Valdivia volvió a entusiasmarse con el boxeo luego de la hazaña de la púgil Daniela “Leona” Asenjo, campeona del mundo del peso súper mosca de la International Boxing Organization (IBO) y después ratificando el título mundial del cinturón Silver de la WBC (World Boxing Council), pero para ver ese éxito la ciudad tuvo harto camino recorrido con el deporte de los guantes.
Innumerables nombres surgen de púgiles que le dieron alegrías a una afición, campeones que surgían desde los barrios humildes de la ciudad y que llevaron el nombre de Valdivia a otras fronteras.
A la hora de elegir un emblemático, un precursor de otras carreras y, sobre todo, a un estilista del boxeo hay que retroceder varios años hasta la década del treinta del siglo XX, cuando Valdivia era una interesante ciudad con potencial industrial.
Ese campeón fue Raúl Carabantes, conocido como “La maravilla valdiviana”.
En los años treinta los chicos correteaban por el muelle de la ciudad y la aduana buscando trabajo o lo que sea, porque aunque la ciudad mostraba pujanza, ese periodo fue uno de las más difíciles para Chile, con altos índices de mortalidad infantil y malos porcentajes productivos si se comparaba con otras naciones vecinas.
Raúl Carabantes Reyes nació en 1914 en Valdivia, hijo de Onofre Carabantes y Ema Reyes, un matrimonio que vivía una situación acomodada y que poseía propiedades en el sector Petrohué.
Lo curioso es que la primera disciplina en la que incursionó el joven no fue el boxeo, sino la hípica, pues a temprana edad fue jockey del antiguo hipódromo de Valdivia y, según se indica, le iba bastante bien.
Un jockey de hípica tenía que ser bajo y pesar poco, pero Carabantes llegó a medir 1.70 metros y para su época el valdiviano era de estatura mediana tirando para alto. Tal vez eso hizo que tuviera que despedirse de su amor por los caballos y las carreras. Pero el deporte siguió en su camino y llegó hasta el gimnasio del club de boxeo Luis Vicentini, que quedaba cerca del viejo Coliseo.
Es que eran los años en que Valdivia tenía al menos siete clubes de boxeo como el General Yáñez en Barrios Bajos, Fernandito en Las Ánimas, Quintín Romero en Collico y el mismo Luis Vicentini.
En ese gimnasio “guanteaban” muchos jóvenes, varios de ellos admiradores de Vicentini, el llamado “Escultor de mentones”, un chileno que fue figura y que hizo una carrera brillante en el Madison Square Garden de Estados Unidos en los locos años 20. Sin embargo, su carrera se frenó cuando en 1930 fue parte de la gran pelea del siglo en Chile cuando perdió ante otro gigante de los cuadriláteros, Estanislao Loayza, “El Tani”.
En ese club, Carabantes hizo sus primeras armas y se hizo notar muy pronto. Su primer gran éxito fue el título amateur de Chile de los Plumas en 1932 y de ahí saltó al profesionalismo.
Según el sitio internacional de boxeo www.boxrec.com, Raúl Carabantes sostuvo 83 peleas profesionales entre 1934 a 1949 de las cuales logró 56 triunfos –nueve de ellos por nocaut-, 10 empates y 17 derrotas –tres de ellas por nocaut- y según boxeadores.cl las mejores armas de su carrera fueron su recto de izquierda y su agilidad de piernas, pues físicamente siempre se cuidó y se preparó meticulosamente. Añade que no fue un gran pegador, pero anotó varios nocauts en su carrera.
El debut del valdiviano fue el 14 de marzo de 1934 en Santiago ante Luigi Marfurt a quien venció por puntos.
Su primer triunfo de importancia fue el título sudamericano del peso pluma cuando el 16 de noviembre de 1935 ganó por nocaut técnico al peruano Anselmo Casares en el desaparecido Estadio de Carabineros de Santiago y al año siguiente, obtiene el cinturón sudamericano de los welters superando al argentino Carlos Martínez en el Estadio Chile.
Pronto se ganó el apodo de “la maravilla de Valdivia” y destacó por su valentía, pues lograba dar vuelta los combates, como lo hizo cuando se vio las caras contra el cubano Baby La Paz en el estadio Manco Capac de Lima.
