Muchos lo consideran un barrio de la periferia, pero en los últimos años ha sido protagonista de nuevos desafíos urbanísticos para Valdivia. El nombre de Las Mulatas ya llama la atención, aunque no está claro a qué se debe su nombre y es imposible no relacionarlo con los esclavos de origen africano que llegaron durante la colonia al Reino de Chile.
Surge la pregunta entonces ¿hubo esclavitud de afrodescendiente o mulatos en Valdivia?, ¿hay valdivianos descendientes de gente de raza negra? o ¿el barrio Las Mulatas es un lejano recuerdo de la esclavitud en los albores de la ciudad? A casi todas estas consultas se puede decir sí.
A Valdivia también llegaron afrodescendientes, casi con la llegada de los conquistadores españoles, aunque no hay mucha información acerca de ellos o al menos con mayores detalles.
Según el libro “Nueva historia de Valdivia” (2001) del padre Gabriel Guarda, durante el siglo XVI, cuando se instalan los españoles en Valdivia crean la Fundición de Quintos (Oro del Rey) en sociedad con Juan de Molinés y Jerónimo Núñez, todo esto en el contexto de la extracción de oro en las minas Madre de Dios de Mariquina.
Según Guarda, Molinés es un personaje relevante en el concierto de conquistadores del siglo XVI y se sabe que registraba una forja con herreros negros, 13 maestros herreros, más oficiales y aprendices, arrendados a la Caja Real.
Gabriel Guarda en su obra identificó también a 27 esclavos negros y que a algunos se les otorgó la libertad ganada con su trabajo como fue el caso de Ana, de 20 años, que era de propiedad de Alonso Carrión en el siglo XVI.
Igualmente recuerda que en 1563 mueren soldados europeos y afrodescendientes en un ataque a puestos españoles interiores, lo que indica que los españoles daban permiso para portar armas a algunos ex esclavos o libertos y que estos servían y combatían en el ejército contra los indígenas.
El fraile historiador añade que entre 1565 y 1586 se podían adquirir en 400 pesos a las mujeres esclavas y 450 pesos a un varón. Menciona acerca de la compra, en 1565, de Diego y Gasparillo, quienes fueron adquiridos por Jorge de Rodas al capitán Andrés Pérez en 1.850 pesos, respectivamente.
Durante la construcción de las fortificaciones de Niebla, Corral y la costa contribuyeron esclavos afrodescendientes como mano de obra presidiaria enviada desde el Virreinato del Perú, según constatan crónicas del siglo XVIII.
Por aquellos años el fuerte de Niebla funcionó como presidio y entre esos reos había afrodescendientes. Según Guarda, en un documento de 1788, se indica del reclutamiento de hasta 400 “vagos, ociosos, mal entretenidos y desertores” para ser enviados a Valdivia.
Añade que las listas de presidiarios, incluyen tanto gente de alcurnia, como negros, “chinos”, mestizos, europeos, españoles y mulatos. Las castas sociales indicaban categorías tales como “cuarterones” (mestizo), un cuarto de “sangre” afrodescendiente (mulatos), los “moriscos” que eran mezcla de español con mulato, “chinos” que eran la mezcla de “morisco” con español y la mezcla de “chino” con india era denominada saltatrás.
En ese documento se lee que de la población penal, que era un total de 178 condenados, había 36 europeos -entre ellos 9 españoles- y que los mestizos eran el grupo mayoritario con más de 90 reos. Los afrodescendientes están diferenciados entre zambos (12), negros (7), chinos (16), mulatos (5) y cuarterones (7), sumando 47 personas.
De acuerdo a información que posee el Museo del Castillo de Niebla, se menciona la presencia de la Compañía de Pardos y Morenos, una compañía militar con soldados afrodescendientes que ejercían el rol de gendarmes y artesanos especializados, además de tambor de la compañía.
Estaba la costumbre que cuando un afrodescendiente cumplía con su condena –por lo general era por hurtos- podía ser reclutado en la Compañía de Pardos y se les facilitaba su establecimiento entre la soldadesca, todo esto, aparentemente, por la necesidad de contar con efectivos en los distintos castillos.
Según datos del Museo de Niebla, este grupo debió tener uniformes diferenciados de los españoles, habitáculos y formas de relación, pues ellos tenían trato directo con los presos. Se desconoce qué fue de su paradero, si formaron parte de los Infantes de la Patria - morenos y pardos pasados a las tropas patriotas-, si huyeron hacia Chiloé después de la Toma de Valdivia en 1820 o si se quedaron en la bahía de Corral.
Según las investigaciones del padre Gabriel Guarda, hay partidas bautismales de 1770 a 1820 de la misión costera donde se indica la existencia de 65 “esclavos negros” y 1.543 “indios de servicio” que vivieron en Valdivia, aunque se supone que las cifras reales eran mayores.
Entre 1748 y 1820 Guarda identificó 37 casas valdivianas con esclavos donde se nombra a 86 personas en transacciones y testamentos. La casa con mayor número de esclavos en Valdivia era la de Vicente de Agüero y Godarte con 10, seguido de Pedro Henríquez Carrión con 7, Ignacio de la Guarda y Pinuer con 6, Gabriela de Loyola y Araujo y Lucas de Molina y Bermudo con 5, entre otros vecinos con menor número.
También el Hospicio de San Francisco poseía a dos esclavos y se menciona que en 1777, durante la expedición que salió de Valdivia en búsqueda de la Ciudad de Los Césares, había presencia de esclavos negros de servicio en la tropa que dirigió el capitán Ignacio Pinuer cuando se adentró en el territorio del lonko Antillanca.
