Como no pretendo pasar por entendido en textos religiosos o evangelios, busqué por ahí y encontré que Lucas y Mateo se encargaron de destacar la frase de Jesús que llama a poner la otra mejilla cuando algún adversario te agrede. La idea es no responder al mal con otro poco de mal, sino con amor hacia el enemigo.
¿Amor hacia el enemigo? Se ve difícil en estos tiempos. Imposible, prácticamente. Por ejemplo, no podríamos pedir a un ucraniano que trate con cariño a un invasor ruso.
La otra cara de la medalla se basa en la ley del talión, que propone diente por diente y ojo por ojo. In other words, como cantaba Sinatra, atrévete a tocarme de nuevo que te hago bosta. Resulta mucho menos limpio, pero más actual, conociendo cómo está el mundo y la gente que destrozonamente lo puebla.
Lo nuestro, obviamente, no son los sermones dominicales, sino algunas reflexiones con respecto a la contingencia política nacional. Más específicamente, a la odisea de la ministra del Interior, Izkia Siches en su intento por llegar a dialogar con los comuneros de Temucuicui.
El nuevo gobierno ha dicho en reiteradas ocasiones que va a privilegiar el diálogo y el trato directo en todas las zonas del país donde esté en vigencia un problema que afecte a una importante cantidad de ciudadanos, tal como ocurre en el norte grande, con la inagotable llegada de migrantes irregulares e ilegales, o en el sur y el viejo conflicto por la tenencia de la tierra.
Esto último nos toca muy de cerca, porque si bien en la capital se habla casi exclusivamente de la provincia de Arauco, en el Biobío, y de la región de la Araucanía, nosotros no podemos obviar que unas cuantas acciones violentas han tenido también por escenario a algunas comunas de Los Ríos.
Para ser consecuente, y creemos que así seguirá, a pesar del percance de la ministra, el gobierno del Presidente Boric no va a mantener los estados de excepción y va a poner la otra mejilla hasta que le quede bien colorada de tanto recibir charchazos, mientras la oposición va a tener tema y tiempo para presumir que “con nosotros esto no hubiese pasado”.
Esto es raro, porque no podemos olvidar que lo ocurrido en el ya legendario Temucuicui fue en plena vigencia del estado de excepción, con lo cual se demostró que es tan útil como la ley contra la violencia en los estadios o la prohibición de acercarse a la víctima con que se sanciona, con inhumana severidad, a aquellos salvajes que se acostumbran a maltratar a sus mujeres.
En todos los temas que se pueden manejar diplomática o políticamente, nuestras flamantes autoridades deben insistir en la necesidad del diálogo, por muchos que sean los portazos recibidos.
Ahora, hay que sopesar muy bien qué hacer frente a algunos detalles que todo el país pudo ver y oír en el incidente que protagonizó la ministra. Nuevamente hicieron su numerito las armas de guerra, porque los 50 o 60 tiros, algunos en ráfagas, no provenían de escopetas de caza ni de rifles a postones.
Todavía hay dudas relacionadas con los autores de los disparos y el asunto se sigue viendo según el color del cristal con que se mire. Eso ya estaría bueno que se aclare definitivamente, tal como sería necesario saber cómo y de dónde llegaron esos juguetes tan caros al humilde bosque.
No son los únicos fierros desparramados por el país, como bien sabemos. Desde las grandes ciudades hasta los pueblos pequeños, que hasta poco eran una taza de leche se han visto convertidos en polígonos de tiro para delincuentes que a cada rato demuestran no tener ni pizca de miedo a las policías ni a ningún organismo del Estado capaces de ponerlos en su lugar.
Los narcos son la punta de lanza de esta epidemia, que ya parece pandemia y que amenaza con convertirse en endemia.
Con ellos no se puede dialogar y menos se puede o se debe ponerles la otra mejilla. ¿A alguien se le ocurriría intentar buscarle a la buena a tipos de gatillo tan fácil que se matan entre ellos a la primera mirada fea?
Desde luego, ahí no hay no funcionan la diplomacia ni las buenas intenciones, pero ¿hay cabida para el diente por diente, ojo por ojo?
Tampoco. No se puede pensar en un ataque a lo Putin contra los fortines narcos porque se corre el riesgo de victimizar a inocentes y ahí sí que sería peor el remedio que la enfermedad.
Entonces, hay que buscar una fórmula inteligente para restar poderío a los malos sin tocar a los buenos.
Como no tenemos esa fórmula en nuestro poder, solo podemos desear que los encargados del país tengan el cacumen necesario para dar con ella y que la comunidad colabore.
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