La construcción de la vía férrea y la llegada de los trenes a la zona sur significó un impacto que la historia regional ha calificado como positivo, tanto para el comercio como para las comunicaciones a fines del siglo XIX.
En la provincia de Valdivia el ferrocarril se construyó entre 1888 a 1895 y Valdivia y Osorno quedaron conectados al cien por ciento en 1909. Una hazaña que significó la creación de pueblos e incluso forjó a algunas futuras comunas de la Región de Los Ríos.
A fines del siglo XIX fueron muchos obreros que llegaron al sur de distintas partes del país a trabajar en esta obra que iba a unir Chile, obreros que fueron conocidos como los carrilanos y que a golpe de chuzos y con la fuerza de sus manos levantaron durmientes y fierros para dar forma a la vía férrea dirigidos por ingenieros, muchos de ellos extranjeros.
Pero el ferrocarril no sólo trajo a estos obreros, también atrajo a una serie de delincuentes, tal como salteadores, ladrones, criminales, estafadores, jugadores de cartas y, especialmente, a falsificadores de monedas de oro.
Sobre estos últimos, el investigador Eduardo Araneda, en su libro “Historia de Reumén” (2007) rescató esta curiosa historia que perjudicó por varios años a trabajadores y comerciantes hasta que la policía logró desenmascarar a los responsables.
El diario El Correo de Valdivia, en su primera edición del 1 de octubre de 1895, dio cuenta de estos falsificadores de monedas. Según el libro del investigador Eduardo Araneda, el histórico diario valdiviano publicó una crónica con el título “Cuidado con las de plomo” donde advierte acerca de la presencia de falsificadores de monedas de oro.
“Hemos sabido que andan en circulación algunos fuertes de plomo”. “Ojo i mucho cuidado debe tener el público para no dejarse engañar”, precisa en la publicación.
El mismo periódico, cuatro días más tarde, informó que se encarceló a un tal Daniel Mayorga al ser sorprendido cambiando en el comercio pesos fuertes falsificados, es decir, monedas de plomo a las que hacían pasar por las de oro.
Pronto empezaron a surgir distintas denuncias y la policía y el mismo medio de prensa especularon que para hacer semejante engaño debía haber un taller falsificador. La pregunta era ¿dónde estaba?
Entre 1895 a 1898 fueron varios los casos de estafados con monedas de oro que en realidad eran de plomo. Por aquellos años existían monedas de 5 y 10 pesos y esas eran las que eran falseadas.
Pronto la policía identificó un patrón importante para llevar a cabo la investigación. A principios de 1898 circularon en las faenas del ferrocarril monedas de oro falsificadas y los reclamos en su mayoría eran de los carrilanos de Chiloé quienes acusan a los pagadores del ferrocarril en construcción del delito de cancelar sus salarios con monedas de oro falsas.
Ante la gravedad de la denuncia el Ministro de Industria y Obras Públicas designó al ingeniero jefe del ferrocarril en construcción de Antilhue al norte, Ernesto Thomann, para que acompañado de un piquete policial del ferrocarril investigue este asunto.
Thomann y la policía descartaron el pago con monedas falsas, ya que se comprobó que los pagadores de la empresa, al igual que subcontratistas y trateros, cancelaban directamente con dinero del Banco de Chile, el que llegaba en sacos desde Valparaíso y éstos eran “contados, pesados y encontrados justos y buenos”, según indica el libro de Eduardo Araneda.
Posteriormente se identificó que el problema surgía después del pago, cuando los obreros cambiaban en sencillo sus billetes de $ 20.
Al recibir su paga los obreros carrilanos acudían a chicherías, casas de juego y chincheles y en esos locales, al pagar y recibir el cambio también recibían las monedas falsas.
Ernesto Thomann y la policía encontraron más monedas falsas en las casas de juerga a la que acudían los carrilanos, en especial entre los aficionados al juego de cartas y las apuestas.
El investigador Eduardo Araneda indica en su libro que Thomenn escribió lo siguiente en sus informes: “sería verdaderamente estraño (sic) que sólo la gente que se volvía a Chiloé haya recibido monedas falsas y que ninguna pieza haya caído en manos de los que se quedaron, quienes seguramente habrían inmediatamente reclamado”.
La investigación se inició desde Valdivia hacia el interior, siguiendo el curso de la línea férrea en construcción que hacían los carrilanos.
En su libro, Araneda cuenta que en Huaquilpo -cerca de Pishuinco- Francisco Aburto declaró que un obrero mandado por Virgilio Varas le quiso comprar chicha con una moneda falsa de $5 y que Varas, a su vez, declaró que la recibió en la chichería de Matea Aburto al cambiarle una pieza de $10.
En Collilelfu, el despachero Floro Gálvez entregó una moneda de $10 falsa e igual cosa le sucedió al policía de la faena que recibió una pieza falsa de $5 en una mesa de juego en la que se encontraba un tal Polidoro Soto. La investigación continuó esta pista.
Otra pista la dio un obrero del túnel Los Venados, cerca de Reumén, que recibió una moneda falsa de $10 cambiada por Amador Flores, quien a su vez la ganó en el juego “del Cabo Campos de Paillaco”. Declara además que en casa de Juan Henríquez había participado en el juego el tal Polidoro Soto.
Juan Henríquez tenía un chinchel en Paillaco y recibió en pago dos piezas falsas de $10 por parte de Genaro Gallardo.
También, en el chinchel de Juan Bautista Cofré dos obreros quisieron pagar con monedas de $5 falsas.
Así, las pistas apuntaron en dirección a Polidoro Soto, comprobándose que este sujeto acuñaba monedas falsas, haciéndolas circular en casas de juegos y chincheles. También se descubrió que Soto ya tenía antecedentes penales al haber estado preso por este delito.
Hechas las averiguaciones se descubrió que Polidoro Soto vivía en Reumén donde tenía una oficina para componer relojes y fabricar joyas en la propiedad de Juan de la Cruz Pérez, ubicada en la orilla del estero Cuinco, donde Pérez tenía también un “despacho”.
Resultaba sospechoso que Soto trabajara componiendo relojes o haciendo sortijas de plata y bronce en una región tan apartada y despoblada, donde sólo de vez en cuando un trabajador le hacía encargos.
Finalmente la policía allanó la oficina de Polidoro Soto y encontró una estampa para cortar redondos, que casualmente tenían el tamaño de una pieza de $5 y varios frascos con ácidos.
Juan de la Cruz Pérez y Polidoro Soto fueron enviados presos a La Unión y las monedas falsificadas desaparecieron de la escena.
Lamentablemente para Reumén este episodio hizo que el pueblo fuera conocido a nivel nacional y en toda la región en aquel año de 1898 y a apenas meses de su fundación un 27 de enero de ese mismo año.
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