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Los 18 de Chihuío; muchos evangélicos y unos cuantos dirigentes sindicales

Por Grupo DiarioSur / 12 de octubre de 2014
Justicia para poder vivir en paz, es el sentimiento que reina en las familias
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Por estas fechas, posteriores al golpe militar del 73´, se viven en varias zonas del país diversas muestras de pesar y conmemoración por las decenas de víctimas. Así también ocurrió este sábado 11 de octubre en la comuna de Futrono, en el sector cordillerano de Chabranco, hasta donde llegaron unas 100 personas al Memorial y Cruz para recordar a los 18 ejecutados políticos de Chihuio.

Un ritual que inició pasadas las 13 horas bajo la locución de Mario Guarda, quien entre cada intervención de los presentes contaba la cruda historia de detención y muerte. Partió narrando que “carabineros de Llifén vigiló la zona aquel 11 de septiembre -los campesinos se daban aliento- el 13 comienzan las detenciones e interrogatorios”.

MIRTA CORTÉS

“Soy hija de Rosamel Cortes, vinieron por él un día 9 de octubre, lo detuvieron supuestamente para que declare. Esperamos un día, dos, semanas. Nunca llegó.

“Somos personas alegres, sonreímos como cualquier otro, pero el dolor siempre está en nuestro corazón, el recuerdo, las preguntas…”, finalizó emocionada mirando a su madre entre los asistentes.

Nuevamente el orador toma el micrófono, “el 9 de octubre un convoy recoge a detenidos de Futrono y Llifén, también en Curriñe. En Chabranco terminan las detenciones…Sólo 4 eran militantes del sindicato “Esperanza Obrera”; Rebolledo, Barriga, Ruiz y García. 15 de ellos eran evangélicos”.

Entre relato y relato, las intervenciones musicales del grupo Atillal de Paillaco y de Blas Álvarez de La Unión, emocionaron a muchos hasta las lágrimas, luego volvían a sonreír y a aplaudir, como ha sido su vida en estos últimos años.

Pese a que son 17 los ejecutados en Chihuio, el número 18 es Andrés Silva, un hombre proveniente de Nilahue, fue apresado y entregado a la caravana de la muerte. En pleno camino fue acribillado y tirado en el sector de Sichahue. Los lugareños atemorizados, lo enterraron en medio del campo.

Una de sus nietas, en compañía de otros niños miembros de su iglesia, ofreció una alabanza para su abuelo y para el resto de los recordados.

Bajo este clima de dolor pero de tranquilidad, Marco Pozo reflexiona sobre la importancia de la historia, del pasado para construir un mejor porvenir señalando que “cuando un árbol pierde sus raíces, pierde sus historia, y sin ella no tenemos identidad. Nuestra misión es seguir acá, con respeto y con dignidad pues aquí murió mucha gente por el simple hecho de pensar distinto”, cerró el encargado de cultura del municipio.

El relato continúa; “Una lluviosa noche fueron asesinados…”

Desde aquel 9 de octubre han pasado ya más de 40 años, sin embargo, la herida continúa abierta en decenas de familias que sólo claman justicia por la pérdida tan violenta de un ser amado. Son tantas las familias desmembradas de la noche a la mañana que olvidar, se hace difícil.

Una mujer, pide la oportunidad de declamar un poema de su autoría, cuenta que es Luzmira Pedreros, hija de René Pedreros. “Hubo una vez” se titula, y habla de la soledad de decenas de mujeres que perdieron a sus maridos, debiendo criar en soledad a sus hijos. En medio de la gruta hay una escultura, es una madre sola junto a sus pequeños.

ALEJANDO KOHLER

“Yo también fui prisionero político junto a mi padre, con sólo 17 años. Conozco la historia en carne y hueso, estuve en prisión y conozco  directamente la historia de los compañeros que fueron asesinados”, dijo sin extenderse en el relato.

“Si no tenemos la verdad no tenemos justicia, sin justicia no se construye la paz ni podremos garantizar que en el futuro no se repitan estos hechos. Debe haber recuerdo y justicia para que nunca más, bárbaros manchen con sangre nuestra tierra”, concluyó el ex alcalde de Panguipulli.

Así, transcurrió una ceremonia que duró poco más de 3 horas, con recuerdos, agradecimientos, historias de vida, música y alegría pues, pese a las circunstancias, se vivía un ambiente de camaradería, respeto y serenidad. Todos reunidos, compartiendo algo más que un mate.

Se hace evidente que la sensación generalizada de las familias es que la justicia no ha llegado, y mientras eso no suceda, difícilmente se podrán curar las heridas y difícilmente podrá haber la esperada reconciliación de la que tanto se habla.

 

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