Con un aplastante e histórico resultado en la última elección presidencial de Chile, Gabriel Boric Font se convirtió en el Presidente electo, tras obtener un 56% de respaldo nacional con más de 4,6 millones de votos.
Este resultado lo consolida como una nueva figura presidencial con pleno apoyo para llevar adelante su programa de gobierno, que recoge las más importantes demandas ciudadanas que no han sido atendidas, ni siquiera luego del retorno a la democracia en Chile.
El reto es muy importante debido a las altas expectativas ciudadanas y, también, a raíz de que cuatro años es un periodo de gobierno muy corto, teniendo en consideración que habrá una Cámara Baja y un Senado muy divididos, como no había sucedido anteriormente.
Por eso, sin duda se requerirá de un sello de gobernanza negociadora y en red, que hasta ahora aún no se conoce en el país.
NUEVA FORMA DE GOBERNAR
Es importante recalcar que tanto esta nueva travesía política, como asimismo las grandes transformaciones de políticas públicas contempladas, requerirán de un “buen gobierno” complementado con lo que en Ciencia Política se denomina “Gobierno Consociativo”. Se trata de una marca registrada de gobierno de países hoy desarrollados, pero que antes pasaron por múltiples procesos de desencanto ciudadano, tensiones y crisis políticas, como las que se han venido plasmando y sucediendo en Chile, sobre todo en el último tiempo.
Un “gobierno consociativo” significa tener en la práctica un “gobierno de consensos”; es decir, un gobierno plural y horizontal que no representa tan solo y únicamente a un cierto partido, a una cierta coalición y, ni siquiera, a una única y determinada preferencia política e ideológica, sino que va más allá.
Tiene que ver con el fenómeno del gobierno en red, cuya gobernanza estratégica y política sirve para la generación de mayores y mejores resultados de políticas públicas de bienestar social, del desarrollo y reconocimiento efectivo de los territorios y pueblos, cuidado y protección del medioambiente, de los derechos fundamentales de las personas y de la dignidad humana y, por sobre todo, de la generación de “capital social” para mejorar la calidad de vida de los habitantes y la propia calidad de la democracia.
El politólogo Arend Liphart, estudioso y precursor del consociativismo en el mundo, en uno de sus relevantes estudios menciona algunos países que han tenido mucho éxito con este modelo consociativista, tales como Suiza, Bélgica y Holanda.
Estamos hablando de “gobiernos de consenso”; es decir, gobiernos de grandes acuerdos que necesitan generar macro y micro coaliciones, a través de las y los mejores líderes y personas altamente entrenadas y capacitadas, para poder llevar a cabo las grandes transformaciones que la ciudadanía demanda a un gobierno de turno a través del voto, con un gran respaldo y legitimidad ciudadana, como lo que acaba de ocurrir en Chile.
No importa el “color político”. Importan las capacidades, competencias y visiones transformadoras, que se pongan al servicio de una ciudadanía cada vez más exigente.
Por Gerardo González Águila
Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca.
Director de la carrera de Administración Pública y Ciencias Políticas, de la Universidad de Los Lagos.
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