Por Roberto Cadagán
Ambos no dominaban el idioma español. Ambos sufrieron la pobreza y las dificultades de un país en crisis. Ambos debieron dejar atrás sus raíces y afectos familiares en medio de una sociedad que se caía a pedazos.
Todo por salir adelante.
Josué y Rony sufrieron las consecuencias de vivir en el país más pobre de América, el más violento y con los peores índices de crecimiento de esta parte del mundo.
Con más de 11 millones de habitantes, en Haití un 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, según datos del Banco Mundial.
Además de los altos índices de desempleo (70%), en esa isla caribeña se vive una grave escasez de alimentos y combustible.
Josue y Rony son dos hombres haitianos que en un momento determinado y al verse rodeados de la pobreza y la falta de expectativas, decidieron sacar dinero de donde no tenían para tomar un avión y aventurarse en el país que para ellos ofrecía mejores oportunidades: Chile.
Esta larga y angosta faja de tierra, se convirtió para ellos en el lugar donde esperaban encontrar las opciones que la vida Haití les había negado.
Atrás dejaron su tierra.
Pero no había vuelta atrás. La decisión estaba tomada y había que empezar de cero.
Josue Jules, es alto, mide más de 1,80 metro, tiene una sonrisa amplia y una personalidad alegre. Tiene 30 años, está casado con Johanna y juntos son padres de la pequeña Ema de cuatro años. Ella mira de reojo a su padre sin entender por qué lo entrevistan.
En su foodtruck instalado en calle Andrés Bello, sector Corvi, Josue dio vida a su emprendimiento de comida china “La picá del negrito”.
El nombre no es muy original, pero dice que es lo de menos.
Habla bien el español. Con acento y algunos errores de pronunciación, pero se hace entender muy bien. Eso le ha permitido insertarse mejor en una ciudad a la que nunca pensó llegar.
“Mi familia está formada por mis padres y siete hermanos. Soy de la ciudad de Les Cayes en el sur del país. Vivíamos en el campo. Mi papá trabajaba la tierra y mi mamá vendía la cosecha en la ciudad, pero en medio de la crisis, la guerra civil, todo estaba muy complicado”, cuenta a Grupo de Diario Sur.
“Entonces con la ayuda de mis padres, hermanos y hermanas logré juntar 3 mil dólares. En 2016 decidí viajar a Chile porque me habían dicho que acá la situación estaba mejor y que abrían las puertas a los haitianos", relata.
"Llegué a Santiago en agosto de 2016. Estuve buscando trabajo. Aprendí un poco de español y encontré un cupo en un local de comidas de la Vega Central”, señala.
En ese establecimiento estuvo un par de años, mientras encontraba algo mejor, porque -según él- los horarios y los pagos no eran muy buenos. “Me fallaron también”, dice.
Haitianos conocidos le dijeron que en sur del país podría encontrar otras oportunidades.
Y tal como salió de Haití, esta vez tomó un bus y se vino a Valdivia.
“Me gusta el sur, la lluvia y el frío es lo de menos cuando uno quiere trabajar. Y yo quiero trabajar. Comencé como copero en un restaurante de comida china. Después de dos años pasé a otro restaurante y aprendí a cocinar. De a poco fui aprendiendo más y más hasta que un día dije que quería ser independiente”, señala.
Josue Jules comenta que no ha sido fácil. Más aún considerando la pandemia, pero encontró apoyo en la sede social del sector Andrés Bello –que le permitió instalar su local en el patio del recinto- y se instaló hace más de un año.
En “La picá del negrito” ofrece platos populares de comida china, de lunes a en horario de 12.30 a 19.30 horas.
“La Fundación Nutram me apoyó con dinero para la compra de máquinas para hacer mejor mi trabajo. Aquí hago todo yo, así es que necesitaba contar con más cosas para ofrecer un mejor servicio. La gente es buena en Valdivia, viene a mi local o agenda sus pedidos por whatsapp. Estoy muy contento”, asegura.
“¿Un sueño? Claro que tengo uno. Me gustaría tener un local más grande, donde las personas pudieran venir a servirse sin pasar frío o mojarse con la lluvia. Ese sería mi sueño", comenta Josue.
"¡Ah! Se me olvidaba, me gustaría también cocinar comida haitiana para que los valdivianos la conozcan. Eso me permitiría también tener dinero para ayudar a mi familia que se quedó en Haití. Siempre me acuerdo de ellos”, cuenta con una sonrisa en la cara.
“Yo no sabía nada, pero nada de español cuando llegué a Chile el 23 de abril de 2016. No sabía ni decir buenos días”, se ríe. Así comenta Rony Goman sobre su arribo a Chile.
“Solo sabía que aquí las cosas eran mejores. Yo quería salir de Puerto Príncipe, porque todo estaba muy malo. Me vine y acá aprendí a hablar español chileno”, explica.
Rony es mecánico. Se especializa en vehículos menores y cuenta que tiene experiencia porque en su país se dedicaba a este rubro en Universal Motors.
