Este lunes cuatro de octubre, en el tercer cumplemés de la convención, aprobamos la moción de declarar que esta nueva constitución se está redactando en un contexto de Emergencia Climática y Ecológica.
Una propuesta levantada por les convencionales eco- constituyentes, que significa una confesión inspirada en un acto de honestidad y decencia que tuvo, inexplicablemente, tres votos en contra.
Sin perjuicio de ser un gesto simbólico es, sobre todas las cosas, un acto político. Ya que esta declaración sella el compromiso de que todo contenido generado en el ejercicio constituyente debe contemplar esta perspectiva. Un pacto socio- ecológico que nos señala el camino por donde debemos construir las bases y los acuerdos para relacionarnos de otra manera con nuestro entorno natural; luchando por la conservación de los ecosistemas y no depredándolos inescrupulosamente.
Afortunadamente, desde este día, instalamos la defensa ambiental como un deber constituyente. Por más irreversible que parezca, desde este órgano podemos avanzar en la recuperación de este cuerpo magistral llamado naturaleza. Porque ella es sabia y tiene memoria; como reza el refrán las aguas siempre vuelven a su cauce. Simplemente, lo que tenemos que hacer es dejarla fluir.
Sin embargo, esta no es una tarea fácil. Y si bien, nosotros y nosotras como ciudadanas del mundo, tenemos mucho que ver en esta emergencia climática, no hay que perder de vista que el problema es mucho más estructural que nuestra acción individual, aunque no sean necesariamente excluyentes. La cuestión ambiental en Chile es una consecuencia directa del neoliberalismo y su organización de Estado. La plantación de monocultivos de pino y eucalipto, las hidroeléctricas, los megaproyectos de agricultura, ganadería, salmoneras, entre muchas otras, consumieron gran parte del valor de la vida a cambio del costo del desarrollo y progreso que, apropósito, nunca llegó.
Sin ir más lejos, vemos que proyectos tan polémicos como Dominga no se tratan de otra cosa que de un negocio perverso de la familia del presidente en el norte de Chile, pese a todos los argumentos alarmantes sobre la eventual catástrofe ambiental que inevitablemente generará. O en el sur, en la Región de los Ríos, proyecto como la central hidroeléctrica COLBUN que pretende instalarse en los cauces del Río San Pedro, amenaza con ser aprobado pese a ser geológicamente inviable, paleontológicamente destructivo y antropológicamente deplorable.
A tal punto que podría ser el primer terremoto inducido por el ser humano en Sudamérica, o podría borrar las evidencias de vida natural que precedieron el levantamiento de los Andes, o desarticular todo un tejido social y cultural que se ha ido tejiendo durante largo tiempo entre los distintos modos de vida que convergieron alrededor del río.
Es tiempo de que desde la Nueva Constitución sellemos el compromiso más importante del siglo. La defensa por la naturaleza es, sin duda, el mayor desafío y no solo de la convención, sino que de la humanidad entera.
A estas alturas de la historia no nos queda más remedio que volver a aprender a caminar. Este lunes hemos dado un pequeño gran paso.
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