Me criaron como católico y hace 21 años practico seriamente esta religión.
No ando viendo milagros ni cosas sobrenaturales en las iglesias, más bien llevo una vida trivial y las personas que conocí en las parroquias o retiros también llevan vidas sencillas y poco grandilocuentes. Sin embargo, mi vida me ha mostrado situaciones que no se pueden explicar desde el patio de la razón.
Puede que me critiquen y que tal vez me juzguen por declararme cristiano católico, pero ya tengo 50 años y a esta altura de mi vida poco me importa el juicio ajeno. Por eso paso a relatar lo que viví en la actividad que hizo la laica argentina Leda Bergonzi durante el encuentro de sanación en el Parque Saval.
La primera vez que escuché acerca de Leda Bergonzi fue en televisión, en los típicos matinales que casi nunca veo. Buscaba una noticia acerca de Valdivia y previo a eso entrevistaron a la argentina, presentándola como la “sanadora de Rosario” que iba a estar en el Templo Votivo de Maipú.
Mi apatía se volvió interés a medida que la fui escuchando. Dijo que todas sus actividades de sanación las hacía junto a la iglesia y en torno a la autoridad de su obispo, por lo que no se mandaba sola.
Después habló acerca del individualismo del mundo actual, de una sociedad que vivía de espaldas a Dios y de la sensación de insatisfacción que viven los seres humanos que buscan más y más y nunca estamos conformes con nada, mientras juzgamos al que piensa distinto sin ni una sola pizca de empatía.
Todo ese mensaje lo había escuchado con mi grupo del Movimiento de Cursillos de Cristiandad antes así que enganché con el discurso que entregaba la argentina. Poco me importó el tema de los milagros y que no era religiosa. Encontré coherencia en esa crítica sobre una sociedad sin considerar a Dios en sus vidas, tanto individual como colectivamente.
Después se me olvidó Leda, hasta que anunciaron sobre su venida a San José de la Mariquina y posteriormente el cambio de su actividad en Valdivia.
En mis labores como Grupo DiarioSur surgió la oportunidad para conversar con la organización del evento de Leda Bergonzi en Valdivia. La pregunta del millón fue ¿cuánto cobran por ingresar a la Saval? Nada, me respondió el de la organización.
O sea, todos los que iban a ir al encuentro no tenían que desembolsar nada de su pecunio. Era gratis, o sea, no había peligro de estafa.
Se me pasó por la mente ir al encuentro. Busqué el sitio web y fracasé. Decía entradas agotadas. Después me dijeron que iban soltando entradas al portal web periódicamente.
Con mi esposa probamos entrar al sitio web ese mismo día, de noche y ¡pafff! Resultó. Nos inscribimos para ir a ver lo que iba a pasar. En una de esas, veíamos un milagro.
Llegó el domingo 10 y nos fuimos a la Saval acompañados de mi cuñado y mi sobrina. Había una fila enorme para entrar, pero también una misa a las afueras del galpón municipal. Me acerqué, comencé a filmar un “en vivo” para este medio que usted sigue y ahora lee.
Se me acerca alguien de la organización y me dice que tengo que escuchar la misa y le digo que entiendo. Después apareció otra persona de la organización que me dice que deje de grabar, pero no hice caso y seguí mostrando el ambiente para los seguidores de Grupo DiarioSur.
Vi a muchos amigos y conocidos míos, pero también a gente de todas las condiciones sociales, a mucha gente enferma, en sillas de ruedas, ancianos, niños, gente común y corriente. Gente normal. Vi a una mujer con cara de serenidad llevando una gran fotografía de una anciana en silla de ruedas. Supuse que era una hija que iba a rezar por su madre y me acordé de mi propia madre, hoy fallecida.
Me concentré en la misa hasta que llega el momento de la consagración de la hostia. Ahora que soy viejo entiendo que ese ritual de la misa es el más importante de todos.
“Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes”, dice el sacerdote. Después levanta el cáliz: “Esta es mi sangre, sangre de la nueva alianza”. Los que sabemos la importancia de ese gesto nos arrodillamos, ya sea en tierra, en barro, piedra, piso, lo que sea. Es Cristo que, por el fenómeno de transustanciación deja de ser una hostia o vino.
Para los católicos es nuestro acto de fe, no es un símbolo y lo creemos tal cual. Tengo claro que para muchos esto es una locura o una ridiculez y que seré sometido a burlas, pero ya no soy un adolescente de colegio para sentir vergüenza y a mi edad, mostrarme cobarde ante mi fe, se ve muy feo. Me arrodillé en el pasto y guardé silencio.
Tras una espera de más de una hora por fin entramos al galpón municipal, pero ahí hubo que esperar mucho más sentados en las sillas. Quedé lejos de la imposición de manos de Leda Bergonzi a la que reconocí como una mujer de estatura normal, morena, pelo negro tomado y vistiendo una camisa celeste, jeans y zapatillas. Usaba un rosario en la mano.
Vi que imponía sus manos a la gente que estaba adelante. Vi que estaba el Santísimo Sacramento expuesto, o sea, Jesús-Eucaristía u hostia consagrada junto a una vela.
Había un gran movimiento en torno a Leda Bergonzi y que la acompañaban, estas personas, algunos argentinos y otros chilenos, se disponían detrás de las personas que recibían la bendición. Algunas de esas personas se desmayaban y eran recibidas por los que estaban detrás.
La gente se quedaba en el suelo, descansando. Pregunté a personas de la organización y me dijeron que el fenómeno se llama “descanso en el espíritu”, una pérdida del equilibrio corporal provocada por una fuerza espiritual.
