En estos días, la ciudadanía ha visto a la política alejada de la ética de vocación y de la responsabilidad. Weber, que siempre ha sido citado describía a ambas, cómo elementos complementarios, que han de concurrir para formar políticos auténticos, que permitiera sopesar los pros y los contras, de las decisiones que han adoptado. Entre, los fines y los medios, no todos son lícitos, aunque se tenga la convicción de la conveniencia del fin.
Así, el panorama presentado por la encuesta CEP, era previsible ya que refleja un período desde el 18 de Octubre hasta el 22 de abril de 2020, que ha sido muy difícil para la ciudadanía, no sólo por lo sanitario sino, porque se ha sumado a la falta de la credibilidad en las instituciones.
Además, ésta polarización que observamos entre el gobierno y las diferentes oposiciones, dentro de las coaliciones y a nivel de liderazgos, no se percibe con igual intensidad a nivel de la población.
La encuesta indica, que las personas, se sitúan al centro del espectro ideológico y los polos izquierda y derecha, están bastante semejantes.
Lo mismo, se refleja a nivel de los personajes políticos que han sido evaluados negativamente y de manera transversal. Sólo, los liderazgos individuales, con mayor aceptación, son los que interpelan a “mi pueblo”,”mis nietitos” o “a la gente”. Es decir, el estilo de la inmediatez de hacer política, basados en prometer soluciones del “pan, para hoy y hambre para mañana”.
Dado lo anterior, es el momento apelar a ese tan lejano, sentido republicano, que conocimos, a ese centro político moderado y democrático, hoy diluídos, que permita frenar este “circo romano de la farándula y del conjunto vacío. Lo anterior, implica recuperar la conciencia, que la gestión del poder está radicado en la ciudadanía y de la función que cumple en la democracia, los partidos políticos, que son los mediadores y catalizadores institucionales, del tejido social y que por varios años han estado ”al debe”, en esta acción fundamental.
El diagnóstico en todas las encuestas y estudios, es muy revelador de la enfermedad, casi terminal, por la que atraviesa nuestra democracia y que sin contradicciones, ha manifestado síntomas graves como es la carencia de civismo, la fragmentación del sistema electoral, la baja participación electoral producto del voto voluntario, las renuncias masivas de militantes en los partidos políticos tradicionales, la generación de nuevos cuadros de liderazgos desvinculados de la ciudadanía y desde un tiempo se ha visto acentuado por la falta de acatamiento al cumplimiento del Estado de Derecho.
Sandel, hace un tiempo indicaba: "son momentos difíciles para la democracia, porque de alguna manera los ciudadanos democráticos, están frustrados con los sistemas políticos” e indicaba que, ”entre, los desafíos que deberá hacer frente, está el surgimiento de populismos intolerantes, que apelan a impulsos oscuros".
Pues bien, esos “impulsos oscuros”, han quedado en evidencia durante este tiempo en nuestro país. Es por ello, que cualquiera de los candidatos presidenciales que pretenda gobernar el país y que quiera promover una agenda, le será muy difícil y tendrá el riesgo de la gobernabilidad asociada.
Es por ello, que sólo buenos deseos, promesas vacías y los gustos personales, deberán ser desplazados, por quiénes tengan trayectoria, mucha escucha y sobre todo, un programa de gobierno para presentarle al país, que aúne sensibilidades diferentes y recoja con realismo político y económico, este momento de incertezas, para pasar a la certeza.
Vivimos un momento de inflexión, Bárbara Tuchman en “La Marcha de la locura”, indicaba: “A veces los países entran en ciclos de irracionalidad que los llevan al abismo y en ese proceso, las culpas son compartidas”. La mayoría del país pertenece(al menos, se declara) al centro independiente, moderado, plural y democrático, que hoy está agotado y cansado, por la falta de empatía transversal y que siempre se ha caracterizado por su voluntad de diálogo.
En este análisis “simplificado”, de nuestra realidad política, es prioritario que procesemos con mesura y criterio, el país que tenemos y como miramos este presente vacilante para sacar lecciones, que nos permita seguir construyendo en democracia, un proyecto de futuro dentro del respeto irrestricto al marco jurídico e institucional, que tenemos.
Marta Canto Castro
Cientista Político-Administrador Público
UCEN-ENA Francia
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