Mario Figueroa, de 75 años de edad, vecino de Lago Ranco y dueño de un emprendimiento de taxis en la comuna lacustre, vivió durante semanas una desagradable experiencia en su propia tierra, cuando se le apuntó como supuesto contagiado de coronavirus.
Todo se inició a mediados de marzo, cuando se encontraba visitando a su hijo en Santiago, a la vez que el ambiente a nivel nacional se reflejaba en los medios de comunicación con la llegada de una nueva enfermedad que preocupaba y atemorizaba a la población; el coronavirus.
Figueroa, además voluntario activo de la Primera Compañía de Bomberos, en conversación con Diario Lago Ranco comentó que su hijo es profesional de la salud en una clínica de Santiago, y él le comentó que tenía un colega con sospecha de contagio, lo cual posteriormente él comentó a su familia en Lago Ranco, “nada más, y yo hice el comentario para acá, y alguien escuchó algo de coronavirus”, y ese comentario mal entendido y tergiversado, fue como una chispa que encendió una pradera.
CACERÍA DE BRUJAS
“Un comentario que alguien hizo, supuestamente que había un familiar mío con el virus”, y el verdadero virus fue el propio comentario, que se esparció por Lago Ranco. “Me dijeron que avisaron al Cesfam, después alguien me dijo que habían avisado a la municipalidad diciendo que yo venía contagiado”, menciona Mario Figueroa.
Figueroa retornó a su hogar en bus desde Santiago, el 20 de marzo por la mañana llegó a la comuna y en Ignao se encontró con un control carretero que recién habían instalado para controlar a los vehículos que ingresaban a Lago Ranco, donde el taxista menciona que lo estaban esperando “con mi nombre y apellido en Ignao”.
En el lugar le tomaron la temperatura, “tenía 35,5°, me preguntaron si había alguien contagiado en mi casa, y nadie de mi familia”, respondió contrariado Mario Figueroa. “Me dijeron que hiciera cuarentena, yo la hice, me dijeron que después iba a venir alguien a vacunarme, y nadie vino hasta que llamé a carabineros para saber qué pasaba, ahí me llamaron del Cesfam y mandaron a vacunarme para la influenza”.
De ahí en adelante Figueroa cataloga que todo fue como “una cacería de brujas” que lo dejó a él expuesto para que todo el mundo lo señalara como un contagiado, “en las redes sociales me hicieron pebre, yo tengo una microempresa de 2 taxis, y trabajo con 2 choferes que tienen familia, y salió gente diciendo que los autos estaban contagiados, que no tomaran los autos de don Mario, que yo estaba hospitalizado en Valdivia grave, y yo nunca tuve ni fiebre, estuve en mi casa todo el tiempo”, declara dolido por lo injusto de la situación.
DAÑO ECONÓMICO, MORAL Y ANÍMICO
Ya con el pasar de los días y las semanas, la situación económica para Mario Figueroa se hizo muy difícil; “Estuve con la intención de entablar una demanda judicial contra todos aquellos que resulten responsables porque el daño fue enorme, no solo a mí, a la gente que trabaja conmigo, a sus familias, porque nadie quería tomar los taxis porque estaban contagiados, las finanzas se fueron al suelo”.
Aparte de lo anterior, el daño moral y anímico fue más que evidente, “anímicamente estuve bastante afectado”, porque nunca pensó que su propia gente pudiera haberle hacho algo así.
El período de cuarentena que Figueroa tuvo que cumplir culminó hace días, jamás tuvo el más mínimo síntoma que hiciera sospechar un posible contagio con coronavirus, asimismo su familia en Santiago hasta la fecha no ha tenido ningún problema de salud.
Finalmente este atribulado ranquino llamó a la comunidad a la responsabilidad, “que confirmen primero, no inventar cosas, me llamaron muchas personas preguntándome si era cierto lo que salía en redes sociales, que yo estaba grave, y nada de eso era verdad”, y entre risas, pero en serio, dictamina con un refrán muy conocido; “Pueblo chico, infierno grande”.
Volviendo al trabajo para recuperar la normalidad que le quitaron, Mario Figueroa da gracias a Dios porque está bien, y declara “aquí estoy para dar la pelea de nuevo”.
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