Hoy se ven menos que nunca, pero no faltan los intransigentes devotos del humo, que alguna vez fue objeto de culto, símbolo de virilidad o de independencia, dependiendo de quien se convirtiera en transitoria locomotora humana.
La cultura occidental dio un estatus especial al hábito de fumar. El cine, por ejemplo, pintó durante décadas a héroes y heroínas con un pucho en la boca. El jovencito de la película tenía que demostrar de esa forma que era bien macho y la protagonista femenina tenía que ponerse a su altura ¡¡¡!!!. A James Bond, ícono de este tema, se le fabricaban cigarrillos exclusivos, con una mezcla de tabaco turco y balcánico. A la imagen del agente 007 se le atribuye mucha responsabilidad en el aumento de consumo registrado en el mundo desde sus primeras cintas. En los últimos trabajos de la serie, afortunadamente, los fumadores desaparecieron, salvo cuando el asunto se hace estrictamente necesario.
El siglo XX estuvo marcado por los fumadores, de toda alcurnia y pelaje. Varios líderes de las grandes potencias se lucieron de esta forma, como Franklin Roosevelt, Eisenhower y hasta el mismísimo Pepe Stalin, quienes se dejaron fotografiar con una colilla colgando. Ni hablar de sir Winston y sus monumentales palos de escoba. Y hay muchos más, pero la variante del tema que nos motiva en estas líneas es lo que ocurre hoy con el tabaco y sus aficionados.
Hablamos con conocimiento de causa, porque afortunadamente pudimos colgar los botines, hace nueve años, luego de un largo tiempo metidos detrás del humo. Lo logramos a sangre fría, de un rato para otro, sin pedir paz ni tregua. Se puede. Claro que se puede, pero depende de cada uno tomar la decisión de dejar de fumar, así que no se nos confunda con un consejero o un predicador.
Sacamos el asunto a colación porque en estos momentos tan complicados, de tanto miedo al virus y sus consecuencias, los médicos resaltan con mayor fuerza la conveniencia de cuidar los pulmones, no solo los propios, por supuesto.
Está claro que quien lleva tiempo fumando enfrenta con mayores dificultades un eventual contagio, pero ¡ojo!, que también los piteadores novatos se exponen varias veces más que quienes no fuman. Y no solo el peligro es para adictos a los cigarrillos, porque lo mismo atañe a los que usan pipa y ¡más ojo todavía!, a los aficionados a la marihuana y otras hierbas o yerbas, según su gusto, porque ambas formas son correctas. Como el covid 19 todavía arrastra incertezas en varios aspectos, hay opiniones científicas que se contraponen en este punto, pero muchos expertos aconsejan alejarse de los fumadores, porque pueden esparcir gotitas del mal hasta tres metros más allá de su boca.
Hace poco debí ir al centro de Valdivia y estuve un par de minutos en una cola en las afueras de un banco. Delante de mí había un tipo tamaño XXXXXL, que de repente se bajó la mascarilla y encendió un cigarrillo, con el que repartió humo y hedor hacia los cuatro puntos cardinales. Como pudimos, nos alejamos de él, ya que era tan grandote que nadie se atrevió a pedirle que se fuera con su pucho al lugar que merecía.
Fue solo un pequeño ejemplo de lo mal que respondemos ante la emergencia. No son solo las fiestas, las aglomeraciones innecesarias ni los cultos con atropellados imaginarios. Con tan nulo altruismo no puede resultarnos extraño que la situación no mute hacia una salida rápida y segura.
Víctor Pineda Riveros
Periodista
El Francotirador en la Ribera
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