De esa pelea, Carabantes reconoció a la prensa de la época: “sólo lo conocí en el ring y, de verlo, me dio miedo”, pues el cubano era un boxeador alto y con un físico impresionante, pero Carabantes se sobrepuso al temor y lo venció por puntos en un combate en que su principal arma fue la utilización del recto de izquierda.
“La maravilla de Valdivia” se alzaba como el gran púgil de Chile a todas luces.
Un joven español nacionalizado chileno surgió en la escena del boxeo nacional en los años treinta, se trató de Antonio “Fernandito” Fernández, el gran rival de Carabantes y al que se enfrentó en tres ocasiones.
El 12 de abril de 1937 se pactó el primer choque Carabantes-Fernández en el Estadio Chile y bajo la atenta mirada del referí Guillermo Orchard. Carabantes inició bien la pelea, pero “Fernandito” lo sorprendió en los siguientes rounds y se terminó con un empate y con ambos “peloduros” con ansias de una revancha.
Esa revancha llegó el 1 de mayo de 1938 en Santiago. En el segundo round “Fernandito” le dio duro al valdiviano con un terrible hook izquierdo al hígado y de ahí en adelante se dedicó a pasear obteniendo una victoria fácil. En esa pelea, Fernández se aseguró el guante número 1 de Chile. Sabía que había ganado a un tremendo rival como lo era Carabantes.
Según el periodista deportivo Renato González Moraga, mister Huifa, esa pelea fue clave en la carrera de Carabantes, pues desde entonces detuvo sus progresos boxísticos.
La tercera pelea fue en la madurez de la carrera de ambos, el 30 de abril de 1943, y que fue un triunfo por puntos para “Fernandito” en el Teatro Circo Caupolicán.
De acuerdo con el sitio boxeadores.cl, Carabantes tuvo varios combates a lo largo de América y con éxito. Peleó en Perú y en Panamá. En La Habana debutó venciendo a Bobby Britton, para luego perder dos veces con el ídolo cubano Joe Legon.
En julio de 1941 debutó en los Estados Unidos, perdiendo por puntos con Steve Belloise. Ganó por nocaut a Patsy Pascualli y se presentó en el Madison Square Garden de Nueva York ante Hollman Williams donde perdió por puntos, pero se mantuvo en pie hasta el final, pese al durísimo castigo que recibió.
Posteriormente fue a Pittsburg donde venció a George Silvassy, Joe Bocarino, Ossie Harris y Otto Blackwell. Nada mal “la Maravilla de Valdivia” en 1941 ante los “gringos”. Sólo Fritzie Zivic, ex campeón mundial, lo pudo frenar en febrero de 1942.
En ese año de 1942 su manager le propuso hacer la gran pelea de su carrera ante el consagrado Sugar Ray Robinson. El combate se había arreglado, pero Carabantes se puso mañoso y se fue sin avisar a Panamá. La leyenda dice que el valdiviano le tuvo miedo.
El púgil con el tiempo se confesó a la prensa sobre ese episodio: “Robinson es lo más grande que he visto en toda mi vida. Estaba por allá lejos del adversario y de repente lo veía yo pegándole con las dos manos. Con una velocidad increíble, con una técnica y una pegada tremenda. Mi manager me preguntaba y yo sin entender le contestaba yes, yes, yes. El creyó que estaba de acuerdo en pelear con Sugar Ray y arregló la pelea”.
En la misma entrevista comentó: “Si Robinson me agarra todavía me estaría pegando…”.
Según Mister Huifa la afamada revista "The ring" lo destacó como "el mejor welter latinoamericano de la época".
A fines de los años cuarenta Raúl Carabantes logró su último nocaut en la antepenúltima pelea de su carrera y superó al argentino Guillermo Rodero en febrero de 1948.
Las dos últimas peleas fueron una triste despedida, pues peleó en el Gimnasio del Club Atlético Bohemios, Montevideo y perdió por puntos con el uruguayo Pilar Cárdenas en julio de 1948. La revancha llegó en febrero de 1949 en el gimnasio del Club Peñarol de Montevideo y esta vez la maravilla perdió por nocaut técnico ante el uruguayo.
