En medio de la noche el fuego hizo sucumbir el añoso galpón a un costado del poblado de Nontuelá, cuyos pobladores se resintieron con la pérdida.
Lo que se perdió no fue solo un viejo galpón, sino que una construcción que reunía todas las características de una estructura patrimonial pues, como lo saben muchos adultos mayores especialmente de Nontuelá y Santa Laura, ese galpón albergó hace décadas a la Escuela Rural N°100 de Nontuelá.
El galpón de seguro fue levantado en la época en que existía el fundo Nontuelá, de la familia Hermann, terrenos que hacia 1939 fueron adquiridos por la Caja de Colonización Agrícola, que era la entidad “encargada de formar, dirigir y administrar colonias destinadas a organizar e intensificar la producción, propender a la subdivisión de la propiedad agrícola y fomentar la colonización con campesinos nacionales y extranjeros”.
El proceso de colonización creó 29 parcelas sobre las 3.532 hectáreas del antiguo fundo, distribuidas entre quienes fueron sus inquilinos, y que dio origen al actual poblado de Nontuelá, así que podemos intuir que ese galpón tenía en la actualidad más de 90 años.
Con el establecimiento de los colonos, llegó también la necesidad de dar educación a los hijos de las familias, así se creó oficialmente la escuela el 10 de septiembre de 1945, mediante el decreto supremo N°1.142.
LA ESCUELA RURAL
Conversando de la triste novedad que significa esta pérdida patrimonial con doña Rebeca Armstrong, viuda del recordado profesor y escritor Ramón Quichiyao, me comentó que ella cursó su primer año de enseñanza básica en ese galpón, en el año 1959.
“Las clases se hacían en el primer piso, habían 2 salas grandes, en una sala la profesora le hacía clases a primero y segundo, y en la otra el director estaba con el cuarto, quinto y sexto”, revela doña Rebeca, recordando también al director de la escuela, Fabio Saavedra, quien vivía en el sector de Amancayes y todos los días caminaba desde allí hasta le escuelita que dirigía.
“El almuerzo de los alumnos se preparaba en una cocina de fogón que estaba al lado del galpón, en ese tiempo había pobreza extrema”, señala enfatizando lo modestos que eran los almuerzos que el Estado entregaba, ya que “en ese tiempo las comidas eran unos porotos con unos fideos dando vueltas en el plato”, por eso era común que los niños llevaran sus aportes en verduras y legumbres para hacer más contundentes las comidas.
Numerosos niños asistían a diario a la Escuela N°100, desde Santa Laura, San Luis, Pata de Gallina, y otros lugares, y “hacía frío dentro de la escuela, no teníamos gran calefacción, era helada, como bodega tampoco tenía forro, la parte de las salas tenía un poquito de forro, pero igual cuando había harto viento se sentía el frío”.
EL PRIMER PROFESOR
Sin embargo, de los pocos datos que he logrado recabar, doña Juana Vargas, vecina de Nontuelá, me explicó que ella siendo niña llegó al sector y vivió algunos meses en el segundo piso del galpón junto a su familia, mientras su abuelo Florencio Vargas construía una casa en la parcela que le correspondía en Nontuelá Alto, lo que debe haber sido hacia el año 1945.
Aquí aparece el nombre de quien fue el indiscutido fundador de la Colonia de Nontuelá, el recordado Enrique Strange, ya que “el primer profesor que hubo acá en Nontuelá fue don Enrique”, afirma doña Juana Vargas, revelando que ante la inexistencia de una escuela, este hombre se dio a la tarea de formar una y, sin serlo, asumió como profesor hasta que llegara uno a la colonia.
Doña Juana no recuerda que el viejo galpón haya funcionado como escuela, pero “al lado sí, en una casa que tenía don Enrique Strange, era una casa alta de 2 pisos, abajo era bodega y don Enrique la desocupó, arregló bancas y juntó niños, y hasta yo estuve en esa escuelita con mi hermana” comentó, apuntando a que en ese tiempo se juntaban una decena de niños en la escuela original.
Por ahora queda la interrogante de en qué momento la escuela comenzó a funcionar en el antiguo galpón, y hasta qué año se quedó allí.
LA NUEVA ESCUELA
Posteriormente, en la década del 60, se levantó la nueva escuela en el sitio que ocupa actualmente, y el galpón quedó en el recuerdo de los estudiantes que allí recibieron instrucción, aun así esa estructura no se divorció de Nontuelá, de hecho el profesor Oscar Casal, quien llegó al sector a ejercer en 1972, me compartió que en esa época aprovechó el primer piso del galpón para hacer clases de educación física.
Así con los años, a inicios de la década de 1990, Agustín Edwards inició una arremetida de compras de propiedades que terminó conformando a la Agrícola Santa Isabel, adquiriendo el fundo en donde se encontraba el galpón y allí, a un costado del poblado de Nontuelá, solitario dentro de ese feudo con aspecto de parque, como un añejo monumento quedó el galpón con pasado de escuela, que casi 30 años más tarde terminó su existencia en medio del fuego.
Así fue a grandes rasgos la historia del galpón, que guardaba un valor arquitectónico y comunitario que no supimos resguardar a tiempo, quizás solo en el pensamiento pero sin acciones que, hasta donde yo sepa, apuntaran a rescatar esa infraestructura. Cierto es que al encontrarse dentro de una propiedad privada tan exclusiva como un fundo ese objetivo se complejizaba, pero no invalidaba el intento.
Para la comunidad nontuelina el abrupto final del galpón fue un trago amargo, pues les arrebataron un elemento de la autenticidad de su propia historia que comenzó en 1940 con la Colonia de Nontuelá, y de la misma forma existe el riesgo de que otros sectores de Futrono pierdan sus valores histórico-arquitectónicos, por lo que este incendio es un llamado de atención para llevar la vista a reconocer nuestro patrimonio material, y a actuar para cuidarlo o recuperarlo.
Este fue un recorrido a grandes rasgos por la historia de Nontuelá a través de la vida del viejo galpón, completar la historia de este poblado y su gente es tarea a asumir de ahora en adelante.
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