Disculpen el sesgo, pero esta no es una columna académica y parto confesando que no comparto frases como Chile es un país de derecha, erramos el camino de transitar hacia las reformas, fuimos demasiado progresistas y tolerantes con los grupos minoritarios. No molesta la carencia analítica, molesta la falta de convicción de quienes apoyamos las ideas de transformación del modelo económico, político, social y cultural, primero en la calle y luego desde el Gobierno.
Es indiscutible que la disputa del poder es inherente a la conquista de voto, pero no es justificación para modificar las ideas. No se puede cambiar la forma en que se concibe la sociedad sólo porque el resultado de una elección no es favorable. No se puede cambiar la forma de concebir la sociedad bajo la premisa de conquistar votos que eligieron una opción distinta. De lo contrario, se hacen presentes dos vicios políticos: la vacilación y/o la mentira. La primera, porque ajustar las ideas a un electorado en particular representa una carencia absoluta de convicción, y la segunda, buscar conquistar votos predicando ideas en las que no creemos, es derechamente mentir al electorado. Ambos vicios tienen un impacto directo y negativo en un elemento esencial de la política: la persuasión.
Si el camino que se plantea es persuadir a la ciudadanía con ideas en las que no creemos o son contrarias a las que hemos planteado estos últimos años, estamos destinados a la extinción. El verdadero problema está en nuestra capacidad de convencer, de comunicar, de persuadir con nuestras ideas. En este sentido, abastecer de claridad y robustecer los argumentos son tarea fundamental para persuadir que nuestras ideas son un camino más justo para resolver las desigualdades que les aqueja a la sociedad y no ser vulnerables a la mitificación como que Chile será como esa Venezuela destruida que se ve en los medios de comunicación.
En una sociedad despolitizada como la nuestra, con medios de comunicación cooptados, la tarea de persuadir es aún más compleja, por lo tanto, no podemos perder nuestra claridad política, por más dolorosa que sea una derrota. La candidatura de Piñera logró convencer que Chile caería en una profunda crisis en un eventual Gobierno de Guillier, persuadieron mejor y movilizaron a más personas a votar. Cada quién elige con qué mensaje persuadir, para algunos incluso son válidas las mentiras y caricaturas.
La invitación es a reorganizar a las fuerzas progresistas y persuadir con identidad, convicción y claridad en el mensaje de nuestras ideas, de esa forma, sintonizar mejor con la ciudadanía.
Patricio Contreras
Administrador Público
Licenciado en Ciencias Políticas
Magíster en Gerencia Social.
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