Una voz potente como una cascada, pero cálida como brisa de verano sorprendía a los transeúntes valdivianos que pasaban por las calles céntricas o por la pasarela de un conocido supermercado local. Una joven de lentes, con una guitarra color verde petróleo, un peludo gorro estilo siberiano y con amplificador cautivaba con su voz en las tardes invernales cantando canciones del folclore latinoamericano o del rock pop chileno y argentino. Su nombre es Genezaret Arcos (23 años) y usa sólo su nombre de pila como nombre artístico. Actualmente la cantante vive hace un año en Buenos Aires, canta en algunos pubs de la capital argentina, ha sido destacada en medios radiales y trabaja en la producción de su cuarto disco independiente, todo eso a punta de coraje y con pocos recursos a su alrededor.
Valdiviana de nacimiento, Genezaret se dio a conocer musicalmente por el canto religioso, donde su abuela la encaminó al interior de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera. Posteriormente, como estudiante de la carrera de Pedagogía en Historia de la Universidad Austral de Chile, entró en el circuito artístico valdiviano, cantando temas pop, a veces sola, otras acompañada de una banda.
Como universitaria pronto se independizó de su hogar, pero la necesidad la empujó a atreverse a cantar en la calle. El rigor del canto callejero la fue curtiendo y con el apoyo de amigos y con su esfuerzo personal logró editar su primer disco digital de manera artesanal e independiente. Hasta ahora Genezaret ha producida de manera independiente tres discos. El primero fue “Error de imprenta” de 2016, lo siguió “Celuloide” de 2017 y “Guitarra desafinada” de 2018. La mayoría de ellos fueron editados con un celular y apoyándose de las nuevas tecnologías del siglo XXI.
DiariodeValdivia.cl tomó contacto con la joven artista que recordó sus difíciles inicios y contó sus proyectos en Buenos Aires en torno a su pasión por la música y el arte.
PRIMEROS PASOS
¿En qué momento descubres la música en tu vida?
Mi abuela es evangélica aliancista y cantaba en la iglesia. Yo ahora no soy religiosa, pero valoro esa parte artística del canto religioso. Después me enamoré y quería cortejar a esa persona a través de la música porque a él le gustaba el arte y la música. Después resultó que no era sólo por eso y me dije ¡ah esto está bueno para mí misma! Por cierto, al final me sirvió, me agarré al tipo y con él vivo acá (en Buenos Aires).
¿Quién te enseñó a tocar guitarra?
En general sola, aunque al principio tuve profesores que me hicieron clases en tres sesiones. Me enseñaron lo básico. En mi ex colegio (Nuestra Señora del Carmen) siempre me motivaban por mi gusto por la música.
¿Y cómo lograste la habilidad de componer canciones?
Mis primeras inspiraciones fueron las canciones folclóricas de Violeta Parra. Para aprender hay que copiar y lo que hay que hacer es mejorar esa “pillería” para que no se note tanto. Después empecé a escuchar a otros músicos como Los Prisioneros y después llegaron Los Beatles cuando tenía 14 años y empecé a sacar música de lo que escuchaba y mezclaba con otras cosas. Hacía una mescolanza rara para que se note y no se note y así nacieron las canciones. Es como hacer brujería (se ríe).
VOZ CALLEJERA Y DIGITAL
¿Por qué decidiste salir a cantar a la calle en Valdivia?
Empecé a los 18 o 19 años. Lo hice porque tenía hambre literalmente. Fue un periodo muy feo de mi vida. Me emociona contarlo, pero pasaron cosas muy bonitas a raíz de eso. Uno cuando va creciendo tiene conflictos con sus padres y quieres liberarte de eso y me fui de la casa enojada y en la mala. Entré a la universidad y fue un mundo nuevo, aprendí muchas cosas ahí y muchos de mis compañeros también eran músicos y con ellos hacíamos zapadas, tocábamos, compartíamos. De ahí surgió la banda valdiviana Caña Blues. Yo arreglé las cosas con mi familia, pero no quise volver y tenía que pagar mi pieza. A través de lo que ganaba en la calle me mantuve. Cantaba 3, 4 o 5 horas seguidas a puro aguante y con frío. Fue salir al mundo cruel de golpe.
¿Cómo hiciste tus tres discos?
Todos los discos que tengo están hechos en Valdivia, excepto el que estoy haciendo acá en plena pandemia y que sigo produciendo. Era una forma muy precaria de grabar, todo muy casero, conectando cables en un computador y con un micrófono. Para mí el disco mejor grabado es el “Guitarra desafinada” de 2018 y lo hice con un celular.
¿Nunca tuviste una empresa disquera o estudio de grabación detrás de ti?
No, todo fue de manera artesanal. Nadie me ha ofrecido y me decían que tenía que postular a un Fondart y la verdad que la energía para estar llenando formularios, de sólo mirarlos, era un kilombo. Mejor gasto la energía de hacer las cosas yo. Si alguna vez me llaman al menos tendré el material hecho.
