ingresar al sistema y actualmente se encuentra en estado de “calificación”. La información del proyecto se difundió en Radio Austral, dando oportunidad a consultas ciudadanas. Los vecinos se mostraron preocupados. El parque y su bosque han enfrentado desafíos de salud en el pasado, pero han demostrado su resiliencia al recuperarse. Es como si tuvieran una capacidad innata para sobreponerse. Han superado pruebas tan serias como incendios forestales y talas ilegales. Incluso situaciones extremadamente impactantes, como el incidente de noviembre de 2021, cuando se detectó que a 10 alerces les habían sido arrancadas sus cortezas, lo cual representa una clara prueba de cómo las acciones humanas afectan a esta y otras especies.
El alerce fue declarado Monumento Natural el año 1976, a través del Decreto Supremo 490, prohibiéndose la corta de individuos vivos y de árboles muertos con posterioridad a la fecha de dictación de este Decreto.
La investigadora Rocío Urrutia reflexiona sobre el origen mismo del parque. Dice que surgió como una respuesta vital para resguardar a la población de alerces costeros más septentrional y que, por lo tanto, resulta paradójico observar cómo, a pesar de los esfuerzos históricos en esta dirección, la noción de enlazar las localidades de Corral y La Unión persiste en la actualidad. Aunque habría sido más adecuado cambiar los planes tras la creación del parque.
Lo cierto es que la expansión se ha mantenido en suspensión debido a que no cumple con los requisitos técnicos de la legislación ambiental vigente. La comunidad mapuche Pumankque Lafken ha expresado su preocupación y ha solicitado una consulta de acuerdo con el convenio 169 de la OIT, artículo 6, en un esfuerzo por preservar los valores culturales y espirituales.
Antonio Lara ha señalado que este proyecto partió mal desde el principio, al no considerar adecuadamente los impac- tos y las medidas de mitigación.
“Esta carretera representa una visión de desarrollo obsoleta, que se basa en vender los recursos naturales a costa de la destrucción de la naturaleza y que quizás estuvo vigente hace una o dos décadas, pero ya no más”, dice el científico Jonathan Barichivich.
El proyecto de construcción de una carretera, implica una inversión millonaria , y gran parte del camino ya ha sido construido, quedando pendiente únicamente la parte que atravesaría el parque. Aunque siempre se dijo que esta carretera mejoraría la conectividad entre dos comunas, existe una preocupación entre algunos científicos sobre los verdaderos intereses detrás de este proyecto.
En la nota publicada en el página del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, el Movimiento por la Defensa del Alerce Costero dice:
“Negamos tajantemente que este proyecto sea una mejora para el vivir de nuestros pueblos, más bien responde a intereses de privados especialmente la industria forestal que busca expandir sus exportaciones por el puerto de Corral a los mercados asiáticos, aumentando y consolidando un modelo económico que solo beneficia a sus dueños, destruye la naturaleza, y aumenta la crisis climática empobreciendo a los territorios.
Creemos que este proyecto beneficia más a intereses privados que buscan obtener una ruta que conecte desde el interior de la región, a la ruta 5 Sur. Que tiene relación directa con el paso internacional hacia Argentina y la conexión hacia el “anhelado” puerto de Corral. Generando un corredor industrial que facilita la presencia de transnacionales mineras, forestales, y agroindustriales en el cono sur de la región. Que sólo buscan saquear nuestra riquezas naturales y recursos naturales a nombre de progreso y desarrollo económico”.
El peligro de extinción que enfrenta el Alerce es una cuestión alarmante, ya que su preservación es fundamental para cumplir con el Tratado de Biodiversidad firmado en la COP15. La meta número 22 de este tratado se centra en la protección de la naturaleza y los pueblos originarios. El país se comprometió el año pasado a reducir el riesgo de extinción de especies.
El científico Jonathan Barichivic agrega que la construcción de una carretera de tal magnitud tendría también impactos devastadores en la fauna acuática y en la alteración de los ecosistemas terrestres. Además, esta obra podría afectar el flujo del recurso acuífero, con posibles consecuencias futuras para el acceso al agua potable por parte de la comunidad del sector. Estas consideraciones subrayan la necesidad de analizar cuidadosamente los efectos del proyecto y buscar alternativas sostenibles que preserven tanto la naturaleza como el bienestar de las comunidades involucradas.
En julio de este año, como un giro en la lucha contra esta “metástasis vial”, el Gobierno, a través del Ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, descartó la idea de que este proyecto atraviese el Parque Nacional Alerce Costero. En su lugar, se explorará una opción que permita el paso de camiones al servicio del puerto de Corral por el borde costero. Sin embargo, esta alternativa plantea un dilema: el alcalde de Corral cree que esta solución es inviable debido a las dificultades que implica el territorio.
Entre las opciones surge la ruta T-400 como la conexión más cercana y rápida para llegar a la ciudad de Valdivia desde Corral. Este planteamiento, similar a buscar tratamientos alternativos, revela que existen caminos diferentes y menos destructivos para alcanzar los objetivos de desarrollo.
Aun así, los mismos autores que dieron voz a la alerta en las páginas de Science continúan cuestionando con preguntas inquietantes: ¿Cuán urgente es la necesidad de un sendero turístico a través del Parque Nacional Alerce Costero? ¿Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad si los bosques milenarios se consumen en llamas debido a nuestras acciones?
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