Era la madrugada del 7 de julio de 1927, cerca de San Luis, Argentina. La locomotora que arrastraba los vagones de los cadetes de la Escuela Militar de Chile chocó con fuerza descomunal de frente con otro convoy que estaba por partir en la Estación Alpatacal, en Argentina. Los vagones se descarrillaron, se aplastaron unos con otros y al poco tiempo se desató un incendio.
“¡Salven primero a mis cadetes!”, ordenó el coronel Barceló, pero fue difícil. Había 12 jóvenes atrapados entre los fierros, las llamas empezaron a alcanzarlos, después los gritos horrorizaban a los que estaban fuera del tren que, impotentes, veían cómo sus compañeros se quemaban entre terribles sufrimientos. Todo eso lo vio el alférez Hildebrando Monreal Murúa, futuro oficial del Regimiento de Infantería N° 11 Arauco de Valdivia, sobreviviente de uno de los peores desastres de la historia del Ejército de Chile.
DE LAS LEYES A LAS ARMAS
El ex intendente de Valdivia durante el gobierno del ex presidente Salvador Allende, Víctor Monreal, es hijo de Hildebrando Monreal, protagonista de esta historia. Monreal contó que su padre fue uno de los sobrevivientes de este desastre ocurrido hace 94 años y que aún es recordado con pesar en el Ejército.
En el accidente fallecieron 12 cadetes y quedaron heridos 31, de los cuales 10 eran graves y 21 leves, además de 16 funcionarios argentinos de ferrocarriles. Según Víctor Monreal, su padre Hildebrando pocas veces habló de esos tristes instantes, pero sí destacaba la gallardía de sus compañeros, pues acudían a un desfile a Buenos Aires y, pese al accidente igual se presentaron al acto, pese a que algunos cadetes tenían el uniforme con evidentes roturas ocurridas por el accidente. Ese gesto impactó a la prensa argentina y chilena de la época.
Nacido en La Serena, Hildebrando Monreal decidió estudiar Derecho durante tres años, pero sorpresivamente se retiró para ingresar al curso de Alférez de la Escuela Militar desde donde egresó con el grado de subteniente.
CONTRA LA ADVERSIDAD
El 6 de Julio de 1927, siendo alférez, Monreal viajó a Buenos Aires con un batallón de cadetes de la Escuela Militar, al mando del coronel José María Barceló Lira, para participar en el homenaje que se le rendiría al prócer argentino Bartolomé Mitre, con motivo del centenario de su nacimiento e inauguración de su monumento. En este homenaje participaban cadetes de Escuelas Militares de Chile, Uruguay y Paraguay.
El día 6 fue el día del viaje y tras llegar a Mendoza los cadetes fueron recibidos en el Regimiento de Infantería N° 16. Luego de un descanso, la comitiva siguió viaje en el Ferrocarril de Mendoza a Buenos Aires en un tren arrastrado por dos locomotoras a vapor.
En la madrugada del 7 de julio, al llegar a la estación Alpatacal, y mientras los soldados dormían, el convoy chocó de frente con otro que esperaba el cruzamiento. Los dos trenes descarrilaron iniciándose un incendio que atrapó a los heridos que se encontraban entre los fierros retorcidos, además de los caballos que utilizarían los oficiales durante el desfile. El fuego, el humo, el relincho de los caballos y los gritos de horror de los cadetes –muchos de ellos en edades de 12 a 15 años- hicieron que la escena se llenara de confusión.
“Mi padre no hablaba mucho de ese, pero dijo que fue algo muy terrible”, expresó Víctor Monreal. “Lo que sí recordaba era que pese a la tragedia la escuela igual se presentó al desfile en Buenos Aires”, añadió.
Así fue, pues por una decisión del recién electo presidente Carlos Ibañez del Campo, el resto de los soldados que resultaron ilesos continuaron camino hacia Buenos Aires, donde una delegación de 120 cadetes y 5 oficiales desfiló el 9 de julio, tal como estaba planeado. La opinión pública lo interpretó como una muestra de la fortaleza de estos soldados que se sobreponían a la muerte y al dolor.
El público argentino quedó conmovido, al paso de la columna de cadetes les lanzaron pétalos de rosas y flores y la gente los aplaudió más que a ninguna otra columna de soldados. Los medios de prensa pusieron en portada a los cadetes con sendos titulares y fotografías.
Los restos mortales de los fallecidos junto con los heridos, entre ellos el Director de la Escuela Militar coronel Barceló, volvieron a Chile, siendo recibidos por sus familias y una gran cantidad de personas que incluso llegaron a la estación del Trasandino en Los Andes y a Santiago.
En la localidad de Alpatacal se levantó un gran monumento para recordar a los caídos, pero años después el lugar cayó en el abandono. Posteriormente la estatua del lugar fue robada para reducirla y vender su metal. Nunca se repuso aquel monumento.
OFICIAL
Después del triste episodio Hildebrando Monreal siguió con su carrera militar. En 1941, con el grado de capitán, se sumó al Regimiento de Infantería N° 11 Arauco de Valdivia como ayudante del Comando de Infantería. Fue en Valdivia donde conoció a Lucía Soto Echenique con la que posteriormente contrajo matrimonio.
En 1949 logró el grado de Teniente Coronel del Destacamento Andino No 4 “La Concepción del capitán Ignacio Carrera Pinto” y ese año se jubiló en Lautaro para fijar su residencia en Victoria y posteriormente en Buin.
También se involucró en política y fue candidato a diputado por la Provincia de Malleco, en el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo entre 1952 a 1958, representando a un grupo de Oficiales del Ejército. Falleció un 28 de julio de 1964 en Santiago.
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