Una triste despedida para un grande.
En sus últimos años, Raúl Carabantes trabajó como auxiliar del actual Coliseo Municipal y de vez en cuando rememoraba sus viejas glorias con amigos del deporte.
La vida fuera del ring es parte de la historia algo desconocida de Raúl Carabantes. Diario de Valdivia logró contactar a Luis Ángel Carabantes, hijo del connotado boxeador, que vive en Australia, y que contó detalles íntimos de su padre.
“Mi padre era un hombre apasionado por Valdivia. Con un cariño tremendo por su ciudad. Él siempre me decía que era el campeón de Valdivia”, partió diciendo en la entrevista y añadió que se casó con María Eglantine Villemaine Alarcón, también nacida en la ciudad. El matrimonio tuvo seis hijos.
Luego de dejar los guantes, Carabantes tuvo la oportunidad de ser padre y Luis Ángel lo recuerda como un hombre cercano. “Era muy íntegro, me decía que tenía que ser un hombre honrado, trabajador y económico”, dijo.
Añadió que su padre se desempeñó en los años cincuenta en la Empresa de Transporte Colectivo del Estado donde estuvo a cargo de la mantención de trolebuses y posteriormente dijo que fue invitado por la Municipalidad de Valdivia a trabajar en el Matadero Municipal y posteriormente como guardia y auxiliar del Coliseo a fines de los años sesenta.
En lo deportivo siempre siguió ligado al boxeo y ayudó en la carrera de hombres destacados del boxeo valdiviano como lo fueron Arturo Miranda y Germán Pardo. Miranda fue su discípulo como entrenador y Pardo su discípulo y heredero de su estilo arriba del ring.
Luis Carabantes recuerda que él se vio obligado a aprender a boxear porque fue víctima del matonaje de sus compañeros en el liceo, tal vez víctima del peso de la fama de su padre. Carabantes hijo quiso hacer una carrera con su padre como guía, pero con el tiempo tomó la decisión de no seguir en el mundo competitivo.
El hijo confidenció a Diario de Valdivia que su padre falleció en Santiago en 1975 en circunstancias que él considera “extrañas” y que hasta la fecha aún mantiene dudas respecto a lo que ocurrió. Expresó que le señalaron que Raúl Carabantes murió en una intervención quirúrgica, pues le habrían diagnosticado un coágulo en su cerebro.
Carabantes hijo dice que su padre siempre tuvo una buena condición física y que fue su yerno el que motivó su traslado a Santiago en circunstancias que nunca tuvo claras y que lo llevó a alejarse de él y su hermana menor. “A mí me dejó muchas dudas su muerte”, indica.
Sobre su vida en Valdivia recuerda: “su trabajo en el Coliseo era muy sencillo, y a veces cuando niño lo acompañaba…. Viví cinco años en Valdivia y después me volví a Santiago con mi madre y mi hermana menor y mi papá se quedó en la ciudad trabajando”.
“Yo admiro a mi padre porque él cultivó una forma de pelear que se conoce como estilista en la defensa personal, no la brutalidad que ahora se ve en el boxeo. Hoy se ve que el primero que hace el nocaut gana y eso no es boxeo, es carnicería. Los boxeadores de hoy usan poco las técnicas que usaba mi viejo”, reflexionó Luis Ángel Carabantes.
Luis Ángel Carabantes hace casi 40 años que no viaja a Valdivia, pero dice que es una ciudad importante para él y para su padre y que siente mucha nostalgia por volver a verla. Actualmente está radicado en Australia, pero dice que recuerda perfectamente el río Calle Calle y las celebraciones de la Semana Valdiviana. “Si es valdiviano es bueno”, dijo con una sonrisa al finalizar el contacto con nuestro medio.
Para Luis Carabantes, sin duda, su padre fue el inicio de la pasión que los valdivianos sintieron y sienten por el deporte de los guantes y el ring.
Actualmente en Valdivia el único homenaje al primer gran campeón de la ciudad es que una calle de la población Pablo Neruda lleva el nombre de Raúl Carabantes, la que se junta con la calle de su eterno rival, Antonio Fernández, dos astros del boxeo.
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