Durante este verano, nuevamente hemos tenido que hacer frente a los incendios forestales en Chile, especialmente en el territorio centro sur. Aunque sus habitantes se caracterizan por la resiliencia adquirida históricamente por la permanente presencia de amenazas meteorológicas, sísmicas y ambientales, siempre nos traerá sufrimiento y será un desafío extra para las familias sureñas que ven interrumpidas sus actividades estivales. A lo anterior, se suma la crisis climática y el intensivo uso forestal de las tierras azotadas, elementos que se alzan como importantes puntos de análisis y discusión si queremos prevenir estos episodios en el futuro.
La situación se vuelve más desgarradora al pensar en las familias afectadas por estos incendios forestales de magnitudes insospechadas; el sufrimiento tiene rostros humanos, tiene nombres, historias, angustias, miedos y esperanzas. Tal catástrofe tiene consecuencias que amenazan no solo bosques, plantaciones de monocultivos y humedales, sino que repercuten directamente en la calidad de vida de tantas y tantos que lo han perdido todo.
Estos eventos nos llevan a la urgencia de discutir sobre la seguridad de las personas y los riesgos ambientales, más aún en un escenario de crisis climática que es real y global.
Esta tiene un impacto concreto en nuestro diario vivir, dejando en evidencia la falta de planificación territorial y prevención en todos sus ámbitos, lo cual que nos lleva a ver con trágica frecuencia poblados completamente rodeados de plantaciones forestales o cultivos anuales dejando a miles de compatriotas amenazados de perderlo todo, como ha pasado este último tiempo. Hay que reflexionar en profundidad que niñas y niños están creciendo en este contexto de crisis climática, de crisis también económica y sanitaria. Cuando no regulamos el uso de los suelos y no pensamos en los riesgos asociados exponemos a nuestra población a consecuencias terribles como los son estos incendios que hoy nos afectan. Por ende discutir estas cuestiones sobrepasa por mucho una conversación medioambiental, hablamos de política, hablamos del cuidado de nuestro pueblo.
Hoy nos preparamos para iniciar un nuevo proceso que quiere entregar al país una Constitución, que nazca en democracia, por lo cual sería impensable dejar fuera de la discusión ejes temáticos como la sustentabilidad, materias como la regulación de los suelos, sobre qué significa el derecho de vivir en un ambiente libre contaminación y de riesgos, - tales como los incendios -, y qué garantías dejaremos a las personas para que se sientan más seguras y viviendo dignamente. Hoy tenemos la oportunidad de que una nueva constitución proteja a nuestras y nuestros compatriotas y al territorio de la amenaza no solo de los incendios, sino también de otros riesgos de origen natural o antrópico, que por cierto acrecientan los efectos de crisis climática en nuestro país.
La carta magna debe responder a los nuevos tiempos; nos corresponde hacernos cargo de las consecuencias de los riesgos que se tomaron en los modelos de desarrollo implementados y dar un enfoque sustentable al desarrollo de todo el país en su organización más fundamental, reconociendo el contexto de crisis ambiental.
Columna de opinión de Valeria Ochoa,
Bióloga, candidata a Consejera Constitucional por los Ríos.
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