Hay otros registros que mencionan al mulato Gervasio Armas que fue esclavo durante 7 años del cacique de Toltén Alto, pero que se fugó y pasó a la protección del gobernador Espinoza Dávalos cerca de 1780. Igualmente se indica que, en 1800, María Candelaria, esclava de Manuela Henríquez, es dejada en libertad por más de 30 años de servicio y lo mismo hace Clara Eslava, en 1808, respecto a su esclavo José del Carmen.
Otro caso que menciona Guarda es el de la negra bozal –es decir, que no hablaba español- María del Rosario, de 18 a 19 años, que es vendida en 1813 con la condición de que “por ningún caso sea dicha negra vendida otra vez a algún vecino de esta Plaza”. También indica que en 1815, la zamba –mezcla de negro con indio- Carmen Quinteros es vendida con la advertencia de “ser de vientre libre y que, por consiguiente, los hijos que tenga lo sean”.
Otro documento de 1816 habla de Josefa, adulta, esclava de Salvador Martínez Villanueva, que fue enterrada en terrenos de la misión de Quinchilca, en Los Lagos, lo que evidencia su formación como cristiana.
Cabe recordar que la esclavitud en Chile es ilegal desde el 23 de junio de 1823, gracias a la iniciativa legal de José Miguel Infante en el gobierno de Bernardo O’Higgins.
Según el historiador Guillermo Feliú Cruz fueron cerca de 5.000 esclavos los que se beneficiaron con esta medida y la desaparición de esta institución no produjo problemas civiles ni raciales profundos en Chile.
Añade que los negros, mulatos y zambos se fundieron con el resto de la población chilena, aunque no en el grado de otros pueblos latinoamericanos. Se cree que algunas manifestaciones de la herencia africana se aprecian en el folclor nacional, en especial con la cueca y la guaracha.
Respecto al barrio Las Mulatas, la primera mención al lugar se relaciona con la presencia holandesa en las ruinas de la ciudad de Valdivia en 1643, pues en dicho lugar se habría instalado una atalaya o puesto de vigilancia hacia el río.
Según el investigador histórico Julio César Avendaño, creador del sitio web https://historiadevaldivia-chile.blogspot.com, no tiene claro el origen del nombre Las Mulatas, pero manifestó que a inicios del siglo XIX éste era un fundo de propiedad de Emilio Palacios, miembro de una familia valdiviana española. Avendaño comentó a Diario de Valdivia que tuvo acceso a compraventas de terrenos del siglo XIX y añade que el límite del fundo estaba en la actual subida al sector Guacamayo.
El nombre del barrio ya era común a mediados del siglo XIX e incluso el islote Haverbeck era conocido en aquellos años como islote de Las Mulatas.
Julio César Avendaño añade que, de acuerdo a sus investigaciones, Emilio Palacios enajenó el fundo de Las Mulatas, más o menos entre 1830 a 1840, a la familia de Camilo Jaramillo, jefe de una familia valdiviana de mucho dinero e influencia en esos años.
Ya con el desarrollo industrial de Valdivia a partir de 1850 con la llegada de los colonos europeos, Avendaño encontró un documento donde Félix, Juan y Juana Jaramillo –que eran o hermanos o hijos de Camilo Jaramillo- venden entre 1852 o 1855 el fundo al comerciante Belisario Ochoa.
Sin embargo, ocurre un problema, pues por alguna razón la familia Jaramillo vendió dos veces los terrenos del fundo, los primeros al mencionado Belisario Ochoa y a una familia de apellido Albarracín. El tema debió ser llevado a la justicia y significó una disputa legal de al menos 20 años, según señala Julio César Avendaño a Diario de Valdivia, considerando que ambas familias poseían sus escrituras y argumentos para quedarse con las tierras. Según Avendaño la disputa judicial resultó favorable para los Ochoa.
“Fue interesante ver esos documentos de los antiguos tribunales porque se trataba de gente muy letrada y pudiente, descendientes de los españoles que vivían desde 1700 en Valdivia”, señaló el investigador.
Sobre la calidad de las tierras del fundo Las Mulatas, Avendaño dijo que no eran terrenos agrícolas, pero guardaban otro elemento interesante. “Eran terrenos pobres y bajos, pero se encontraron bajos de piedra cancagua y parte de ese material se utilizó para construir en la ciudad y hacer las canalizaciones”, dijo, un elemento que hacía atractivos los terrenos para algunos valdivianos de la época.
Hasta fines de la década de los 80 el sector de Las Mulatas tenía un terminal fluvial que utilizó barcazas para conectar entre los sectores Torobayo y Niebla, ya que era la única forma de unir la ciudad con la costa. Esto duró hasta 1987, con la inauguración del puente Cruces.
Actualmente el barrio de Las Mulatas está en expansión, pues hay varios proyectos habitacionales, colegios y un consultorio de salud que se han instalado, sobre todo en el sector Guacamayo.
Igualmente se encuentra el denominado puerto Las Mulatas, cuya concesión es de la empresa Portuaria Corral S.A., y que cumple con la función de facilitar las faenas de cosecha forestal, permitiendo la descarga de la producción de la cuenca del río Valdivia.
Este terminal fluvial en Las Mulatas cuenta con un frente de atraque de 120 metros y 105.000 m2 de áreas de respaldo, destinado al almacenamiento de las mercaderías que se transfieren por el puerto.
En los últimos años el gobierno consideró la idea de un proyecto para construir un túnel subfluvial para unir Las Mulatas con Toro Bayo y hacia la costa, pasando por el río Valdivia. Fue en 2018 que el Gobierno planteó formalmente la alternativa de un túnel subfluvial para conectar ambos sectores, pero la idea quedó entrampada en análisis técnicos y socioeconómicos.
La idea del proyecto de túnel o puente en Las Mulatas es descongestionar el flujo vehicular hacia y desde la costa.
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