“Acá empecé trabajando en una empresa apícola, luego pasé a una vulcanización, pero fue difícil por el idioma. Yo hablo creole, francés, inglés y ahora español. Claro que al principio no me entendían nada. A los clientes les hablaba en inglés porque pensé que me entenderían, pero tampoco sabían, me tenía que comunicar como fuera. Así es que aprendí con los amigos, con páginas web y leyendo”, destaca.
Buscando de allá para acá, encontró trabajo. Siempre dijo que si se venía a Chile era a trabajar, a ganarse la vida.
“Cuando entré a un taller fue lo mejor porque yo sabía lo que estaba haciendo, solo que no conocía el nombre de los repuestos en español, debía traducirlos. Hice cursos de mecánica en español y recuerdo que hice un buen trabajo y eso me ha permitido mantener a mi familia”, asevera.
Rony está casado con una mujer que también es haitiana, tiene dos hijos, uno de ellos un bebé de meses que le ocupa sus horas de hogar, está siempre junto a él y lo interrumpe al momento de hablar. Pero eso lo tiene alegre porque están todos juntos.
Su taller está en Simpson al llegar a Avenida Picarte y funciona de 09:00 a 19:00. “Trabajo en todo tipo de vehículos, pero me gusta rescatar los autos viejos porque creo que le ayuda a la gente repararlos y venderlos”, indica.
“La Fundación Nutram me apoyó para la compra de maquinaria para mi taller. Comencé en bicicleta, luego me compré un auto y hacía trabajos a domicilio. Ahora tengo mi taller donde espero hacerme más grande, tener más espacio donde arreglar esos autos que están botados. No me gusta ver los autos botados”, comenta.
-¿Esperas regresar a Haití o esperar quedarte?
“Quisiera quedarme más tiempo en Chile. Tener mi taller más grande en Valdivia y hacer más cosas".
En la Región de Los Ríos la Fundación Nutram apoya con insumos y herramientas a 20 familias haitianas como una forma de fortalecer sus emprendimientos y planes de negocios.
Este proceso es financiado por el Gobierno de Chile a través del Concurso Chile “Chile Compromiso de Todos” del Ministerio de Desarrollo Social y Familia.
De esta manera, se contempla contribuir con 450 mil pesos a cada familia que se encuentra en condición de desempleo y/o con emprendimientos propios.
Yohanna Del Río, responsable del proyecto de Fundación Nutram, señala a Grupo DiarioSur que a la fecha, se han concretado 12 iniciativas que se concentran en la Provincia de Valdivia.
"Dan cuenta de las diversas áreas económicas en las que comunidad haitiana se ha logrado insertar; como por ejemplo, la gastronomía, albañilería, construcción, cosmética natural, mecánica, entre otros”, asegura.
- ¿Cómo es el perfil de quienes reciben esta ayuda?
“En promedio llevan cuatro años viviendo en Valdivia. En su mayoría, son personas que al llegar, se lograron insertar laboralmente, pero al mismo tiempo, terminaron sus estudios de enseñanza media y luego, o se formaron en oficios, o instalaron sus propios emprendimientos.
Es muy relevante destacar que la mayoría de los beneficiarios aporta dineros propios para concretar la adquisición de inversiones que ya tenían contempladas realizar en sus negocios”.
- ¿Cómo ha sido trabajar en este proyecto?
“Es gratificante, pero es difícil cuando te enfrentas a personas que tienen otra mirada para hacer las cosas. Partiendo por el idioma. Aquí nuestro facilitador cultural ha sido fundamental porque nos ha permitido comunicarnos con los emprendedores y generar vínculos de confianza”.
- ¿Cuál es el apoyo que brinda la fundación?
“Una línea de gestión ha sido asesorarlos legalmente para que regularicen su condición migratoria. Lo otro, es vincularnos con emprendedores y cesantes para que encuentren una oportunidad laboral. Hay varios casos de personas que trabajan de día y de noche estudian. Incluso hay algunos que están en la educación superior”.
-¿Te has encontrado con críticas a este tipo de programas de chilenos que señalan que “la caridad comienza por casa”?
“Nos hemos encontrado con algunas prácticas de discriminación y varias críticas, pero aquí estamos trabajando con fondos de Gobierno. Esta es una propuesta de generar oportunidades en las regiones para promover la interculturalidad y una inmigración inclusiva. Los casos que hemos detectado son un aporte, no son una carga.
Para mí como chilena ha sido importante conocer cómo ellos (los haitianos) quieren aportar a la sociedad chilena. Pronto vamos a tener muchos chilenos de origen haitiano. Ellos visualizan que en el país se va a tener que reconocer el aporte que esta cultura va a significar para nuestra propia sociedad”.
Yohanna Del Río concluye que en un par de años habrá un impacto significativo de la comunidad haitiana en términos de nuevos negocios: “Será un aporte al desarrollo económico, a la dinamización cultural, a la diversidad”.
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