¿Esas canciones las subiste a una plataforma digital?
Sí, a Youtube, Spotify a un montón de tiendas virtuales porque ahora hay facilidad para subirlos a tiendas virtuales a través de distribuidoras independientes. Igual hay que pagar un poco de plata, pero son como 10 dólares al año. Incluso hay plataformas que ni siquiera te cobran y te sacan un porcentaje de la ganancia para que puedan funcionar y te suban la música gratis, dependiendo de la calidad. Para mí la idea es tener material subido.
¿En qué te inspiras para hacer tus canciones?
Antes era el amor, pero ahora para el nuevo disco “Demasiado dolor” me enfoqué más en las emociones negativas y es chistoso porque ahora me siento mejor que nunca. Estoy en ese momento en que empiezas a hacer el recuento de lo vivido. Igual tienes que reconciliarte, ver que tienes defectos y que la vida no sólo es pasarla bien, de pronto sientes rencor, rabia, cosas que debes canalizarlas en algo productivo.
CANCIONES
¿Cómo vas con tu último disco?
Ya está listo, sólo falta una canción para subirlo completo a Spotify y Youtube.
¿Cuál es la canción que más te gusta de las que has compuesto?
Esta “Guitarra desafinada” que cuando la escribí me dije ¡qué temazo! Antes de eso mi primer tema serio fue “Ciudad de plata” que se lo escribí a mi pololo actual, muy cortavenas (se ríe). Ahora salió “Cuídate (te volveré a ver)” que la ha roto por acá en mi círculo, lo escribí cuando era muy chica, tenía otra letra y ahora le hice otra y quedó como un hit porque habla de la pandemia. Le llegó mucho a la gente que la escuchó. También está “Ciudad esmeralda” que es una secuela de “Ciudad de plata” que habla del amor correspondido y que estás agradecido de eso.
CAMBIO DE AIRES
¿Por qué te fuiste a Buenos Aires?
Estoy pololeando con un argentino (se ríe). Fue una relación a distancia. Lo fui a ver y su familia resultó ser un amor. Él también es músico y de un ambiente musical muy fuerte. Acá (en Argentina) no se puede vivir de la música callejera, hay que hacerlo en pubs o bares. Como dijo Jorge González una vez, de repente a todo chileno le llega la hora de que tiene que irse afuera un rato a vivir y conocer.
¿Cómo es tu vida musical allá?
Acá todo ha estado jodido por la pandemia. Ha bajado un poco la cosa, trabajo en bares y ahora he estado aumentando mi cancionero, aprendiendo covers del rock nacional argentino o temas chilenos. También hago clases particulares online. Ahora estoy estudiando en la Universidad de Buenos Aires otra vez Historia, me di cuenta que era lo que me gustaba.
¿Te gustaría vivir en el estilo tradicional de hacer música con un sello disquero y con un representante?
No sé muy bien como sería eso. Igual es un poco como venderse y perder tu independencia, aunque podrías invertir más en tus herramientas de trabajo, tener instrumentos para que un tema suena de tal manera, eso para mí sería espectacular. Si me llegara a pasar espero que no me coma ese mundo de la música. Sería una tremenda bendición, pero me da miedo entrar en ese ambiente artístico industrial.
NOSTALGIAS
¿Echas de menos Valdivia?
Mucho. Dejé a mi mamá, a muchos amigos… Me di cuenta que en Chile se comparte más, siempre hay alguien que te da una mano. En Argentina hay mucha más competitividad, mucha miseria de manera visible y la gente ha creado una coraza. Hay cosas muy lindas en Argentina con el arte y la cultura, me encanta la música argentina, pero hay aspectos que he aprendido a valorar más de los chilenos. Igual acá hay cosas que la gente no se las calla, aunque suenen como a impertinente.
¿Crees que en Chile se valoran las artes?
A mí el arte y la música me ha dado de comer. Sé que se dice que si te dedicas al arte te vas a morir de hambre en Chile. Todo depende del tipo de vida que uno quiera. Vivir de la música independiente no te va a dar una casa encachada o un prestigio que sí tiene un médico o un abogado. Creo que cuando uno empieza a ser querido por lo que hace tiene un poder de influenciar, quizás no voy a tener poder porque ese tipo de vida no la necesito, para mí vivir de la música es estar contenta y tener cierta estabilidad.
Por lo pronto Genezaret sigue pensando en más música y entre sus tantas ideas dice que le gustaría hacer un material con covers de temas valdivianos de artistas como Schwencke y Nilo, Combo Chavela, Caña Blues, La Rata Bluesera y otros. Recientemente Genezaret hizo su versión de "Lluvias del sur" de Schwencke y Nilo y que ha tenido comentarios positivos en redes sociales.
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