La sanadora argentina medía unos 1.60 metros de estatura y fue curioso ver que cuando ponía sus manos en la cabeza de personas más corpulentas y altas que ella éstas se caían, algunas presa de una gran emoción o llorando con descontrol.
No pude grabar y saqué pocas fotos a pedido de los integrantes del equipo de la organización. Lamenté no poder hacer esto desde mi vereda de periodista, pero lo acepté con docilidad. No había llegado allá con el afán de discutir con nadie, sólo de observar y recordar.
Un hecho que me llamó la atención era cuando los acompañantes de Leda Bergonzi sacaban una gran sábana y tapaban a personas que eran tocadas. Estas caían en medio de extrañas muecas en el rostro o con raros espasmos.
_“Están haciendo un exorcismo”-, me dijo una amiga de San José de la Mariquina.
-“Mira, ahí va el padre Raimundo Mena, él es el único exorcista de la región”- me dijo después.
Vi en varias ocasiones este fenómeno y cómo ponían la sábana para proteger la identidad de la persona desmayada.
Una amiga de Valdivia que acudió con toda su familia me contó que vio un caso de un hombre que estuvo desmayado más de 20 minutos, al punto que Carabineros tuvo que ir al galpón. El hombre se incorporó posteriormente.
Esta amiga me contó que casi toda su familia vivió algo inusual al ser tocados por la sanadora. Su madre lloró de gozo, su prima y su hermana cayeron al suelo, su padre comenzó a ver todo rojo apenas fue tocado y ella misma sintió una electricidad en una pierna y cayó de rodillas.
La misma amiga me dijo que vio que hasta Leda Bergonzi tuvo dos desmayos o “descansos en el espíritu” en medio de sus bendiciones.
En medio de todo este ajetreo comencé a despedirme de la idea de poder entrevistar a Leda Bergonzi. Ella no iba a parar hasta ver cara a cara a las 4 mil personas que fueron a su encuentro.
También hubo personas que acudieron al encuentro con ciertas expectativas y que se fueron desilusionados. Les dio lata esperar horas para después tener un breve instante con la sanadora.
-“Fue un suplicio. Llegamos a las doce y salimos a las seis. Nos tocó la cabeza sin decirnos nada, pero con una oración en un idioma extraño, en medio de exorcismos de niños muy excitados. El proceso es propicio para católicos practicantes”- me dijo un amigo que, claramente, no lo pasó muy bien.
Por fin nos tocó el turno, tras esperar cinco horas. El coro cantaba canciones que llamaban a la espiritualidad y el recogimiento. Melodías hermosas y también repetitivas para incitar a la alabanza.
Pasó mi sobrina, la siguió mi esposa y después yo, todos ordenados en fila junto a otras personas. Una chica trigueña con acento argentino y un termo para mate bajo el brazo nos hizo pasar adelante.
Leda comenzó a pasar por la fila con los ojos cerrados y cantando la canción del coro. Mucha gente comenzó a caer, muchos lloraban.
Llegó donde yo estaba. Estaba muy tranquilo. Ella no me tocó la cabeza, llevó su mano a mi pecho y después me hizo el signo de la cruz en la frente. Pasó donde mi esposa y ésta se cayó, luego tocó a mi sobrina en el pecho y después en la cabeza, pero no le pasó nada.
Mi esposa se quedó en el suelo con lágrimas en su rostro. Tenía su “descanso en el espíritu”. Me acerqué a ella, toqué su mano y me quedé sentado a ella esperando con tranquilidad que se incorporara. La chica argentina me dijo que esperara a mi esposa en otro lado. Después me dijo que sintió cómo una electricidad que recorrió su cuerpo.
También me fijé que el sacerdote que estaba confesando pasó hacia adelante, fue tocado por Leda y se desvaneció.
Me explicaron que esos desmayos no son ni buenos ni malos. –“Es Dios que quiere darte un descanso”- me expresaron.
Todo esto se dio en apenas 1 minuto y estuvimos otros 15 minutos más hasta que mi esposa se recuperó. Nos fuimos no sin antes rezar ante el Santísimo.
No entrevisté a Leda, pero hablé con Cristian Becerra y él me dijo: “Hubo muchas sanaciones y muchos exorcismos”.
“Todo el esfuerzo y el cansancio vale bien la pena. Como equipo estamos felices. Veíamos la cara de la gente y era de una felicidad tremenda a pesar de la dificultad de esperar tantas horas”, dijo.
“El mal existe y se encarga de meternos pesos, problemas y alejarnos de Dios y lo que pasó fue sacarnos el peso, Dios regala el descanso y limpieza. Hubo exorcismos y eso es el mal presente que se inclina ante la presencia de Dios. Leda sólo es el instrumento y es Dios que está con ella”, indicó Becerra.
El coordinador, oriundo de Puerto Montt, destacó la presencia del padre Raimundo Mena de San José que asesoró y rezó en estos exorcismos. “Ustedes tienen el privilegio de tener un sacerdote exorcista hace años y los invito a ir a verlo si es que sienten que hay algo que los oprime. El exorcismo es un sacramental muy potente que limpia a la gente”, aseguró Cristian Becerra.
La actividad en Puerto Montt será este jueves 14 desde las 8 horas en el Arena y con la misma dinámica de misas, adoración al Santísimo y bendición de Leda Bergonzi.
En lo personal puedo decir que fue una experiencia diferente que viví cerrando el paraguas de mis prejuicios, temores y juicios. Para mi esposa fue sacarse pesos, respirar más tranquila, darse una pausa.
¿Volveré a ver a Leda Bergonzi? Es probable que no. Hace rato sabemos que el milagro está en aprender a vivir en paz en esta sociedad y sin miedo a lo que dirán de uno. Esa es la verdadera libertad y yo creo que Dios así nos quiere a cada uno: libres.
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