La frase viene de la vieja Roma, la de los genios constructores, las legiones al mando de centuriones y decuriones, los emperadores omnipotentes, los coliseos repletos de hinchas ávidos de sangre, (claro, como no era la de ellos) y las víctimas que iban a tratar de hacer collera frente a tigres y leones preparados para tener los dientes más largos de lo normal.
Panem et circenses, pan y espectáculos de circo, que en nuestros tiempos se ha simplificado a un breve pan y circo, pero que sigue tan vigente como en aquel entonces.
Las formas han variado, ya no se trata de ver a fieras devorando a enemigos del Estado, otra máxima que ha superado el paso del tiempo, porque los espectadores debieron conformarse con trapecistas, equilibristas y payasos.
Hasta los domadores debieron guardar el látigo, presionados por la corriente animalista que acabó con los padecimientos de los maltratados artistas a la fuerza.
Pan y circo. La forma más sutil de decirle a la gente que todo marcha perfecto en una sociedad igualmente ideal. Lo han utilizado los poderosos de todos los colores y tintes, cada uno de acuerdo con el nivel de tolerancia de su pueblo.
En estos momentos, en Corea del Norte los autómatas bailan en las calles para celebrar los 81 años del nacimiento de Kim Jong-il, el hijo de Kim Il Sung, el fundador del país, y padre de Kim Jong-un, el gordito que por ahora está a cargo del buque, mientras prepara a su hijita para la sucesión, al parecer temeroso de que su atractiva hermana, Kim Yo-jong, le robe los huevos al águila.
Mientras tanto, acá, en el barrio, nuestros primos cariocas dejan los pulmones y los reales en la calle con tal de hacer una presentación grandiosa en el carnaval mais grande do mundo.
Esto es todo un fenómeno, porque los bailarines no ponen puro entusiasmo, sino que literalmente gastan casi todo lo que han reunido con el trabajo anual para la confección de trajes que en algunos casos llevan hasta encajes y otros detalles de oro, según dicen las malas lenguas, importados clandestinamente desde Chile, donde los compran en un floreciente mercado negro, o dorado, mejor dicho. No sé si será tan cierto, pero es el pelambre de moda.
¿Y cómo andamos por casa? Bueno, para no ser menos, también tenemos pan y circo. Los incendios forestales aún continúan atormentado a decenas de comunidades, autoridades y vecinos, pero por estos días estarán ocultos porque el interés de la gente ya derivó hacia la ciudad jardín y el brillo del oropel desplegado por los famosillos criollos y uno que otro artista que va a subir al escenario a cantar casi a capella, porque no hubo mucho interés en poner una orquesta como Dios manda, tal como se hacía antes de la pandemia.
Funciona el pan y el circo, aunque el pan esté caro. El circo no falla, porque mucha gente, de toda edad, parece estar en los tiempos de las princesas de Disney.
Ellas, soñando con un príncipe azul, blanco, amarillo, rojo o negro. El tono no importa, porque lo único que vale es que tenga plata. Y ellos, soñando también con alcanzar a tocar alguna de las estrellas presentes, igualmente de cualquier color, pero también con buenos bolsillos.
Desde que inventaron la gala del Festival de Viña me llamaron la atención varios puntos del asunto.
Primero, porque es innecesaria en un acontecimiento supuestamente musical; segundo, porque es una copia a la criolla de encuentros más relevantes y mejor financiados repartidos por el mundo, y tercero, porque es un despliegue de los gastos inútiles en que incurren los protagonistas, para que al día siguiente sean descuerados vivos por los sabios analistas que se van a reír de las fallas de las joyas de Fulanita y del traje de Zutanito.
Creo que habría sido más cuerdo dejarla para tiempos mejores, con el país en mejor pie económico y con menos personajes clave tan cuestionados como ocurre ahora.
El lucimiento glamoroso de unos pocos privilegiados me suena inoportuno cuando buena parte del país todavía arde y cuando hace tan poco que la propia Viña del Mar sufrió en carne propia los efectos de un incendio atroz.
Sin embargo, en el circo la función debe continuar, porque no le va a faltar público. Va a llegar hasta de los lugares más lejanos al derroche de fantasía.
Menos mal que en nuestras regiones tenemos alternativas para disfrutar de lo que va quedando de verano, en un marco más auténtico y apropiado.
Víctor Pineda Riveros
Periodista
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